La Sudestada, increíble novela gráfica del argentino Juan Sáenz Valiente, salta a la pantalla grande en una adaptación de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke. La historia original, un policial cargado de humor negro que narra cómo la monótona rutina de Jorge "El Sabueso" Villafañe -un detective privado desalmado al que poco le interesa establecer vínculos con la gente- da un giro brutal tras la aparición de un nuevo caso a investigar -una coreógrafa que atraviesa una crisis creativa en medio de una ruptura de pareja-, queda desdibujada en la versión fílmica. La película se sostiene en las actuaciones de Juan Carrasco y Katja Alemann, en su regreso al cine, que aportan frescura a un guión con buenas ideas, no siempre bien ejecutadas. En diálogo con El Destape, Alemann habló de su regreso al cine, sus obsesiones y nuevos proyectos, y la nostalgia de su pasado rockero.
- ¿Leíste la novela gráfica La Sudestada antes de que te ofrecieran la película?
Primero leí el guión y me reuní con los directores por Zoom, y recién después me acerqué al cómic. Todo este proceso fue en medio de la pandemia. La historia me pareció preciosa, y además -en el devenir de las charlas- se hizo más fuerte la cuestión artística y creativa en torno al personaje de Elvira, que por ahí en la novela gráfica de Juan Sáenz Valiente no está tan desarrollada, y eso hizo que la película gire en torno a la epifanía que tiene el detective protagonista, a quien le encargan investigar qué es lo que está haciendo esta coreógrafa, cuando se topa con todo el trabajo creativo de ella y le provoca una revelación.
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Conecté muchísimo con la historia de La Sudestada porque conozco muchísimo el paño de lo que es el trabajo creativo y todo lo que eso implica: no encontrar el rumbo que querés tomar, que no te salgan las cosas, que no te gusten, estar luchando con vos misma.
- ¿Te genera obsesión el trabajo creativo?
Sí, soy muy obsesiva con el trabajo creativo. Ahora, por ejemplo, estoy preparando un espectáculo nuevo y tengo dos canciones que no canté antes, es material fresco. Entonces, lo primero que me tiene que pasar para estar segura es incorporarlas al punto que no tengo que ni pensar en cómo las estoy tocando. Tienen que estar tan aceitadas y tan metidas adentro mío hasta que las encarno directamente. Y eso me lleva, por supuesto, a tocar todos los días porque de otra forma no logro este propósito.
- En ese sentido, ¿Ves tu paso por Cemento como una escuela?
Por supuesto. Había cosas que hacíamos en Cemento que fueron muy intensas y me marcaron para toda la vida en las búsquedas de creatividad. Se me ocurre la noche de la Independencia del 9 de julio, cuando entré al escenario desnuda, pintada de cobre, encadenada y con una peluca de soga negra, vestida de patria en definitiva. Luego sonaba el himno nacional, estaban las antorchas a mis costados y entre la gente nacía una especie de sensación y sentimiento de algo muy comunitario, de que era posible tener otro país.
Recién salíamos de la dictadura, era el ‘85, y la gente no estaba enterada de nada porque estaban cerrados todos los canales de expresión. Yo venía de vivir en Europa, donde se transitaba una época muy genial, se respiraba un clima de fiesta en la juventud y era todo psicodélico, mientras que acá los tenían a todos en cuadriculado, de gris y azul. Nosotros, con Omar (Chabán), que teníamos más información por mis viajes y porque él era una rata de biblioteca que estaba todo el día investigando, teníamos mucha data y eso llevó a la creación de Cemento.
- ¿De quién fue idea el nombre Cemento?
Quien tuvo la idea del nombre fue Helmut Zeiger, que era el amigo íntimo de Omar, y el concepto lo desarrollamos Omar y yo. Queríamos un espacio muy grande y bailable, y yo insistí en que tuviera dos grandes divisiones: por un lado la barra, con las gradas para poder charlar y tomar algo, y después la pista de baile y el escenario para los recitales.
- ¿Cómo fue la apertura?
Fue una cosa increíble, ¡tremenda! Habíamos hecho mucha difusión con volantes para la inauguración del 28 de junio de 1985 y resulta que ese día, a la tarde, diluvia. La inauguración iba a ser ‘Cemento en obra’, porque no teníamos más plata y necesitábamos empezar a funcionar como para poder reinvertir, y había chapas del techo que estaban rotas…se inundó todo. Omar estaba desesperado, yo ya me estaba poniendo el vestido cuando me llamó y dijo ‘no podemos inaugurar con esta lluvia’. Le dije que inaugurábamos igual y nos pusimos con los secadores a tratar de sacar el agua que había en el establecimiento. La verdad es que era un asco como habían quedado los pisos -todos perdieron sus zapatos (risas)- pero esa noche fue alucinante, deben haber pasado unas cinco mil personas en total por Cemento. Estaba llenísimo.
- ¿Actualmente se perdieron estos espacios de la contracultura?
Están bastante disgregados, hay diferentes iniciativas para diferentes nichos. En la música está el nicho de la música techno, que ahora fue medio reemplazado por el reggaeton. En el teatro hay mucha gente que labura muy bien, hay que saber buscarlos, con producciones chiquitas pero muy interesantes...ahora voy a trabajar en el Art House. Voy a bailar.
- ¿Vas a bailar?
Sí, ahora se me dio por bailar (risas) Me encanta bailar, me conecta conmigo.
- La Sudestada. Dirección: Daniel Casabé y Edgardo Dieleke. Elenco: Katja Alemann, Juan Carrasco, Edgardo Castro. Estreno en salas de cine.