Netflix anunció el estreno de la película Goyo, la nueva comedia romántica de Marcos Carnevale con Nicolás Furtado y Nancy Dupláa, que tiene como protagonista a un hombre con Asperger enamorado. Un personaje irresistible para Carnevale, a quien le gustan las historias de “diferentes” que son sujetos propensos a recibir por igual tanto dosis de amor como de bullying, como habitantes de un mundo menos deconstruido de lo que nos gustaría. Los diferentes son una constante en el cine de Carnevale, cuyas películas despiertan pasiones u odios pero no son indiferentes para nadie, desde Elsa y Fred hasta Anita y Viudas, y más cerca en el tiempo Corazón de León e Inseparables.
“La base no es trabajar la superficie del diferente, sino hacerle ver al espectador que pertenece a la generalidad y que no es enano, viejo, gay, ni tiene síndrome de Down o Asperger, que está en una zona tranquila y de anonimato donde nadie lo va a señalar porque está en el anonimato de la gran mayoría, que es muy cómodo pero no lo hace especial para nada”, remarcó Carnevale en un mano a mano con El Destape a pocas horas para el estreno de Goyo en salas de cine seleccionadas el jueves 27 de junio, antes de su llegada a Netflix el próximo 5 de julio.
- ¿Qué te gusta del personaje Goyo?
Me gusta que sea un personaje auténtico. El Asperger no juzga a las personas, es literal y describe lo que ve, no tiene pudor ni discreción, va directo al hueso porque no entiende las mentiras, las bromas y las metáforas. Además, me parece muy atractivo que el personaje se enamore de una mujer que es más grande y que tiene un trabajo que seguramente no será del todo aceptado dentro de su círculo social; ahí es donde cae la ficha más personal de mis películas: no digo que yo sea Goyo -¡ojalá lo fuera!- pero trabajo desde hace mucho tiempo en tener una mirada mucho más tolerante y abierta, entendiendo que estar vivo y ocupar un cuerpo es muy difícil porque vivir es muy difícil. Estoy harto de ver en Instagram videos de gurús y actores que me dan tips para ser feliz. Y lo que muestra Goyo es que somos tremendamente imperfectos y la belleza está ahí, aunque de chiquitos nos eduquen para buscar la perfección siempre, ser exitosos, tener plata, ser heterosexuales, católicos y estar casados.
- ¿Qué tuviste que aprender sobre el Asperger para usarlo en la película?
En ese sentido soy muy responsable porque uno se mete con temas que son delicados. El cine que yo hago es uno que busca la empatía, siempre trato de usar la ternura o la amorosidad para meter temas más jodidos, porque si los transito de forma áspera, la gente tiende a sentir rechazo. Soy más Tornatore (Giuseppe), me gusta más la tanada emocional aunque a veces me han tildado de sensiblero… la verdad ya me chupan un huevo esos comentarios. Yo soy así en la vida, jamás actuaría de algo que no soy, no me va la hipocresía.
Para el rodaje de Goyo trabajé mucho con Denise Shocrón, de la Fundación Discar -que me asistió cuando filmé Anita-, para poder entender todo ese mundo y después llevarlo a la película. También trabajé con otras cinco asociaciones vinculadas al Asperger, que se mostraron muy gentiles y abiertas a que se hable del tema en el cine. El proceso no es simple y no se trata únicamente de escribir y ser responsable con el contenido que se vuelca en el guión, sino que además tuve que hacerle entender a Nicolás Furtado, el protagonista, cómo era un Asperger y cómo debía interpretarlo. Nico es un actor de composición y cuando hace el switch de entrar en el personaje, no se le rompe nunca. Tiene un nivel de concentración y de disciplina para armar el muñeco muy alto. Yo lo jodo y le digo “me parece que vos sos un poquito aspi (así se llama a las personas con Asperger)” (risas).
- Es un rol totalmente diferente a Diosito, de El Marginal.
Por eso creo que desde la composición Nicolás está bárbaro. Cuando Nico aceptó hacer la película, viajé a Madrid para encontrarnos. Él ya había leído el guión y antes de juntarnos, lo primero que me dijo fue “creo que ya sé cómo es Goyo”. Y yo me asusté mucho, porque aún no lo conocía y no sabía con quién iba a encontrarme…Bueno, ese primer día que nos vimos y salimos a comer me recibió como Goyo y quedé impactado porque había capturado la esencia del personaje en un 70%.
- Al principio de la nota remarcaste que te atraen “los diferentes”, ¿en qué cosas te sentís diferente?
Soy un diferente desde que nací, en un pueblito muy chiquito de la provincia de Córdoba, Inriville. Desde que tengo memoria supe que quería hacer cine y mi infancia la viví como Toto de Cinema Paradiso, yendo a ver películas en el cine del pueblo y haciéndome amigo del dueño para que me deje entrar a la cabina y así poder vivir la mística de ese mundo. Nadie de los que me rodeaba tenía ese berretín, solo yo. Los demás querían ser médicos, ingenieros, arquitectos, profesoras de inglés, lo seguro y “normal”, y a medida que yo crecía, el deseo de hacerme director de cine se iba consolidando en vez de disiparse. Eso llevó a que mi entorno se preocupara porque mis elecciones eran diferentes… llegué a pensar que había nacido en el lugar equivocado. Fue jodido ser el patito feo, lo padecí y esa soledad no estuvo buena. Aún así, me armé una estructura de inteligencia emocional muy grande que también hizo que fuera líder de grupos, no me apichoné.
- ¿No recibiste apoyo de tu familia para estudiar cine?
Sí recibí, pero les costaba entender qué era un director de cine. En esos lugares no hay artistas de ningún tipo. Mi viejo llegó a decirme “no sé exactamente qué es lo querés hacer pero te veo tan seguro que te voy a ayudar”, y me bancó la carrera cuando me vine a Buenos Aires a estudiar. Quise entrar a la ENERC y no quedé porque eran un montón de pibes y había muy pocas vacantes, así que me anoté para estudiar Periodismo en el Instituto Grafotécnico. Mientras tanto hacía cursos de guión y cine, y bueno… acá estoy.
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El consejo que recibió de Federico Fellini, el boom de Elsa y Fred y la película de amor soñada entre una peronista y un radical
- Leí en una entrevista que, en algún momento de tu vida, te gustaría plasmar la historia de tus raíces en un guión.
Es así. De hecho, cuando tenía 17 años empecé a coquetear con la idea de una historia que tiene que ver con un pueblo más al estilo Macondo, más imaginario y fantástico, donde suceden historias de mis padres: uno provenía de una familia peronista y la otra de una familia de radicales, era como los Montescos y Capuletos en la que estaba medio prohibido ese romance, dado que era un pueblo chiquito y no había forma de ocultarse. Ellos terminaron juntos como Romeo y Julieta, pero vivos…
- Una película anti grieta…
Tal cual. La cuestión es que intenté escribir ese guión entre los 17 y los 19 años, y nunca me terminó de salir: escribía, lo dejaba, retomaba la escritura y volvía a abandonarla porque nunca me sentí capacitado para terminarlo, sentía que era un guión demasiado ambicioso e íntimo que requería mucho respeto a la gente que evoco ahí y ya no está acá. Hasta acá, que tengo 60 años, hice en total 30 guiones o más y nunca me sentí a la altura.
- ¿De dónde surgió la idea para Elsa y Fred?
Un poco surge de una historia muy profunda que tengo con Fellini (Federico). Cuando era chico vi por primera vez La Dolce Vita y me alucinó por completo, aunque no entendía muy bien por qué, al punto que empecé a ver más material de Fellini y me encontré con un cine muy simbólico y onírico. Al poco tiempo empecé a filmar en Super 8 con mis amigos, en mi pueblo, películas con una simbología que no entendía nadie más que yo. Jugaba a ser Fellini.
Un día conseguí la dirección de Fellini e intenté escribirle un montón de cartas que después terminaba rompiendo, preguntándole cómo iba a saber si realmente algún día iba a poder hacer alguna película. Así fue como estudié tres años de italiano en la Asociación Dante Alighieri soñando que algún día iba a poder ir a Roma a tocarle el timbre y tomarme un café con él para preguntarle personalmente y que me guiara porque yo sabía que quería hacer cine. Junté la plata y pude viajar a Roma, ir hasta lo de Fellini, tocarle la puerta y encontrarme con que no estaba ahí. Me atendió la chica que trabajaba en su casa y me dijo que Giulietta (Masina) y Federico se habían ido a un festival en Rotterdam y yo me quería matar porque no podía ser que esto me estuviera ocurriendo justo a mí. Me fui a un bar, derrotado, y con el italiano que había aprendido le escribí una carta a Fellini contándole todo lo que me había pasado y haciéndole mi pregunta. Dejé la carta en su casa, me volví a Buenos Aires y cuando llegué a casa encontré un sobre con una foto de él autografiada. “A Marcos Carnevale, buena fortuna. Federico Fellini”, dice la foto. Le respondí diciéndole que no coleccionaba fotos de famosos y que lo quería es que me responda la pregunta que le puse al final de la carta, dado que quería hacer cine pero no sabía si iba a poder lograrlo o no. La carta fue y volvió con un pedido de disculpas de Fellini, invitándome a tomarme un café con él cuando yo quisiera y respondiendo a mi pregunta: “Si alguna vez sentís que en tu plexo solar nace un cordón, agarrate fuerte y no lo sueltes más”.
- Conseguiste lo que buscabas.
Sí. Al poco tiempo estaba filmando mi ópera prima y me desayunaba la noticia de que el INCAA me había rechazado el crédito para el rodaje. Me enojé un poco, pero era tan fuerte mi convicción de querer ser cineasta que hipotequé mi casa para sustentar la película. En el medio hacía publicidad e iba a convencer uno a uno a los actores de mi película, porque para todos tenía la misma plata. Era una película comunista y pareja. Fui con Abelardo Castillo, Guillermo Saccomanno y Antonio Dal Masetto para comprarles cuentos y así armé el guión de Noche de ronda, que me permitió una estructura de producción en la que podía filmar con Hugo Arana y Betiana Blum, mis protagonistas, a lo largo de un año y sin continuidad directa.
Un día de rodaje, salimos con Hugo a fumar un cigarrillo y siento un dolor en el pecho feo y me preocupé, pensé que estaba teniendo algo. Se me vino inmediatamente el viejo (Fellini) y la metáfora del cordón.
- El intercambio de correspondencia con Fellini y tu amor por La Dolce Vita fueron el germen de Elsa y Fred, tu película más querida. ¿Imaginaste algo de todo el fenómeno que se produjo en torno a ella?
Nada. Y lo más loco es que sí, esas experiencias que marcás fueron un germen pero la idea de la historia se me vino un día que manejaba hacia mi pueblo con mi ex-mujer. Una vieja que quería ser Anita Ekberg y arrastraba a un viejo que no conocía a la Fontana di Trevi para emular La Dolce Vita, de Federico Fellini. Era una película sin trama. Anoté la idea pensando que en algún momento podría llegar a servirme. Pasó mucho tiempo hasta que conocí a un productor español por medio de Adolfo Aristarain, a quien le conté la historia y quedó sorprendido, Me pidió un guión, le mentí diciendo que me faltaba pulirlo cuando la verdad es que no tenía nada escrito más que esa idea, y en tres fines de semana nos juntamos con Liy Ann Martin, mi ex-mujer, y Marcela Guerty, con quien estaba haciendo los guiones de Padre Coraje en ese entonces, para escribir la película.
- ¿Fue muy difícil convencer a China Zorrilla para que sea protagonista?
Cuando tuve el guión, fui a tomar un tecito a casa de China y su recibimiento fue sin filtros. “La abuela de quién me venís a ofrecer”, me lanzó, antes siquiera de que le comenté de qué iba la trama. Cuando le dije que la quería como “la chica” de la película no lo podía creer. Ella tenía 82 años y no se esperaba esa propuesta porque nunca le había tocado ser la chica de la película.
Había cierto prejuicio porque se trataba de “una película de viejos” y no pensaban que pudiese llevar gente al cine. En ese clima salimos con 20 copias en la semana del estreno y explotó de gente. La película fue creciendo sola y las críticas acompañaron.
- Tu filmografía despierta todo tipo de críticas, ¿te molestan los comentarios malos?
Cuando aparecen críticos que verdaderamente saben de cine, porque cualquiera critica, no me molesta. Si opina un periodista autorizado en la materia, acepto la crítica, me parece válida y entiendo que hago un cine más ligado al consumo popular que puede no gustarle a ciertos paladares. La mayoría me mata con las críticas, pero no es algo que me saque la motivación para seguir haciendo películas porque ser cineasta es mi vocación.
Una vez le escribí a un crítico que era el show de la adjetivación horrible. Me ha pasado estar en esa situación donde tengo que reaccionar a opiniones que más que críticas son catarsis. Con la película Granizo, por ejemplo, se generó una situación absurda a partir de una comedia con Guillermo Francella y nos terminaron acusando de vender la patria al imperio americano.
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Querida, encogí a Francella
- Marcos, ¿estás al tanto del canal de Youtube Te lo resumo así nomás?
Sí, sí, lo conozco.
- Años atrás, este canal sacó un resumen de Corazón de León y se generó un boom tardío en torno al “Francella enano”. ¿Viste los memes?
Los memes son espectaculares. Todo eso que se generó con la película es espectacular. Con Inseparables pasó algo similar y todos los días del amigo aparece el meme de Rodrigo (De La Serna) bailando El Bombón Asesino. Que se hable de la película, así sea para parodiar, es positivo siempre porque quiere decir que algo de la historia trascendió a la gente. Corazón de León es una película que tiene 10 remakes en el mundo.
- ¿Qué te dijo Francella cuando le propusiste convertirlo en enano?
Estaba aterrado, Con la tecnología de hoy, hacés un enano a los dos segundos pero en 2012 era una apuesta muy jugada. Francella no podía entender cómo lo iba a achicar a 1.40 metros digitalmente y después de escucharme, se quedó en silencio un rato largo y me dijo que hagamos una prueba para ver si el enano quedaba bien. Fue una experiencia divina, trabajé con niños, con enanos y con Francella arrodillado durante media película.
- ¿No se enojaron los enanos de que sea Francella y no un actor de 1.40 metros el elegido para el papel?
Los enanos estaban felices porque la película habla de un enano aspiracional y muy exitoso, al contrario de los prejuicios que muchos tienen sobre los enanos, pensando que tienen vidas desgraciadas.
“Cada vez que pasó por las oficinas de Polka siento que estoy ante el World Trade Center”
- En el pasado fuiste autor y director de contenidos de Polka, ¿cómo te cayó la noticia del cierre de la productora?
Adrián (Suar) es como mi hermano y la noticia del cierre de Polka me dolió mucho. La pandemia aceleró todo un proceso que se veía venir y fue un poco inevitable, porque la televisión abierta cambió y hoy las plataformas ocupan su lugar. Durante la pandemia ya se perfilaba que Polka no iba a tener un buen futuro. Cuando Adrián me contó que iba a cerrar fue triste porque pasé grandes momentos en Polka: fueron años de pasar el tiempo en un templo donde desfilaron grandes actores, de todas las ideologías, figuras olvidadas y nuevos actores que hoy triunfan en la industria, para darle vida a las telenovelas y ficciones. Con Adrián éramos como Batman y Robin.
- ¿A qué creés que se debe la crisis en la ficción que llevó a este cambio?
No creo que haya sido una crisis de la ficción. Sí pienso que hubo un cambio generacional muy grande con el advenimiento de lo digital y la aparición de Youtube y las plataformas, que hicieron que la atención de todos los públicos se fuera para otro lado. Y quizás la ficción de los canales no supo acompañar el cambio de cabezas y nos quedamos contándole un cuento a gente que ya está grande. Durante un tiempo pensé así, hasta que vi que en el mundo ocurrían procesos muy parecidos. Hoy, las plataformas ocupan el lugar de los canales de televisión. Probablemente a muchos no les guste lo que digo, pero se convirtieron en los canales.
- ¿Y para los canales abiertos qué queda?
Noticias, documentales, programas de entrevistas y entretenimientos, realities…
- ¿El cierre de Polka es definitivo?
No está cerrada Polka, está abierta para producir. De hecho, creo que ahora está produciendo para las plataformas. Pero lo que pasa es más fuerte, porque es la hija de Adrián. A veces paso por Newbery, donde estaban la oficina y los estudios, y veo que están haciendo un edificio, y me acuerdo que durante mucho tiempo había solo una demolición. Cada vez que pasó por ahí siento que estoy en el World Trade Center y me agarra un shock de nostalgia tan grande…
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“Nadie va a dejar que se muera el cine”
- ¿Qué lectura hacés del proceso de desprestigio al INCAA y el cine nacional que se impulsa en el gobierno de Javier Milei?
Tengo una lectura bastante objetiva porque pude ver las gestiones del INCAA desde que terminó la dictadura hasta ahora y hubo buenas y malas gestiones, pero siempre hubo, para mí, una mala administración de los recursos para hacer películas. No soy pesimista, no creo que el presidente quiera “matar a la cultura” y si eso sucediese no lo vamos a dejar. Creo que va a haber un ordenamiento para que se vuelva un instituto serio, donde no pesen los amiguismos y haya un control de lo que se gasta. Mi mirada es que la cultura tiene que tener un apoyo de subvenciones para poder subsistir y para poder lanzar nuevos talentos, porque sin eso es imposible progresar.
- Y porque no todos los directores y actores llegan a Netflix…
Estoy de acuerdo. Igual, a veces se apunta contra las plataformas y estas son empresas privadas que tienen un perfil y que vende un estilo de cine. Todas las plataformas son diferentes: Mubi es para los paladares gourmet, Apple es más elitista, y así puedo seguir… Todas tienen un perfil y cada uno tiene el derecho a elegir. A veces escucho a personas que dicen que las plataformas deberían comprar las películas argentinas y creo que están equivocados porque son empresas privadas, no el Estado.
Por otro lado, creo que el INCAA tiene que estar y que tiene que haber todo tipo de cine, el mega comercial y el festivalero de público chiquito. Me resulta imposible un país sin una entidad que apoye al cine. Nadie va a dejar que se muera el cine.
Goyo se estrena en salas de cine seleccionadas el jueves 27 de julio y tendrá estreno global en Netflix el próximo 5 de julio.