Los tres cortos de Francisco Lezama -Dear Renzo, La novia de Frankenstein (ambos en codirección con Agostina Gálvez) y Un movimiento extraño- ya pueden verse en el Malba, los domingos a las 18, tras el paso glorioso del joven cineasta por la Berlinale, festival de cine donde se alzó con Oso de Oro por su trabajo con Un movimiento extraño. En este tríptico de cortos, Lezama y Gálvez se meten con una de las principales obsesiones de los argentinos: la plata.
“Me encanta la capacidad de contradicción que puede haber en el cine. Jean Renoir decía que los personajes de Shakespeare hablaban distinto según con quién se iban a encontrar. Quizás las películas de Woody Allen podrían ser el ejemplo de esto. Hay algo del enredo que puede generar eso que me interesaba trabajar en los cortos”, señaló Francisco en diálogo con El Destape sobre el tono cómico que le imprimió a estas historias que hoy cobran una dimensión realista (y algo espeluznante) en vistas de los discursos de “fanatización por el dólar” impulsados por el Gobierno de Javier Milei.
¿Cuáles fueron las inquietudes que te llevaron a hacer estos cortos sobre la relación de las personas con el dinero?
- Todo empezó en el verano del 2014 cuando decidimos filmar un corto con Agustina Gálvez, que es la co-directora de Dear Renzo y La novia de Frankenstein. Yo trabajaba en el Malba como asistente de la sala de cine y ella vivía en el exterior, así que teníamos poco tiempo para filmar algo en las inmediaciones de mi puesto. La idea era observar el barrio y en base a eso apareció la idea del turista y la traducción del inglés al español, llevar los pesos al dólar y seguir a personajes que trabajan con turistas y que falsean siempre su modo de vivir porque tratan de pertenecer a una clase un poco más alta de aquella en la que están.
Pero que después, al menos en los personajes que desarrollás, se les terminan vislumbrando sus marginalidades.
- Creo que varía eso… quizás en el tercer corto -Un movimiento extraño- está más presente esta idea de marginalidad en el personaje del arbolito. Quería trabajar con el concepto del arbolito, que es una figura muy típica de quien habita la Ciudad de Buenos Aires. Me interesan ciertas preguntas que abren esos personajes y cómo nos vemos atravesados por esas cuestiones: aunque no seamos arbolitos ni trabajemos como arbolitos, en la vida diaria somos un poco arbolitos y creo que no hay una sociedad como la argentina que sepa tanto de economía en el mundo, como nosotros. Entonces, ahí había algo que me parecía curioso seguir, que es cómo la economía crea un lenguaje común entre personajes.
El arbolito como figura porteña vinculada a la economía nacional también es una metáfora del país en que vivimos: queremos todo para ahora, hay una mayor liquidez en las relaciones laborales. Hablás de estas cuestiones en los cortos…
- En la Argentina el trabajo es precario y la micro timba con el dólar hace que nos volquemos a un capitalismo exacerbado. Por eso lo que estamos viviendo ahora, con toda esta oda a la dolarización que se impulsa desde el Gobierno sumada a la esquizofrenia que ya tenemos, con los vaivenes y con las frustraciones estructurales que tiene la economía acá, es un combo fatal para el desquicie.
¿Cuándo hiciste estos cortos preveías un cambio tan abrupto en el escenario socio político de Argentina?
- No, hoy los veo a los cortos y cobran otra dimensión de lectura. Cuando los escribí se me hacía de fantasía esa realidad, pero pasó el tiempo y aparecieron nuevos personajes mediáticos y lo que sucedió es que lo fantástico pasó a ser un poco realista.
Incluso todo el asunto sexual que figura en el último corto (el arbolito es trabajador sexual) pasó a plasmarse en la realidad post pandemia de muchas personas que eligen vender su cuerpo en Only Fans como contenido pornográfico. No es una discusión en la que entro, pero notaba que en el mundo de los arbolitos había algo medio erótico en el hecho de ver jóvenes con tanto dinero y toda la libido que el argentino promedio deposita en la plata y en el margen de ganancia.
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Es un poco triste cuando lo decís así.
- Por eso yo las llamo comedias tristes a estos tres cortos. De hecho, el final de Un movimiento extraño representa eso, los vaivenes del dólar y cómo afecta eso a los personajes.
Hablemos del titular que te hizo conocido: “un argentino ganó un Oso de Oro en Alemania”. Y ese discurso, vigorizante…
- Haber ganado un premio en el Festival Internacional de Cine de Berlín por el corto Un movimiento extraño fue muy sorpresivo. Generalmente a los latinoamericanos se nos circunscribe a la Pornomiseria o al cine latinoamericano de condición de clases, de barrios cerrados y pobreza, y que una comedia haya captado la atención de los votantes es algo llamativo.
Si hubiese sabido que mi exposición iba a tener ese impacto, creo que me hubiera retraído. Cuando di ese discurso todavía no se había asignado un presidente del INCAA y eso me parecía muy irritante, una falta de respeto muy grande. Yo entiendo que en el INCAA había que cambiar para que esté un poco más en sintonía con la forma de producir en la actualidad.
Una cosa es cambiar y otra bien diferente es romper.
- Estoy de acuerdo. Y que desde el Gobierno haya una cruzada en contra de todos los cineastas, diciendo que las películas argentinas no tienen espectadores me enoja, porque el INCAA genera estímulos para un tipo de cine que no tiene los mismos tiempos que el cine comercial. El INCAA tiene que existir, es un organismo fundamental.