Lanzan un libro que recorre 365 días en la vida de Fernando Martín Peña, el guardián de la Filmoteca

El divulgador y conductor de Filmoteca, temas de cine presenta Diario de la Filmoteca, un libro que repasa películas, historias curiosas y personajes que se topan con su rutina diaria de trabajo.

23 de mayo, 2023 | 19.09

Si hay un argentino que ha dedicado su vida a la divulgación y preservación del cine es Fernando Martín Peña. Docente, historiador, programador, escritor y conductor de Filmoteca, temas de cine -programa de televisión argentino que ya lleva 16 temporadas al aire en la Televisión Pública (del programa también fueron parte fundamental Octavio Fabiano y Fabio Manes, y en la actualidad, el crítico de cine Roger Koza)- lanzó Diario de la Filmoteca junto a la editorial Blatt & Ríos, un espectacular tomo que propone al lector conocer al mismo Peña, su trabajo y rutina diaria, a lo largo de 365 entradas, un año de su vida.

“Desde los ‘80 tomo notas de lo que veo, porque es la mejor forma de fijar la impresión que me provocan las películas”, remarca Fernando en diálogo con El Destape sobre la génesis que lo llevó a, décadas más tarde, idear este libro de escritura coloquial, frescas salidas humorísticas e información curiosa sobre películas, historias y personajes que motivan a más de un cinéfilo a seguir investigando y mirando.

- ¿Cuántas películas tenés en tu casa?

¿Largometrajes? Más de 8 mil. Después hay cantidad gigante, todavía no del todo inventariada, de cortos, programas de televisión y noticieros. 

- ¿Y si la casa empieza a quedar chica?

Ya no puedo hacer mucho más la verdad. Tampoco creo que haya disponibles los volúmenes de material que fui consiguiendo, sobre todo entre los años 2010 y 2020, en el momento de la transición del fílmico al digital en las salas. En ese entonces, un montón de material en 35 mm aparecía en volúmenes bastante abrumadores y no va a volver a pasar algo así. Ya no quedan las productoras que tiraban depósitos enteros de latas. Hoy los ingresos de películas son: porque conseguís paquetes o porque algún coleccionista muere y la familia vende su colección.

- ¿En qué momento desarrollaste un cariño especial hacía el fílmico?

Empecé en el ‘77 y no había otra cosa que no fuera el fílmico. Después le agarré el gustito, y ahí me sucedía que los otros formatos que iban apareciendo -el DVD, el VHS y el disco láser en el medio- estaban buenos para ver un montón de películas que yo no podía ver, pero de ninguna manera reemplazaban la textura del fílmico. A la larga, estos formatos me empezaron a parecer todos antipáticos, aunque geniales para poder acceder a un montón de material al que no podés tener acceso normalmente.

- En el libro le dedicás algunas entradas al desarrollo de la cuestión del síndrome del vinagre en los rollos y tu método para detectarlo. ¿Salvaste muchas películas así?

Por suerte sí. Lo bueno es que lo tengo todo bastante controlado dado que para el volumen de material que tengo, es un porcentaje muy chiquito el de las películas que se avinagran. Si las cuidás y las movés, podés prolongarles bastante la vida.

Para quienes no saben, el síndrome de vinagre es una forma de cáncer que tienen las películas de acetato. Se pudren. Aparentemente esto tiene que ver con el mal estado de los líquidos en el laboratorio cuando se revela el material. En el momento no te das cuenta, pasan varios años y eso produce una inestabilidad en el rollo, que toma la humedad del aire y se pudre. Lo detectás por el olor ácido que tiene, se parece mucho al del vinagre de mesa. Contra eso no hay mucho que se pueda hacer más que ir oliendo las películas, rutina que llevo a diario en la Filmoteca, y separar cuando encontrás algo que tiene olor, hacer una ficha y ventilarlo. A veces pasa que se detiene el problema y otras veces no, y hay que tirar la película. 

- ¿Pensás qué va a pasar con esas películas cuando vos ya no estés?

Quiero que las tenga el Estado, es la única garantía de que las cosas vayan a perdurar. Ahí no van a tener más excusas para la creación de una Cinemateca, no tengo una idea mejor, la verdad. No sé si habrá más gente interesada en hacer el tipo de laburo que yo hago. 

- ¿Formarías un aprendiz?

Si apareciera uno, claro que sí. Pero en general, la gente a la que le atrae esto se queda con la parte más glamorosa, que no es justamente la más necesaria, ni la que implica mucho laburo, y yo entiendo perfectamente que les interese solo eso. Andar cargando latas un lunes a las 6 de la mañana no es muy copado, revisar una película durante una semana para poder hacer una proyección parece una pérdida de tiempo. Todavía no encontré una persona con ese nivel de obsesión como para encarar este laburo.

- ¿Cristina Kirchner fue la única figura de la política que manifestó interés en la creación de una Cinemateca?

Sí. En 2010 tuvimos una reunión donde ella firmó una reglamentación que había estado esperando 11 años. Se ve que a Cristina le gusta el cine y que le vinimos bien en ese momento para distender un poco, porque veníamos del quilombo con el campo, porque en esa reunión de una hora y algo más sentí que ella había entendido muy bien el tema. Hizo una analogía con los archivos del Poder Judicial y lo entendió perfectamente, mucho mejor que la mayoría de los políticos con los que discutimos durante años. 

En ese momento estaba Liliana Mazure en la presidencia del INCAA y ella también quería que la Ley saliese pero, del otro lado, estaba Jorge Coscia, el entonces Secretario de Cultura de la Nación, que siempre fue un enemigo de la Ley y nunca supe bien por qué. Al final la Ley no salió.

- ¿Ningún político te volvió a llamar para reactivar el proyecto?

No, por eso me pareció que tenía que empezar a ocuparme seriamente en cuidar mi material para que no se estropeara. Entonces, empecé a construir: compré la casa que alquilaba y empecé una obra para tener un depósito climatizado y adecuado, aunque no es lo ideal, para resguardar mis películas. Es el primer edificio específicamente construido para eso, que ya es más que lo que el Estado ha hecho…el INCAA tiene su principal depósito en un edificio alquilado. Eso ya es, de por sí, bastante ridículo y mucho más precario que lo que pude edificar.

- ¿A qué atribuís este desinterés estatal por la preservación del cine?

No tengo la menor idea, ya no me interesa preguntármelo. Creo que no es solo una cuestión de la política, estoy convencido que la responsabilidad total no es de la política. En este caso particular, la comunidad cinematográfica solamente se junta a pedir plata para producir y, para mí, el hecho cinematográfico tiene, por lo menos, 3 patas: está la producción, pero también está la difusión y la preservación. La difusión es fundamental porque, entre otras cosas, justifica la plata de la producción.

Sucede que por no tener plata ni espacios para difundir, tenemos que aguantar que venga un ignorante como (Jorge) Lanata a repetir el discursito de que ‘al cine argentino no lo ve nadie’ y que ‘hay que cerrar el INCAA’. Las películas no se ven por falta de espacios para pasarlas, pero resulta que cuando vas afuera a los festivales de cine más importantes del mundo, las películas argentinas participan en las competencias principales. Entonces, evidentemente, tan malo no es. Así como la comunidad cinematográfica no pide plata para difundir, tampoco lo hace para preservar.

Secretos de la Filmoteca

- El humor en los copetes de Filmoteca, ¿fue una idea tuya?

Eran ocurrencias que teníamos con Manes y salían todas de forma natural aunque, en su momento, puede ser que estuviéramos parodiando a cierto conductor que presentaba películas y hacía ambientaciones temáticas. Nosotros hicimos la versión Todo por dos pesos (risas). Me parece que el hecho de que Filmoteca sea un programa orientado a la divulgación de cine es algo que ha ayudado mucho en el enganche, dado que uno lo que quiere es que la gente se acerque y, si quiere y tiene ganas, que aprenda, pero nunca imponiendo. 

- ¿Qué opinión tenés de la crítica de cine?

Nunca tuve bien en claro qué sería la crítica de cine, eso lo tiene más fresco Roger que hace críticas desde hace muchos años. Yo no lo sé. Sí siento que hay una voluntad de ponderar. En el momento en que empezás a poner estrellitas o puntajes surge la necesidad de preguntar, ¿en relación con qué esto es así? En el arte es todo muy subjetivo.

- ¿Tenés algún género de cine favorito?

Por suerte no, tengo un abanico bastante amplio de cosas que me gustan, pero eso es algo que se trabaja. Con esto quiero decir que, en mis comienzos, llegué al cine con un montón de prejuicios, me gustaban las películas mudas y casi nada más. Despacito fui aprendiendo a ampliar el gusto y a librarme de la idea de que por saber algo de cine me las sabía todas. Uno nunca se las sabe todas.

- ¿Qué es lo más raro que tenés en tu colección de películas?

¡El cine argentino! (risas) No conseguís nada afuera. De las películas de la época clásica se han perdido la mayoría de los negativos. En la Filmoteca hay mucho cine nacional y algunos materiales de tipo mudos que son una rareza total.

- Para cerrar, en el libro citás al gran actor Lon Chaney como el ‘Santo patrón de la Filmoteca’ ¿De dónde surge esta devoción?

(Risas) Cuando empecé en esto tenía un proyector de cine mudo donde pasaba películas cómicas. De las no cómicas la que se conseguía bastante fácil era El fantasma de la ópera, de Lon Chaney. Me parecía un tipo increíble cada vez que veía los esfuerzos que tenía que hacer para parecer otra persona o para interpretar personajes horribles. Y en la Filmoteca era una presencia bastante constante y objeto de deseo, porque queríamos tener más películas de él.

Me acuerdo que la primera vez que viajé a Londres solo, en el ‘92, encontré una revista de coleccionismo donde había un aviso que anunciaba la venta de unas películas en Súper 8. Era lejos, bien lejos. Tomé el tren, hice el viaje de una hora y veinte minutos y cuando llegué había dos viejitos, ante quienes me presento, les comento que vengo de Argentina a comprar Súper 8 y cuando les pregunto qué tienen, me miran con asombro y me dicen ¡Lon Chaney! Tenían una película rarísima, El rengo de Nueva Orleans. Volví triunfante de ese viaje. Quedó por eso y porque, además, una de las primeras funciones con música en vivo que hicimos con Octavio fue El fantasma de la ópera y fue un éxito absoluto, se recontra llenó de gente.