La carrera de Gastón Ricaud se divide entre el cine y el teatro. La semana pasada estrenó El Hombre Inconcluso, thriller de Matías Bertilotti, que cuenta la historia de un detective que descubre que el principal sospechoso de un crimen tiene su nombre duplicado, y en el Teatro Regina encarna a Dios en Oh, Dios Mío, puesta que años atrás interpretaron Juan Leyrado y Thelma Biral. En diálogo con El Destape, el popular actor de cine, teatro y televisión repasó sus grandes éxitos -desde su trabajo en Chiquititas hasta haber sido el Hombre Araña- y habló de la conexión fluida que mantiene con sus raíces.
- ¿Te sentís más cómodo interpretando personajes más oscuros?
Diría que todo lo que pude hacer en mi carrera lo agradezco. Estoy muy agradecido por cada oportunidad que tuve, inclusive con Chiquititas, que fue una experiencia increíble que me permitió ganar dinero para comprar mi casa, por ejemplo. No me siento encasillado pero sí percibo que, en este último tiempo, el cine me ha abrazado más y en roles oscuros: además de El hombre inconcluso tengo en carpeta una película de terror donde hago de un cura exorcista, y otra película que se llama Zulma, en la que interpreto a un chacarero muy denso.
En el caso de El hombre inconcluso, cuando leí la historia por primera vez no sabía cual Gianoglio iba a ser -si el fotógrafo o el detective- y tuve dudas, pero cuando me dijeron que iba a ser el detective me gustó más, dado que es un personaje que carga con un pasado muy intrigante más allá de su tarea resolviendo un crimen. Además, estoy muy emocionado con el estreno porque va a ser mi primera avant premiere. Desde que soy actor soñé con el momento de hacer una película y que vengan a verla las personas que quiero, mi familia, y mis compañeros, porque todos los trabajos que hice en cine nunca pude verlos en una pantalla de cine.
- En teatro estás haciendo de Dios, ¿cómo se encarna a una entidad que ni siquiera uno sabe si es real?
Cuando me ofrecieron el personaje para la obra Oh Dios Mío, al principio, sentí un cagazo terrible. No sabía muy bien que hacer dado que la construcción de Dios es abstracta. Podés creer o no, pero todos lo imaginamos de alguna forma en algún momento de nuestra vida, más allá de las religiones. Creo que todos hemos tenido algún contacto con Dios, hasta el que menos cree ha hablado alguna vez con ese algo que nos excede. Yo soy creyente y desde ese punto es muy amplio hacer de Dios y casi imposible te diría, si pensás en todo lo que puede abarcar “ser Dios”. Por eso, el camino fue olvidarse de que interpretaba a dicha entidad y humanizarla.
El Dios que hago es muy conflictuado, por eso cae en terapia. Sucede que cuando surge la psicología se empieza a dejar un poco de lado la fe, ya que la solución a los problemas deja de estar en manos de Dios y pasa a ser un problema de uno mismo.
- ¿Cómo fue tu infancia?
Vengo de familia de campo, nací y fui criado ahí. Mis viejos son empleados rurales y en ese entorno me crié jugando a trabajar en el campo: a los 8 años ya sabía andar en tractor, andar a caballo, ensillarlo, ir a juntar a las vacas y hacer todas las tareas que se hacen ahí, siempre acompañando a mi papá. Siendo muy joven me ganaba la vida trabajando para otras personas en la cosecha fina de avena, trigo y girasol, fui tractorista y después maquinista. Algo ilegal porque no tenía la licencia de profesional (risas).
- ¿Extrañás esa vida?
Me gustó esa vida pero no extraño el pasado. Me encanta ir por la ruta y ver los animales y las nuevas máquinas del campo, y tengo siempre deseos de volver un poco a esa esencia del trabajo de campo. De hecho, tenemos un lugarcito con unos amigos y ya empezamos a plantar frutas. Estamos haciendo una huerta. Me gusta ese estilo de vida, me equilibra.
- ¿Cómo despiertan tus inquietudes artísticas?
De joven vine a Buenos Aires a buscar “algo más”, no sabía qué hacer en ese momento. Vine a estudiar Diseño Industrial para diseñar máquinas agrícolas y no terminé el CBC. Para mí fue muy fuerte venirme a Buenos Aires, me costó mucho sentirme cómodo con ese cambio. Como me era tan difícil, volvía todos los fines de semana a Olavarría, al campo. Pasados meses y meses ya no daba para viajar todos los fines de semana a Constitución y tomarme el tren para regresar a casa, porque me la pasaba viajando. Así fue que un día, caminando, me puse a ver un folleto para estudiar teatro, lo miré y dije ‘voy a encontrarme una actividad para no tener que viajar los fines de semana’. Y así empezó todo. Fui a estudiar teatro para no volverme al campo.
- ¿Qué recuerdos tenés de tu primer gran hit en la televisión?
No fue un hit, más bien fue un gran fracaso, pero mi primer trabajo grande como actor fue Montaña rusa, otra vuelta. Lautaro Delgado, Juan Gil Navarro, Leonora Balcarce, Julieta Cardinali, todos ellos me acompañaban en ese momento. Canal 13 lo lanzó como ‘la nueva Montaña Rusa’ y nosotros como las nuevas estrellas de la señal y estuvimos solo 6 meses, éramos pibes que recién empezábamos.
Después, hice una publicidad muy importante con Eusebio Poncela que era la de Renault Clio, una en la que yo venía manejando y tenía un accidente, y de pronto aparece el diablo dentro del auto queriéndome comprar el alma. Ese diablo era Eusebio y cuando salió la publicidad, marcó un antes y un después en los comerciales argentinos. Básicamente, nunca se había hecho algo de tal magnitud: el presupuesto era increíble, la idea maravillosa y estaba muy bien filmada. De hecho, tengo un amigo que es docente en la carrera Publicidad y la sigue usando para enseñarle a sus alumnos. Esa publicidad me abrió las puertas para Buenos vecinos, en Telefe, y después recibí el llamado de Cris Morena para hacer Chiquititas.
- ¿Tuviste momentos reveladores haciendo Chiquititas?
Fue un momento increíble en mi carrera. La sensación que te genera meter tres Gran Rex llenos es indescriptible. Todavía me acuerdo cuando Gustavo Yankelevich me agarró y me dijo ‘disfrutalo porque esto no te va a volver a pasar nunca más en la vida’. Tenía razón.
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- Un capítulo curioso de tu vida es haber sido el Hombre Araña en teatro, para toda Sudamérica. ¿Cómo fue esa experiencia?
Nunca hice algo igual a eso, era una experiencia teatral llena de acción y aventura, y estábamos supervisados por Marvel, porque el Hombre Araña era sagrado -y lo sigue siendo- para ellos. Teniendo en cuenta el nivel de responsabilidad que teníamos, al director Leandro Panetta se le ocurrió mandar a dibujar todo el espectáculo como si fuese un cómic donde nosotros éramos los protagonistas. La verdad es que fue una producción hoy impensada, millonaria. En escena tenía tres dobles de riesgo, independientemente de que yo hacía un montón de acrobacias. Había escenas en las cuales estábamos los cuatro Hombres Arañas.
- Te adelantaste a los multiversos de Marvel
No había otra forma de hacerlo en teatro (risas). A medida que hacía de Peter Parker (el Hombre Araña) empezaba a darme cuenta de la magnitud del personaje porque al teatro venían tres generaciones -abuelo, padre e hijo- atravesadas, de alguna forma, por la historia del superhéroe creado en los ‘70. Sentí una gran responsabilidad y tuve que indagar mucho en los cómics, porque yo venía de leer Patoruzito.
Ponerme el traje de Hombre Araña por primera vez fue alucinante y muy loco: venía entrenando mucho y el atuendo estaba todo sombreado, lo que me hacía ver re musculoso.
- ¿En algún momento te sentiste de verás el Hombre Araña?
Hubo una vez, en el reestreno en el Teatro Ópera, que teníamos que salir al escenario en dos minutos y yo estaba en el vestuario con el traje, que tenía varias capas en velcro, para que los cambios fueran más rápidos entre escenas. Cuando salgo del camarín veo que viene caminando la maquilladora con su hijo, quien le preguntaba cuándo iba a conocer al Hombre Araña, y en ese momento me salió tocarlo de atrás, él se dio vuelta y me vio como abría la camisa para mostrarle el traje con el logo de la araña. Se le desfiguró la mandíbula al nene, como en los dibujitos animados de Tom y Jerry. Me dijo ‘te amo, Hombre Araña’ y me abrazó.
- ¿Le dijiste algo?
Sí, alguna pelotudez del tipo ‘tenés que comer muchas verduras’ y me fui. Él quedó enloquecido. En ese momento de tanta emoción, te juro, te sentís el Hombre Araña.
- El Hombre Inconcluso tiene funciones diarias en los cines Gaumont, Cinemark (Palermo, Mendoza, Santa Fe y Rosario), Hoyts (Dot, Unicenter, Quilmes, Nuevo Centro), Cinépolis (Avellaneda, Rosario, Pilar), Cinema Devoto y Cinemacenter (San Luis, San Juan), CPM Adrogué y Sunstar Posadas.
- Oh, Dios Mío tiene funciones los lunes y martes a las 20.30 horas, en el Teatro Regina (Avenida Santa Fe 1235)