(Por Ana Clara Pérez Cotten). La decisión de la Academia de Sueca de premiar con el Nobel de Literatura a la escritora francesa Annie Ernaux y de celebrar así su literatura -signada por libros breves, que componen un sistema y que se valen de una primera persona que ilumina una sensibilidad anclada en lo colectivo- generó un manto de reconocimiento y legitimación para los autores que abordan la "literatura del yo" y, a la vez, reavivó varios proyectos editoriales que defienden esa mirada.
Autora de una veintena de libros breves e incisivos que conforman una suerte de saga o de sistema en el cual una obra lleva a la otra, Ernaux usa el material autobiográfico y lo convierte en otra cosa. Abordó la sexualidad desde su vertiente más carnal en "Pura pasión", recuperó la vida universitaria en paralelo a la iniciación sexual en "Memoria de chica", dio cuenta del peso de los mandatos familiares en "Una mujer", se liberó de su matrimonio fallido en "La mujer helada", contó los detalles del aborto al que tuvo que enfrentarse en su juventud cuando era considerado un delito en "El acontecimiento" y en "No he salido de mi noche" narró el Alzheimer de su madre.
Comprometida con el gesto de reivindicar la dimensión política de la intimidad con una obra confesional e introspectiva sin indulgencia, Ernaux, quien se animó a contar un aborto adolescente, el ocaso de su matrimonio, su aventura con un hombre casado o el cáncer de mama para dar cuenta de las ataduras y los traumas colectivos, recibió el Premio en Estocolmo y, en su discurso, interpretó el reconocimiento de la Academia Sueca como "una señal de esperanza para todas las escritoras" y "una victoria colectiva".
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Para ello, recurrió a una comparación de urgente actualidad al remitir a la lucha de las mujeres iraníes y el simbolismo del velo. "Lo vemos hoy con la revuelta de esas mujeres que han encontrado las palabras para acabar con el poder masculino y se han alzado, como en Irán, contra su forma más arcaica. Escribiendo en un país democrático, sigo preguntándome, sin embargo, por el lugar que ocupan las mujeres en el ámbito literario. Su legitimidad para producir obras aún no está ganada. Hay hombres en el mundo, incluso en los círculos intelectuales occidentales, para quienes los libros escritos por mujeres simplemente no existen, nunca los citan", advirtió, consciente de "militar" un tipo de literatura que muchas veces se minimiza o se aborda con condescendencia.
Ernaux aprovechó la oportunidad para dedicar unas líneas a una cuestión que reaparece, con la forma de comentarios escuetos y al pasar, en varios de sus libros: la cuestión biográfica no es un mero giro narcisista, sino una forma de dar cuenta de las grandes cuestiones que cruzan lo más humano y universal. "No pretendo contar la historia de mi vida ni desvelar sus secretos, sino descifrar una situación vivida, un acontecimiento, una relación amorosa, y revelar así algo que solo la escritura puede hacer existir y transmitir, quizá, a otras conciencias y otras memorias. ¿Quién podría decir que el amor, el dolor y el duelo, la vergüenza, no son universales?", se preguntó en el discurso que leyó al recibir el premio.
De todos esos disparadores confesionales con los que Ernaux edificó su obra, hay dos que le permitieron dar cuenta de una dimensión social y tienen, además, preponderancia en el debate público coyuntural: haber nacido en una familia trabajadora y su condición de mujer. "Para mí, origen de clase y feminismo son dos ejes cruciales a la hora de escribir, atraviesan todo lo que escribo. Escribir es de por sí un compromiso feminista. Pero no ligado al contenido, no porque cuente 'historias de mujeres' sino porque lo hago desde el punto de vista de una mujer, y creo que eso ya contribuye a ampliar el modo en el que se ve el mundo, pone un freno a la concepción masculina del mundo", explicó en el marco de una entrevista la autora, quien pasó su infancia y su adolescencia en Yvetot, un pueblo de unos 7.000 habitantes donde sus padres tenían un bar y una tienda en una zona rural, una atmósfera que recupera en "El lugar".
Autores de renombre internacional como Emmanuel Carrère, Sigrid Nunez, Milena Busquets o Virginie Despentes reconocen en Ernaux la potencia necesaria como para haber marcado sus propias carreras literarias. Y, de alguna forma, el reconocimiento del Nobel también ha derramado en el resto de los autores que, con distintos matices, estilos y trayectorias, edifican una obra a la vera de la autoficción.
Como suele suceder, el premio incrementó el interés de los lectores que también en Argentina se volcaron a las librerías para conocerla más de cerca. Poco era entonces lo disponible de una autora que ya había ganado el premio de la Lengua Francesa 2008 y el Premio Formentor de las Letras 2019. Se podían conseguir las ediciones españolas de Cabaret Voltaire y "Diario del afuera" y "La vida exterior", fueron coeditados en 2015 en un solo volumen por la editorial Milena Caserola. "El acontecimiento" estaba publicado por Tusquets. Tras el premio, a este título se sumaron la reimpresión de "La vergüenza" y "El lugar".
Además, Cabaret Voltaire comenzó a imprimir ejemplares en la Argentina, algo que abarata mucho los costos. Y "La única hija", editado por el sello chileno Los libros de la mujer rota, llegó en diciembre a la mesa de novedades de las librerías argentinas. De esta forma, de a poco pero sin pausa, la lectura de Ernaux puede alcanzar otra categoría de masividad.
Apalancado por la legitimidad que un galardón de esta dimensión otorga, anclado en los intereses y consumos de los lectores argentinos y también en sintonía con cierto clima de época, la llamada "literatura del yo" vivió durante todo el año un reverdecer que se notó, en concreto, en el tinte de varios proyectos editoriales y colecciones. El sello Vinilo, dirigido por Joana D'Alessio y con el trabajo de edición del escritor Mauro Libertella, se afianzó en el mercado editorial con libros breves, pensados para leer "de una sentada", que recuperan historias íntimas con ecos, improntas o sensibilidades colectivas. Ediciones B lanzó "Cerca de la verdad", dirigido por la editora y escritora Magalí Etchebarne, que apunta a usar la experiencia propia como punto de partida literario y que ya publicó títulos de Luciana Cáncer, Natalia Moret, Sol Montero, Sebastián García Uldry y Manuela Martínez.
Pero más allá de las modas editoriales e incluso de lo caprichoso que en definitiva puede ser un gran premio, lo cierto es que aquella acusación de que la autoficción es mera catarsis, marketing personal o ego desmedido ahora puede ponerse en duda con sobrados argumentos.
Con información de Télam