"Sólo cuando dejemos de lado cierta idealización del amor vamos a poder volver a enamorarnos"

29 de mayo, 2023 | 15.58

Frente al sentido común y las certezas instaladas como verdades naturales o los dispositivos institucionales por excelencia del amor que identifica Darío Sztajnszrajber -el matrimonio, la monogamia o la pareja-, que cristalizan como universales las definiciones y experiencias en torno al amor, "El amor es imposible" propone un derrumbe de cada cadena de montaje tradicional para evidenciar sus condicionamientos y cuestionar la representación institucional y la idealización homogénea del amor.

-T: ¿Cómo operan los dispositivos de la institucionalización del amor?

-D.Z: Cuestionar los principales dispositivos institucionales, primero el matrimonio, después la monogamia y fundamentalmente la pareja, no es criticarla negativamente sino entender qué otros intereses están en juego en lo que se nos presenta simplemente, unilateralmente, como la representación institucional del amor. Hay otras cosas más en juego, en especial partiendo de la idea de que el matrimonio es una institución jurídica de los tiempos modernos. De hecho en la tesis siete, donde trabajo estos temas, hay una propuesta que dice "imaginemos que hay una sociedad no monogámica" y empiezo así los párrafos cinco veces porque hay una crisis de imaginación.

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-T: Es ahí donde retomas a Fredric Jameson y su célebre frase "Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo", ¿cómo se relaciona con el amor?

-D.S: Yo la parafraseo diciendo que es más fácil imaginarnos el fin del amor que el fin de la monogamia. La monogamia se presenta como una expresión casi naturalizada del amor y lo que me interesa trabajar ahí es que, en realidad, detrás de la monogamia hay otro aspecto que se nos vuelve muy difícil pensar desde otro modo y es la idea de pareja, porque incluso en formas no monogámicas lo complejo es pensar la relación amorosa no como una relación entre dos. En ese capítulo tomo la idea de amistad como probable modelo para el amor: ¿qué pasaría si el amor estuviese ordenado bajo los parámetros de la amistad? ¿qué le implotaría al amor para pensarse de otra manera si tomara un poco más de la amistad?

-T: ¿Muere el amor? ¿Está condenado a su fin?

-D.S: Lo que muere es una forma tradicional del amor. Y tampoco sentencio una muerte porque por ahí pasan los años y lo que recrudece es el amor romántico que tuvo mucha eficacia y triunfó por tantos siglos.

-T: ¿Es porque no podemos aceptar la finitud del amor que cobran su preponderancia instituciones o dispositivos que lo contengan?

-D.S: No me cabe duda y es mi postura. Pero, por ahí, termina triunfando socialmente la postura contraria. Por algo también las sociedades se fueron ordenando en esquemas farmacológicos que brindan tranquilidad y orden. En estos últimos años hubo muchísimo de la deconstrucción no solo en lo teórico, sino en formas concretas, prácticas, políticas, afectivas y sin embargo nunca como ahora hay un recrudecimiento del conservadurismo. No son lineales los movimientos existenciales. Pero entiendo que hay una reflexión sobre las limitaciones del amor del matrimonio, de la pareja y que en su momento esas limitaciones ya tuvieron su época y tuvieron sus reflexiones de época.

Hay una forma del amor tradicional en la que yo nací inserto, imbuido, contaminado y algo de eso siempre me hizo ruido y su deconstrucción, para mí, es una manera de reconciliarme con el amor pero matándolo. Hay una idea nietzscheana que es que sólo cuando Dios muera, el ser humano va a volver a creer. Es decir, sólo cuando podamos dejar de lado cierta idealización homogénea y absoluta del amor vamos a poder volver a enamorarnos. Enamorarnos desde otro lugar, desde un enamoramiento que no sea ningún mandato, ni sea algo normativo, ni tenga que reproducir exactamente lo que se espera que uno haga, ni sea un producto de la cadena de montaje amorosa, sino un amor más anárquico.

- T: Te preguntas si el amor es una copia de un amor primero, único, si siempre es el mismo, o si es el relato repetido de eso. ¿Con qué juega esta idea del amor como único?

-D.S: Trabajo la idea que hay alguien que es el amor de tu vida que es nadie y nadie es el que abandona el lugar del sujeto clásico. Se vuelve el amor de tu vida porque propone una relación distinta con lo que uno espera que el otro sea. Nadie es el otro. Uno está siempre enamorándose de un otro, por eso parafraseando Derrida, digo que el amor está siempre por venir, porque uno nunca alcanza el amor como algo definitivo: el otro es inalcanzable en términos definitivos. El amor es siempre un tender hacia, más que un llegar a un lugar seguro. Y en ese tender hacia lo que más se resiente es el lugar de cierta quietud en la que uno se sentía asegurado. Y entonces, el amor es una experiencia de la inquietud porque está siempre en busca de lo que sabes que no vas a alcanzar. La aporía más insoportable del amor es que uno no puede dejar de ir en busca de lo que sabemos inalcanzable.

La idea del amor como algo imposible no es como algo inexistente, sino como algo que no es nada de lo que hasta ahora creíamos que era. Se trata de desarmar esa supuesta creencia para que justamente irrumpa un amor de otro índole, post mesiánico, porque ninguna coordenada de este mundo lo puede describir. Cuando queremos terminar de apresarlo, el amor se nos vuelve imposible porque la estructura ontológica del amor es que siempre se nos escapa.

Con información de Télam