(Por Claudia Lorenzón) Con una obra que busca interpelar a través de la ironía y el humor, el artista chileno Nicolás Miranda, que este año provocó gran revuelo en España al emplazar en el espacio público una escultura del rey emérito Juan Carlos I con un rifle amenazante que simulaba apuntar a la célebre estatua El Oso y el Madroño, intervino lugares de la ciudad de Buenos Aires de gran carga simbólica como Plaza de Mayo o el Palacio de Tribunales con esculturas de Juanito Laguna, una joven marginal y un policía federal, en un gesto político destinado a resignificar el entorno y provocar respuestas.
En Madrid, la escultura del monarca convocó a una audiencia de casi 7 mil personas que transitan cada hora por la Puerta del Sol, en una operación visual similar al situacionismo francés y a las del grupo vanguardista argentino Arte de los Medios, que habla sobre la posibilidad artística y política de tomar algún objeto creado por el capitalismo y el sistema político hegemónico y distorsionar su significado y su uso original para producir un efecto crítico.
Aquella puesta impactó entre los españoles dado que la figura de Juan Carlos I trascendió en el último tiempo debido a sus problemas judiciales tras admitir que manejó fondos sin declarar al fisco, y porque ha sido criticado por su lujuriosa vida privada y por su afición a la caza de animales en peligro de extinción como bisontes, elefantes y osos.
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Miranda dice que esa incursión en España generó las primeras reacciones en Chile, cuando trasladó la escultura del monarca para ponerla en maletas, y se pregunta desde su práctica "cómo un gesto tan mínimo puede generar esta explosión, cómo una escultura, una estructura estatuaria tan clásica, tan sosa, puede en un gesto contemporáneo de relectura del entorno generar tanto impacto".
En el caso de Argentina, con el nombre de "Gente en su sitio, o tentativas de una noble igualdad", Miranda tomó las figuras icónicas y a la vez anónimas de un niño de una villa miseria, representado en Juanito Laguna (la célebre creación del artista rosarino Antonio Berni), la de una joven marginal o "chica turra" -como dice el artista- y la de un policía tomándose una selfie, para instalarlas durante un breve lapso de tiempo, a lo largo de 16 días, en lugares de gran carga simbólica como Palacio de Tribunales, el Paseo de la Historieta, Plaza de Mayo, la Plaza Once, un Espacio de la Memoria, la Facultad de Derecho y el Malba, entre otros.
El artista juega con "el contrapunto" que pueden llegar a provocar las esculturas de Juanito, la chica y el policía, junto a imágenes de personajes del espectáculo, de tiras cómicas o de escritores célebres, distribuidas a lo largo de la ciudad de Buenos Aires, como las de Olmedo y Porcel, Mafalda y Larguirucho, o Jorge Luis Borges. Miranda apuesta a la oposición entre lo anónimo y lo célebre, y espera la reacción ante la presencia de figuras que atraviesan socialmente a los argentinos: los famosos junto a un niño pobre y su perro; la imagen de una chica con flequillo rolinga y un chicle globo que sale de su boca, en el frente del Malba; o la escultura del policía tomándose una selfie en un sitio que evoca la memoria, provocan humor, ironía o incomodidad.
"Me acoplo y camuflo a la dinámica de las figuras escultóricas ya existentes y esparcidas en Buenos Aires. La operación implica apropiarme e instalar personajes anónimos a través de los códigos del espectáculo -instalar algo donde se supone que no va-, donde ese cruce puede ser paradójico y violento. Un turista sacándose una foto con Juanito Laguna, o el policía a metros de los senegaleses en el Barrio Once Tiene que ver con el aparente antagonismo que termina dando coherencia a las intervenciones, explica Miranda.
"Me interesa el impacto político de las obras, como un fenómeno comunicativo en si mismo, que da lugar, por ejemplo, al humor. La observación del entorno es un gesto político, así como tomar elementos de la realidad para cambiar la lectura y las figuras que se toman", dice el artista al explicar la finalidad de su arte de naturaleza pop que busca provocar al observador.
El proyecto, enmarcado en la dinámica artística contemporánea conocida como site specific, se desarrolla durante breves minutos cuando Miranda instala la escultura -hecha de telgopor, poliuretano, masa modelar y óleo- en el lugar elegido y la deja por unos diez minutos, durante los cuales las personas que la observan reaccionan con sorpresa, humor o incertidumbre.
El derrotero en la ciudad de Buenos Aires comenzó ayer al instalar la escultura de Juanito Laguna y su perro junto a la de Mafalda, Susanita y Manolito, en Defensa y Chile. Sentado en el piso y "con una mirada displicente y distraída" la escultura del niño humilde creado por Antonio Berni, compartió algunos minutos con la ingeniosa creación de Quino, ante la mirada de turistas y vecinos que tuvieron como gesto tomar una foto, alejarse del lugar o simplemente mirar sorprendidos.
"Para mí Quino es un referente, no solo por Mafalda, sino por los libros que hizo después, que tienen humor negro y usa la imagen como un fenómeno lingüístico de manera brutal. Por otro lado, tiene que ver con el gesto o la operación del acople con elementos que ya existen en el entorno, en este caso está Mafalda y otros personajes de historieta, que son niños al igual que Juanito Laguna", explica el artista a Télam.
"Trabajo desde la realidad, y la realidad es que existen estas esculturas de personajes de ficción, y el hecho de que un niño de villa y clase media se unan desde el arte responde a la ficción, incluso al absurdo", dice Miranda.
En el periplo elegido por el artista, la escultura de Juanito posó unos pocos minutos y luego con la ayuda de colaboradores regresó a sus criaturas al viejo PH de San Telmo donde vive por estos días. Allí, tomaron la escultura del policía, de 1,70 de altura, la envolvieron en polietileno negro aunque, apenas algunas partes asomaron por la puerta de calle, causó curiosidad en un taxista que pasaba con su vehículo por el lugar, un hombre con anteojos espejados que iba con su carrito de compras y otro hombre sentado en la vereda de enfrente.
Sobre un carro de metal, la escultura partió hacia el sitio de Memoria Club Atlético, en avenida Paseo Colón, entre Cochabamba y San Juan, en cuyo sótano permanecieron secuestradas 1500 personas perseguidas por su militancia política, social y sindical durante la dictadura, la mayoría de las cuales continúa desaparecida. El paisaje cambió completamente en este traslado: el artista y su acompañante dejaron atrás las turísticas calles de San Telmo e incursionaron por una zona donde la pobreza de la ciudad se hace más evidente, con una escultura de mayor peso y altura.
Una vez ubicada debajo de la autopista, la figura del policía tomándose una selfie impactó en un hombre en situación de calle que reaccionó diciendo que hacía diez años que pasaba por el lugar y nunca lo había visto, asumiendo que era parte del sitio de memoria y no una intervención, mientras que para otro, la figura representaba "la represión y el goce".
"En el espacio de Memoria, el sentido se activó también por oposición", dice Miranda al reflexionar sobre la presencia de la imagen de un policía en ese lugar. "No solamente están los antecedentes de gatillo fácil, lo que pasó en el obelisco, la semana pasada, sino también el giro que está tomando Argentina después de las elecciones, entonces justamente ese contrapunto del policía y el entorno es coherente", afirma.
Miranda se formó en Bellas Artes con mención en Escultura en la Universidad ARCIS y con un Magíster en Artes mención Artes Visuales de la Universidad de Chile. Su trayectoria ha estado marcada por importantes reconocimientos y exposiciones que evidencian su compromiso con el arte contemporáneo.
En 2010, obtuvo el primer lugar del concurso para artistas jóvenes Cabeza de Ratón del Museo de Artes Visuales con su obra Easy. Esta pieza consistía en un diorama que imaginaba cómo sería si una obra de Jeff Koons estuviera expuesta en una sala en Chile. Con esta propuesta, Miranda demostró su habilidad para crear obras que dialogan con el arte más actual. Un año después, realizó una residencia artística en la Galería Meridión Arte Contemporáneo, de Buenos Aires, donde expuso su obra Sin pena ni gloria. En ella, el artista exploró nuevas técnicas y materiales para desarrollar una propuesta que refleja su inquietud por las formas y los volúmenes.
En 2013, presentó "La gran vitrina", una muestra que representó en miniatura a personajes reales de la escena artística nacional. Esta obra formó parte de la curatoría "Circuito Temporal" de Galería Temporal y se destacó por su originalidad y capacidad para interpelar al espectador.
"Gente en su sitio, o propuestas para una noble igualdad", culminará su periplo porteño con una exposición en la Galería Pabellón 4 -Juan Ramírez de Velasco 556, Villa Crespo- del 20 de octubre al 30 de noviembre.
Con información de Télam