Dueño de una de las filmografías más notables de la historia de nuestro cine, Fernando “Pino” Solanas cierra su trayectoria con un documental en el que explora los misterios de la creación junto a otros dos grandes artistas en la recta final de sus vidas: el actor y dramaturgo Eduardo “Tato” Pavlovsky y el artista plástico Luis Felipe Noé. A partir de temas como el exilio, el compromiso político, las crisis y el deseo, comparten experiencias a la vez que reflexionan sobre el origen de las ideas y el ejercicio material de la creatividad. De estos encuentros con sus amigos salió Tres en la deriva del acto creativo, el trabajo más íntimo del recordado cineasta y político argentino, que se estrenó en salas de cine. Ángela Correa, actriz y viuda de Solanas, dialogó con El Destape sobre el legado de un grande que nos dejó muy pronto.
- Hablemos de tus orígenes, ¿sos de Sao Paulo?
Sí, de la capital paulista de Brasil. Mi papá era del interior de Sao Paulo y mi mamá de Mina Gerais. Me llamo Ángela María como la cantante, coronada reina de la radio por su canción Lembrancas, que también forma parte del documental Tres en la deriva del acto creativo. En una parte canto un pedacito de esta canción que siento grafica mis sentimientos por Pino: “Recuerdo una mirada, recuerdo un lugar, tu rostro amado. Recuerdo una sonrisa y un paraíso que tuve a tu lado. Recuerdo una tristeza que hoy invade mis días”. Desde la película de Pino que empecé a revolver algunos proyectos de trabajo que tenía encajonados, en relación a mis raíces.
- ¿Son proyectos ligados a la actuación, tu oficio?
Sí. Hace unos años empecé a trabajar este tema con una directora chilena pero después de unos viajes ella falleció y a mí la vida me fue llevando para otro lado. Quizás este es el puntapié inicial para retomar estas ideas.
- ¿Cómo se conocieron con Pino?
Lo conocí en el ’90 durante el rodaje de El Viaje, película que filmó en Brasil, Bolivia, Panamá, Argentina. Yo interpretaba un personaje para él. No tenía tantas expectativas con mi rol, no me habían mandado un libreto y no sabía qué le pasaba a mi personaje, por lo que traté de hacerlo de la forma más fresca posible. Y lo que me impactó fue el aura de Pino, con un porte y una luz que continúa vibrando. Me llamó la atención su figura enorme, desde los sentimientos que emanaba hacia afuera. En todos los países que visitábamos, lo recibían con un cariño inmenso. Me enamoró su conocimiento.
- Tres en la deriva del acto creativo muestra una faceta de Pino más filosófica y hogareña, ¿qué cosas le gustaban?
Uno no es una sola cosa y Pino tenía muchas facetas: estaba el Pino cocinero al que le encantaba recibir amigos y compartir una mesa, el amante de la buena música y del compartir con el otro. Al mismo tiempo, era una persona que trabajaba mucho. No tenía sábados, domingos ni vacaciones. Recuerdo que cuando nos tomábamos unos días y viajábamos a Brasil, llevaba varias cosas que tenía para leer o producir. Yo iba sola a la playa, ya que él se quedaba en lugares cubiertos trabajando, siempre cerca del río.
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- ¿Qué te sucedió la primera vez que viste el documental?
El documental es parte de mi familia; las conversaciones que Pino tenía con Yuyo Noé y Tato Pavlovsky, que quedaron registradas en el metraje, son preciosas e íntimas. Tres formas de ver el mundo desde el arte. Eran grandes amigos. Tres en la deriva del acto creativo es una celebración de la amistad. La primera vez que lo vi me asusté porque Pino había incluido una parte en la que yo aparecía cantando. ¡Era algo de entrecasa!, (risas). Él tenía eso, iba siempre con cámara en mano grabando momentos. Mágico.
- Nadie se imaginaba el trágico final que le esperaba a Pino, ¿llegaste a tener una última charla con él?
Lo estuve cuidando en casa tres días hasta que se internó. Cinco días después yo tuve que internarme también. No podía más. Gaspar Noé me ayudó mucho. Siempre hablábamos con Pino, estábamos muy cerca el uno del otro. Pensábamos que lo que tenía Pino era una pequeña infección pulmonar. La noche anterior a su muerte lo visité y charlamos sobre futuros viajes, si nos íbamos a ir a Brasil... Le decía que tenía que cuidarse. Salí del hospital mentalizándome que lo volvería a ver. Eso fue un miércoles. Después, falleció. Me alegra muchísimo poder haber tenido ese encuentro íntimo, de amor y compañerismo.