La aventura de adaptar a Paul Auster junto a Paul Auster

26 de febrero, 2022 | 15.30

(Por Eva Marabotto) La película “El país de las últimas cosas”, que el próximo jueves estrena en cines nacionales el director Alejando Chomski, está basada en la novela distópica del mismo nombre del escritor estadounidense Paul Auster, con quien el realizador trabajó durante 20 años para conseguir el financiamiento y escribir el guion, que tuvo 17 versiones. “No sólo corrigió cada una de las versiones de los guiones sino que vio los 14 montajes que hicimos hasta llegar a la edición final. Por eso es una película que construimos juntos”, confiesa el director, quien buscó construir en el film una parábola sobre la destrucción de la naturaleza a manos del hombre.

“El país de las últimas cosas” se publicó en 1987 y está situada en un espacio no identificado y en un tiempo poco preciso, pero no demasiado diferente del actual, en el que el sistema parece haber colapsado: no hay alimentos suficientes y los ciudadanos se dedican a hurgar en la basura para encontrar qué comer, pero además no hay viviendas y los cadáveres de quienes mueren son usados por el Estado para producir calor. En medio de ese escenario sombrío surge la historia de amor de la protagonista Anna, que llega a buscar a su hermano desaparecido, y Sam, un periodista empeñado en poner en palabras el caos que lo rodea.

“La ciudad parece estar consumiéndose poco a poco, pero sin descanso, a pesar de que sigue aquí”, le cuenta Sam a Anna en la extensa carta que le escribe a un amigo de la infancia y que constituye la novela. Su descripción de aquel lugar al que llegó en busca de su hermano William se traduce, en el film de Chomski, en algunas escenas de miseria y devastación que el blanco y negro potencia y convierte en una metáfora universal, con reminiscencias de “Stalker” de Andrei Tarkovski.

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La película, que se presentó en el Festival Internacional de Mar del Plata en noviembre de 2020 pero llega recién ahora a las salas de cine, comenzó a gestarse en 2002, cuando Chomski y Auster compartieron algunas cenas y charlas en una Buenos Aires que aún sufría las consecuencias de la crisis de 2001 y cuyas primeras ideas para adaptar la novela al cine tenían como referencia las imágenes que se cruzaban cotidianamente en las calles. Pero el paso del tiempo y las dificultades para lograr financiación y realizar el film convirtieron a la historia en una parábola de carácter universal, en coincidencia con lo que sucede en la novela.

-Télam: En tu reciente libro “El libro del desvarío humano” contás el comienzo de tu relación con Paul Auster y la propuesta para adaptar su novela que data de hace exactamente 20 años.

- Alejandro Chomski: Sí. Unos amigos en común le habían sugerido a Auster cuando vino a la Feria del Libro en 2002 con su esposa, Siri Hustvedt, que me contactaran para conocerme. El último día estábamos tomando un café y vimos por la ventana un grupo de cartoneros con carros de caballos. Ambos coincidimos en que parecía una escena del comienzo de su novela “El país de las últimas cosas” y surgió la idea de adaptarla.

-T.: Pero Auster se involucró en el proyecto al punto tal de coescribir el guion…

-A.CH.: Fue guionista y coproductor, y me ayudó a buscar financiación. Él estuvo en cada momento de la película. Nos mandó un audio al comienzo de la filmación. La vio con su esposa, su hija y el novio de ella ni bien estuvo terminada y a todos les gustó mucho, pero era esperable porque él tuvo una gran participación. No sólo corrigió cada una de las versiones de los guiones sino que vio los 14 montajes que hicimos hasta llegar a la edición final. Por eso es una película que construimos juntos. Para mí fue una aventura pero también para Paul. Estos años los vivió con la misma intensidad que yo, con todas las postergaciones, la pandemia y todo.

-T.: ¿Cómo fue la experiencia de escribir junto a Auster, incluso en su estudio de Nueva York durante alguno de tus viajes?

- A.CH.: De esa convivencia rescato un aprendizaje: la búsqueda de la precisión y la brevedad. Me di cuenta que el trabajo del escritor es precisamente reducir la información lo máximo posible para no aburrir al lector y, al mismo tiempo contarle todo lo que tiene que saber.

-T.: Curiosamente, aunque la idea de hacer la película surgió de la situación de la Argentina post crisis de 2001, se concretó en una historia que no tiene referencias para localizarla en el tiempo ni en el espacio.

-A.CH:: En la primera versión del guion y en la devolución de Auster que me llegó con las correcciones seguíamos pensando en que transcurriese en la Argentina. Pero después el país cambió y ya no fue “el país de las últimas cosas” y ese lugar pasó a ser Grecia. Y luego Haití, Venezuela y Portugal que tuvo corridas y la Unión Europea salió a rescatarlo porque sino caía el euro. Al final nos dimos cuenta por una doble operación de sentido común y de descarte que la novela tiene el peso de lo atemporal, que no la podíamos anclar en ningún lugar.

-T.: ¿Para darle esa universalidad elegiste actores de distintos países? Juieta Diz es argentina pero Christopher Uckermann es mexicano, María de Medeiros es portuguesa, Margaux Da Siva es brasileña y hay intérpretes italianos y franceses…

-A. CH.: Fue parte de la lucha para que no estuviese anclada en ningún lugar. Filmamos en República Dominicana, si lo hacíamos con intérpretes dominicanos iba a quedar fijada en ese espacio. Así que buscamos de todas partes. Cada actor traía su idioma pero traía atrás toda su cultura. De algún modo, la magia de una obra como “Stalker” de Tarkovski es que no tiene referencias temporales ni espaciales. La podrías ver hoy y dentro de cien años y la metáfora es la misma.

-T.: ¿Cómo modificó la pandemia la interpretación de la película ya que esa situación de desolación y muerte cotidiana no parece tan distópica?

- A.CH.: La pandemia llegó cuando la película estaba en posproducción y lo transformó todo. Ya no era una distopía ni ciencia ficción sino quizás neorrealismo italiano. Ya no hay "un país de las últimas cosas". Todo el mundo lo es. Todos los días anuncian la cantidad de muertos y hay gente que muere en los pasillos. Así que tuvimos que esquivar a la pandemia en el mundo narrativo y mantener la idea de lo atemporal y de lo abstracto, y para eso nos ayudó el hacerla en blanco y negro.

-T.: Para acentuar esa idea de lo metafórico, de la historia como parábola mantuviste la cita de Nathaniel Hawthorne que da inicio a la novela y habla del ingreso a la ciudad de la Destrucción…

-A.CH.. Confieso que no había leído a Hawthorne y Auster me habló de él así que comencé a leerlo. Él vivió entre 1800 y 1860 y vivió el inicio de la revolución industrial y la creación del capitalismo y el proletariado y las fábricas, y también la injusticia y la explotación y el hambre así que, de algún modo él estaba hablando de todo eso. Hawthorne vio en su momento lo que vio Auster en 1987 cuando escribió la novela y lo que yo vi en la Argentina de 2001.

-T.: Es la parábola de un sistema en decadencia…

-A.CH:: Creo que el avance progresivo de la democracia capitalista no se dio sin ciertos elementos de destrucción que convierten a esa democracia en estados opresivos donde la mayoría de la población tiene hambre o estados que pueden ser invadidos por otros como el ucraniano en estos días. Lo que muestra Hawthorne, Auster y la película es la desintegración de las instituciones y del sistema.

-T.: En la novela y también en la película se ve la acción del hombre en esa destrucción de su entorno.

.A.CH.: El ser humano está destruyendo la naturaleza y la naturaleza responde. Hay consecuencias. Un tsunami es por el cambio climático. Los fuegos en Corrientes también. La naturaleza te devuelve cuando la maltratás. Eso es lo que plantea la película que al no cuidar a la naturaleza el hombre no se está cuidando.

-T.: Sin embargo, hay una gran historia de amor.

-A.CH.: Hay una gran historia de amor entre los protagonistas que se desarrolla en el medio del caos y la desolación como en otras películas como “Doctor Zhivago” o “Reds” en las que hay amor en el medio de un caos o una guerra o el apocalipsis como en esta película, la paradoja del mundo que mostramos en una situación tan frágil es que Anna llega a una ciudad sola, con el deseo de encontrar a su hermano y logra armar una familia con amor. La moraleja es que el amor sigue siendo la respuesta más positiva a las desgracias del mundo

-T.: En la historia hay un grupo de gente capaz de ocuparse de los demás, de ser solidarios en medio del autoritarismo.

-Sí. Siempre hay una respuesta de la sociedad civil. En estos días tenemos a Santiago Maratea juntando dinero para Corrientes. El personaje de Victoria en la novela y en la película es Santi Maratea en un sentido metafórico. Siempre hay una red. Los enfermeros y los médicos que se dedican a curar gente que los puede contagiar son los héroes. La protagonista de la película, Anna Blume es nuestra heroína porque no se da por vencida porque quiere encontrar a su hermano.

-T.: El hecho de que el hermano está desaparecido tiene una connotación bastante especial en la Argentina. No representa una distopía sino un hecho del pasado reciente.

-A.CH.: Sí. Ahí quisimos con Auster hablar del tema. Hasta que no encontrás el cuerpo de una persona no está muerta porque su cuerpo no está. Auster quería más detalles sobre esta cuestión del asesinato de civiles por parte del Estado que ocurrió en nuestro país y lo hablamos mucho. Encontramos similitudes con lo que pasa en la novela. Anna vendría a ser una Madre de Plaza de Mayo. Ellas tuvieron un coraje increíble. Las rondas de los jueves eran un gran riesgo para ellas. La fuerza de las Madres es la fuerza de Anna Blume. No la podés detener.

Con información de Télam