Dujovne Ortiz: "Utilizar la escritura como una descarga emocional es quitarle dignidad"

23 de mayo, 2023 | 14.16

(Por Carlos Aletto) En "Andanzas", la trilogía autobiográfica escrita por Alicia Dujovne Ortiz que recopila dos de sus libros anteriores, "El árbol de la gitana" (1995) y "Las perlas rojas" (2005), junto con la presentación de un texto inédito llamado "Aguardiente" (2022), la escritora narra experiencias disímiles como tener una madre de la aristocracia criolla y un padre judío formado en Moscú como agente de agitación sindical o ser escritora y feminista y, para eso, recupera historias de sus antepasados, consciente de haber creado un bello objeto literario, porque sabe que "utilizar la escritura como una descarga emocional sería quitarle dignidad".

La trilogía autobiográfica de Dujovne Ortiz, publicada por Equidistancias, es un claro reflejo del amor y el respeto por la escritura literaria. La primera imagen que tuvo la autora al comenzar a escribir "El árbol de la gitana", según confesó a Télam, fue la de tejer una colcha de colores distintos: "Uno por cada antepasado, para protegerme del frío en el lugar ajeno". Esta imagen y estos colores lingüísticos aparecen en los tres libros que componen este volumen.

En el libro, Dujovne Ortiz crea un espacio agradable para el lector, que presencia cómo la escritora repara los desgarros "envolviéndose" en los antepasados para buscar abrigo, lo cual fue un modo de repararse a sí misma gracias al ejemplo de lo que ellos habían vivido.

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En este libro sobre su vida están las otras muchas vidas y también "las vidas de ella", que son plurales. Los tres libros del volumen llevan al lector a disfrutar de la lectura reparadora en la medida en que es testigo de cómo se unifican los desgarros como parte de un pasado común porque otros antes que la autora han sufrido lo mismo.

La escritora, nacida en 1939 en Buenos Aires y que se instaló en Francia en 1978, traducida a más de veinte idiomas, describe en "Andanzas" cómo el sentimiento de pertenecer a un grupo humano, variado y contradictorio, le daba sentido a la ruptura y hasta la dotaba de cierta lógica, como si de algún modo esta fuera natural, e incluso deseable. En el cuento con el que termina la primera novela del volumen, el rey le dice a su hijo que el corazón, para avanzar, debe estar en pedazos.

Dujovne, con su escritura, reconstruye el suyo y el de los lectores.

T.: ¿Cómo comenzó la investigación para reconstruir los antepasados que forman el núcleo de esta trilogía autobiográfica?

A.D.O.: Recordando las leyendas de familia y tratando de verificarlas lo más posible con datos históricos. Fue por eso por lo que a partir de ese momento me interesé por la historia y escribí biografías o novelas históricas: esa investigación, minuciosa y obsesiva, me dio un placer equivalente al de la escritura. Por ejemplo, mi madre, Alicia Ortiz, verdadera narradora de este libro, me contaba que su bisabuelo Oderigo, un marino genovés, llegó al Río de la Plata en 1826 invitado por Rivadavia para formar una flotilla fluvial que uniera los puertos de Buenos Aires y de Asunción del Paraguay. Era evidente que la Guerra de la Triple Alianza, o Infamia, ya estaba dibujada en ese proyecto, al que el tirano Francia y, en menor medida, los López se oponían, pero el dato no me bastaba: necesitaba encontrar el apellido Oderigo escrito negro sobre blanco, y no paré hasta no verlo mencionado en un viejo folleto titulado "Marinos genoveses que navegaron por el Paraná", hallado en una biblioteca de estudios latinoamericanos de París. Esta trilogía parece imaginativa y lo es por la escritura, pero detrás de cada línea hay horas de búsquedas.

T.: ¿Cómo abordó la metaescritura en Aguardiente al referirse a las dos novelas anteriores?

A.D.O.: Esas dos novelas, "El árbol de la gitana" y "Las perlas rojas", habían sido escritas y publicadas entre finales de los 80 y principios del 2000. Estaban agotadas y, en mi opinión, olvidadas. Había además otras dos, mis dos primeras, "El buzón de la esquina" publicada por una editorial pequeña, Calicanto, que duró poco, y "El agujero en la tierra" publicada por Monte Ávila de Venezuela que no se conoció en la Argentina. En "Aguardiente" intenté "rescatarlas" igual que a los antepasados, citando párrafos de algunas de ellas y continuando la narración comenzada en las dos con que comienza el ciclo, aunque de otra manera o desde otro lugar: el de la casa de campo, aislada en el centro de Francia, donde viví completamente sola durante los últimos once años, y el de la vejez que también es otro lugar. Reescribirlas o al menos citarlas desde esa nueva distancia equivalía a darlas a conocer y a albergarlas, remozadas, dentro de este libro, como si "Aguardiente" y en general la trilogía fueran un Arca de Noé literario donde entraban todos, los antepasados y los libros. Una suerte de ejercicio de fidelidad o de lucha contra el olvido (en los que por otra parte estoy embarcada en relación con mi madre, Alicia Ortiz, y con mi padre, Carlos Dujovne, oscurecidos o "recortados de la foto" cuando abandonaron el Partido Comunista en 1946), que requerían de una escritura más próxima al lector, más atenta a las preguntas que él podría formularse, tratando de que éste captara lo esencial de la historia.

T.: ¿Cree que las generaciones transmiten un dolor antiguo y que una persona de esa familia puede sanar?

A.D.O.: Me ha sucedido varias veces sentir sobre mis hombros la carga de un dolor demasiado pesado para ser solo mío. Era algo casi tangible, ese sufrimiento era de ellos y yo lo llevaba encima, sin poder hacer gran cosa, salvo darme cuenta de que tanto dolor me sobrepasaba. Espero que sacarlos a la luz gracias a la escritura pueda ser sanador para quienes nos lo transmiten, pero eso ni yo ni nadie puede saberlo. Con respecto a mi propia vida, escribir me hace bien, es claro, pero no lo veo como una terapia sino como la creación de un objeto bien hecho, lo más perfecto posible. Utilizar la escritura como una descarga emocional es quitarle dignidad.

T.: ¿Cómo conformó las diferentes historias que se entrelazan en las novelas? ¿Son historias que surgieron de forma independiente o ya había un plan de escritura desde el principio?

A.D.O.: Ambas cosas. En principio surgieron de forma independiente y en un segundo momento, al encontrarme con ellas planifiqué el texto, traté de organizarlo, de estructurarlo. Fue un trabajo largo que me llevó años de dudas, de idas y venidas, sobre todo en la "Gitana" y en "Aguardiente". Siempre he trabajado mis novelas y biografías sobre la base de un plan, que después va cambiando pero que básicamente está sobre la mesa y me sirve de guía. Nada de eso era posible frente a mi propia vida, sobre la que evidentemente no tenía la misma claridad, a la que fui descubriendo mientras la escribía y que en ocasiones se desarrolló en forma paralela a la escritura, como si vida y escritura fueran dos caballos que trotaran juntos, uncidos al mismo yugo.

T.: ¿Cómo fue la experiencia de regresar al lugar donde partieron sus ancestros?

A.D.O.: Fundamental y muy aconsejable. Nada es lo mismo después de ver con los propios ojos el sitio del que provenimos, porque ese sitio lo explica todo, los motivos del viaje de los abuelos o los tatarabuelos, el porqué de su partida y del transcurso de sus vidas al marcharse de allí. Sobre todo porque esos abuelos o tatarabuelos solían callarse, nos privaban de un relato necesario pero que por algún motivo les era imposible formular. Yo sabía que mis abuelos paternos eran de algún lugar que no figura en el mapa llamado Besarabia. Por suerte conocía el nombre del pueblito, Kurilovich, que resultó ucraniano. Era un lugar muy triste, muy pobre, un lugar para irse. De los orígenes españoles de mi madre no sabía nada, hasta que un pariente lejano encontró el nombre: San Pedro del Romeral, en Cantabria. Era también un pueblito triste, hecho para dejarlo atrás. Por supuesto que los Dujovne, judíos ucranianos que fueron a las Colonias del Barón Hirsch en el 1900 no se parecían a los Ortiz de la Torre, colonizadores que también fueron a parar a Entre Ríos en el siglo XVIII, pero los pueblos de los que se fueron los definen de la misma manera.

T.: ¿Hay algo en toda esta escritura de "Andanzas" que evita que una persona muera "por segunda vez"?

A.D.O.: El que muere por segunda vez es el muerto al que nadie recuerda. Quizás recordarlos a través de la escritura les impida morir dos veces, pero seguramente muchos otros rituales obtienen el mismo resultado, aunque solo se trate de encenderles una velita, cosa que también intenté. Pero si me pongo en el lugar de mi padre, mi madre, mis abuelas hasta llegar a los choznos y más allá, quiero creer que ser nombrados en este libro les encenderá una chispita, por no decir que les provocará una sonrisa.

T.: ¿Espera que "los que vendrán", a quienes también dedica el libro, retomen la escritura en algún futuro?

A.D.O.: La retomarán de todos modos, viviendo. Si quieren proseguir con la escritura, bienvenidos, si no, de todos modos, cada uno de sus gestos y de sus acciones agregarán algo al relato, distinto, suyo e irreemplazable.

Con información de Télam