En el museo de la Colección Fortabat se da un fenómeno particular. Dos exposiciones entran en un diálogo intergeneracional afectivo y formal.
La exposición principal es una antología de la artista Emilia Gutiérrez (1928-2003) curada por Rafael Cippolini que recorre los únicos diez años de producción pictórica de esta artista. Discípula de Demetrio Urruchúa e integrante junto Grupo del Plata, expuso en famosas galerías de la época, Lirolay y Van Riel.
Una artista que se mantuvo en los márgenes del canon del arte argentino de la segunda mitad del siglo XX pero que tan solo con sus cuatro exposiciones de pintura plasmó un imaginario singular, dotado de una melancolía atravesada por trastornos mentales. "Los colores me dicen cosas" afirmó Emilia a su psiquiatra y nunca más volvió a pintar.
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El recorrido de la muestra guía pausadamente y conduce al espectador a una obra que torna de melancólica a delirios ensoñados.
Una escalera hacia el segundo piso genera una pequeña pausa y separa la muestra de Emilia Gutiérrez con la del piso de arriba, donde pareciera ocurrir un nudo temporal respecto de la exposición principal.
"Las casas de las niñas inusuales" es la exposición de la artista Verónica Gómez (1978) que presenta una treintena de pinturas en las que retrata mujeres en entornos hogareños densos, sobrecargados y particulares.
Personajes femeninos de expresiones desabridas posan con extrañas mascotas (gatos egipcios, topos nariz estrellada, nautilus, ranas negras de lluvia africana, entre otros peculiares acompañantes) y en ocasiones fundidas con sus mascotas y objetos de apego, como mimetizadas (un erizo que en verdad es una corona espinosa, niñas cabra con vestimenta que también parece ser un capitel ornamentado, piernas transmutadas en antiguos muebles y demás abominaciones).
Inquietantes presencias nos devuelven miradas displicentes y mágicamente nos envuelven en su mundo anacrónico y del que queremos saberlo todo.
En el diseño de montaje, las pinturas se expanden en fragmentos de ambientes con decorados antiguos a los que popularmente se les dice "casa de viejo": Empapelados, cortinas pesadas, mobiliario torneado, molduras y guardas cinceladas.
Los decorados fungen de expansión de los cuadros y se presentan como segmentos parciales y diversos, lo que le da a la sala un aire a esas falsas ambientaciones de locales de decoración que componen rincones a modo de muestra.
En un gesto inesperado, la artista coloca estas escenografías como espacios que contienen los cuadros que muestran monstruosas niñas y sus aún más monstruosas mascotas, uniendo así dos palabras similares, pero desentendidas: un monstruario dentro de un muestrario.
Nos tienta a adentrarnos en las casas de las niñas inusuales, de las cuales solo nos convida de un rincón, de un pedazo de habitación, un listón de pared, un pedazo de cortina a correr.
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El fenómeno más fuerte se da entre las exposiciones. En la conexión palpable entre Emilia y Verónica. Gómez reclama la herencia sensible y temperamental de Gutiérrez. Una melancolía anacrónica que aflora en los retratos con miradas desairadas, donde está el significante de este trasvasamiento generacional.
Las exposiciones se pueden visitar de jueves a domingo, de 12 a 20hs. en la calle Olga Cossettini 141, Puerto Madero.