Una muestra colectiva que busca desandar los imaginarios sobre Isla Maciel

23 de febrero, 2023 | 19.42

(Por Marina Sepúlveda) El Museo Comunitario Isla Maciel, ubicado en el sur de Avellaneda frente al barrio de La Boca, inaugura mañana la muestra "Plan Puente", una gran instalación que fusiona estéticas y vincula el hacer del barrio ribereño con sus murales y paseos desde la mirada de seis artistas argentinos, brasileños y venezolanos que concretan un proyecto de la artista y gestora Karina Claramunt, nacido desde la Diplomatura en Gestión de Proyectos Culturales LGBTI+.

La instalación colectiva "Plan puentes" tiene un inicio peculiar: comienza en un punto de reunión en el reinaugurado transbordador del viejo Puente Nicolás Avellaneda, que del lado de La Boca se ubica en la Avenida Pedro de Mendoza y Almirante Brown.

Se trata de una oportunidad para salir de la rutina y emprender un paseo "turístico cultural" que se vuelve tránsito encarnado hacia la otra orilla, y al que se llega caminando por el puente nuevo y su paso peatonal, por encima del Riachuelo, o en uno de los dos botes que aún persisten de esos más de 40 que solían cruzar a vecinos y paseantes.

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Un recorrido que comienza en uno de los barrios más turísticos y coloridos de Buenos Aires hasta llegar a la actual sede del Museo Comunitario Isla Maciel, nacido en 2014 como autogestivo, comunal y horizontal: en síntesis, a puro pulmón.

La iniciativa busca reinstalar el barrio revirtiendo un imaginario social estigmatizador desde un proyecto de largo aliento impulsado desde el territorio, desde la propia comunidad, en defensa de su identidad y memoria.

La muestra "Plan puentes" asocia videoproyecciones, fotos, pintura, escultura, cerámica, oratoria y música; propuesta de artistas nacionales e internacionales del colectivo LGTBIQ+ concebida por Karina Claramunt.

El proyecto surgió de la segunda cohorte de la Diplomatura en Gestión de Proyectos Culturales LGBTI+ organizada por el Ministerio de Cultura junto al de las Mujeres, Géneros y Diversidad y la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

Claramunt, oriunda de Quilmes es egresada de artes visuales de la UNA, y estando radicada en España, mientras cursaba la diplomatura, encontró un tema que podría salvar distancias: San Telmo, el barrio porteño en donde vivió muchos años y ese otro San Telmo, el pueblo de Mallorca. La conexión del nombre de lugares "completamente opuestos", diferenciados desde lo "cultural" y por "la vegetación y la playa" de esa otra isla, le permite establecer un paralelismo, un vínculo con la Isla Maciel como receptor de la muestra: "Nací en Quilmes y toda mi vida crucé el puente hasta capital, como intentando conectar estas dos partes", y desde esa idea de "soy del conurbano, pero necesito las luces de la ciudad, la cultura, también preciso volver y respirar, ese fue el disparador del proyecto", resume en diálogo con Télam.

"Hace 10 años que no vivo en Argentina y necesito de alguna manera seguir en esta conexión con las cosas nuestras", dice, por lo cual invitó a artistas de otros países a participar de la exposición, buscando en esa diversidad de procedencias y lenguajes reunir "en la isla como la frontera, territorio, que nos contiene de alguna manera".

Seis artistas, como esos personajes en busca de autor del legendario dramaturgo Luigi Pirandello, buscan un espacio común y proponen una acción rizomática, entrecruzada, subterránea, dialógica, en la muestra de arte multidisciplinario a partir de una instalación que las aúna en el espacio del museo que guardó parte de su patrimonio para recibir esta exposición.

Una experiencia que reúne a artistas de Argentina, Brasil, España, y Venezuela, y de la que participan la española Inma Jiménez Collado, la filósofa brasileña Marcela Tavares, la ceramista Cecilia Ojeda, así como Yanina Foco de La Boca, y el músico y compositor venezolano Del Siervo (Alejandro Silva Diez) radicado en La Plata, y por supuesto Claramunt.

"¿Cómo se vincula el arte con la isla? El arte que presentamos está directamente vinculado con los territorios de origen de cada uno, soñado o proyectado, mostramos la relación en este movimiento constante entre el lugar de origen de donde estamos y donde necesitamos a veces estar, con la necesidad de ir y venir", describe al tiempo que afirma que lo suyo no es quedarse "quieta en un lugar". Y prosigue: "Nos vinculamos con la isla como símbolo de frontera, como el lugar que nos hace transitar de un estado a otro, como refugio y como punto intermedio, entendiendo que estos lazos que intentamos generar entre ambas partes son fundamentales para la expansión colectiva", cierra.

¿Y cómo se concibe esa expansión? "Desde lo lo rizomático -sostiene- no hay principio ni fin y la idea es que se siga moviendo (el proyecto) y que pueda trasladarse a España en algún momento, a Brasil, pero en lugares barriales donde la gente pueda acercarse e intercambiar", refiere.

A su vez indica, que en la muestra participa gente con trayectoria y otros que por primera vez lo hacen, porque "no creo en esto del arte de que si tenés experiencia podes exponer, la idea es que todos podamos participar, visibilizarnos entre nosotros, conocernos también". Por ejemplo, dice "la gente del museo me presentó a Yanina Foco de La Boca, que no conocía, y de este modo se fue articulando la participación, "entre todos".

"Es una instalación con telas grandes, es un todo", montado en forma colectiva "como si fuera una pieza de escultura que se va transformando y creando un nuevo bicho", donde están presentes las fusiones, apunta.

"La intención es que se vincule como algo rizomático", término que mejor describe la acción. Como algo importante de la experiencia evidencia es "no llegar al museo en auto sino desde el punto de encuentro y cruzar, atravesar, el puente de La Boca caminando o en bote o en transbordador", porque "es parte de la experiencia de la obra, conectar capital con conurbano" y parte de la fuerza de la propuesta "es esa experiencia del tránsito".

"Siempre tuve como anhelo la isla: cruzar, verla desde abajo, desde arriba del puente, era un sueño para mí porque era un lugar prohibido y estos lugares prohibidos a me llaman mucho la atención", indica. Un anhelo que se concreta con un trabajo que invita a "desembarcar", explica la artista que se interesa por lo social que incursiona en la curaduría y gestión cultural.

El museo que comparte una edificación que perteneció a la Naviera Dodero se ubica a pocas cuadras del puente en ese barrio de unas 16 manzanas que contienen al Club San Telmo, escuelas, salita médica, bomberos, las tradicionales viviendas de chapa gris -y las nuevas de material- y una remozada plaza que vela por el esparcimiento de los vecinos y chicos, y el infaltable Guachito Gil. Y entre paredes tan diversas como sus habitantes, están los más de 300 murales del proyecto "Pintó la isla" que lleva adelante el docente Gerardo Montes de Oca, también desde 2014, cuando comenzó con los alumnos de la Escuela Nº 24 a pintar las paredes del edificio escolar, para luego ir extendiéndose como arte urbano, aglutinado al museo y al turismo comunitario -donde se integran a los jóvenes como guías-, que los visibiliza y conecta.

Los murales pueblan fachadas y paredes y convocan a artistas locales y del mundo, entre los que se puede ver el rostro del padre Mugica, el del carpintero Don Pocho o el homenaje a las sobrevivientes de la masacre de Pilagá, Formosa así como la de "Napalpí realizadas por "Marian Calle", así como un infaltable Messi pintado por el muralista Martín Ron o un retrato muy particular del mexicano Tony Collantez dedicado al "ex jugador del pueblo", Carlos Tévez, como dice un conocedor de fútbol y del barrio, Horacio Vagnasco.

Vagnasco, ex jugador de fútbol y director técnico que durante 30 años trabajó en Boca, a sus 75 años es parte de ese grupo de unas 20 personas que impulsan el museo de Isla Maciel, así como los recorridos turísticos que recibe entre semana a grupos de franceses y alemanes, por ejemplo, con esa impronta de industria que permite proyectar una oferta que va más allá de la ciudad puerto.

Así como la década de 1990 desmanteló las fuentes de trabajo como los importantes talleres navales, el frigorífico Anglo y otras empresas, la reconfiguración del primer barrio de Avellaneda que data de 1870, Isla Maciel, tiene como espejo el barrio capitalino.

"Fue desde la escuela secundaria que se extienden los tres proyectos" que conviven: museo, murales y recorridos, indica Aldana Epherra, otra de los integrantes de la asociación que se interesó por el fenómeno social.

La idea fue de una alumna de secundario, "pero la necesidad que teníamos era de antes de cuando era chico", dice Vagnasco, porque "La Boca tenía museo y Maciel no, y a partir de 2014 con los profesores decidieron armar un museo" a partir de la idea de la alumna.

Hoy en día el museo tiene muestras mensuales que surgen de manera más bien espontánea, porque alguien visita una exposición y ofrece mostrar su trabajo, y algunas de las obras les son donadas.

Durante tres días estará la muestra en el Museo Comunitario de Isla Maciel que abre una apuesta situada en territorio al instalarse en una frontera que afecta sueños, anhelos y memorias que van en pos de desarmar estigmas y plantar rizomas en el sur de Avellaneda, desde un espacio común que se promociona en Instagram @museocomunitario y Facebook (https://www.facebook.com/people/Museo-Comunitario-Isla-Maciel/100063496226701/).

Con información de Télam