Un paraíso colorido, de nubes, entre espejos y el pop invita al universo de Edgardo Giménez

22 de agosto, 2023 | 19.21

(Por Mercedes Ezquiaga). Una exposición antológica del polifacético artista Edgardo Giménez, "No habrá ninguno igual", que recorre más de sesenta años de producción artística a través de 80 obras e instalaciones que conectan con la imaginación, la fantasía y el humor, inaugura el jueves a las 19 en el Malba, con curaduría de María José Herrera.

La imaginería pop y colorida del artista de la risa permanente y la celebración de la vida se abre paso a través de las salas del Malba, en el segundo piso, en un recorrido lúdico que invita a adentrarse en el mundo Giménez, repleto de nubes y esculturas de monas con sonrisa picarona, con arco iris y huevos gigantes invadidos por performers, escenografías reconstruidas realizadas para películas argentinas o el conejo de Alicia en el país de las Maravillas nadando en una inmensa taza de té.

"Esta muestra para mí es estar feliz en este planeta. La vida es corta, hay que pasarla bien. Mi obra siempre tira de la misma cuerda: que la gente esté feliz. Con el arte tenemos que estar maravillados y pasándola bien", suelta el artista sonriente, durante una recorrida, quien además decidió que el dress code para el día de la inauguración, el jueves a las 19, sea de "arco iris".

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Nacido en Santa Fe en 1942, Giménez es un artista surgido de las huestes del Instituto Di Tella, que se destacó por su maestría en la gráfica publicitaria, un autodidacta que desarrolló su carrera entre la pintura, la escultura, el diseño - de objetos, textil y de indumentaria - , la escenografía, la instalación, la arquitectura, el interiorismo y la edición de libros de arte. Es reconocido tanto por su famosa intervención en la vía pública de 1965 ¿Por qué son tan geniales? -junto con Dalila Puzzovio y Charlie Squirru- así como por haber instalado una gigantografía de la vedette Moria Casan en el museo MAR de Mar del Plata en 2010, entre otros sucesos.

"El aporte que hace Edgardo Giménez a la historia del arte, sobre todo cuando comienza, en los 60, es de libertad de pensamiento, de libertad de expresión, en una sociedad muy tradicional y conservadora, donde te metían preso por usar camisa rosa y tener pelos largos. Y no hubiera podido existir un artista como Eduardo si no hubiera existido en ese momento una sociedad de cierto bienestar económico y una sociedad de consumo incipiente, en la cual hacía falta la publicidad para que esos productos se vendiesen. Y él aporta a la publicidad gráfica enormemente con diseños muy originales", cuenta a Télam la curadora de la exposición, María José Herrera.

Antes de ingresar al edificio, en la explanada del museo, se exhibe una reinterpretación de la obra "Ocho estrellas negras", que Giménez presentó originalmente en las "Experiencias visuales 1967" del mítico Instituto Di Tella. En este caso, se presentan cinco estrellas, que no solo proponen un guiño al mundo del espectáculo -siempre asociado a su producción- sino también que remiten lúdicamente a una calificación que se lleva la mejor nota, es decir, su propia muestra.

"Edgardo utilizó su propia imagen como arte, ese límite borroso entre moda y performance que ellos instalan, como antecesora de los happenings. El da cuenta del artista promocionándose a sí mismo, por lo que es y no solo por lo que hace, como los artistas pop. Lo caracteriza la irreverencia y hay que entrar en sintonía de que todo esto ocurrió hace 60 años. En ese momento era un escándalo", enfatiza Herrera, durante la recorrida por las salas.

Seis ejes temáticos estructuran la muestra antológica que guía al visitante a través del universo pop de Giménez: una "selva" en el comienzo, repleta de animales coloridos y de panteras negras, una sala dedicada a las nubes -otro de sus grandes temas-, una reconstrucción del departamento que diseñó para Jorge Romero Brest en la calle Parera (presentada aquí como la sala de los espejos), un huevo inmenso en una sala blanca -reconstrucción de una escenografía de película-, otra sala negra repleta de esculturas de monas -clásico de su iconografía- y en el final, la "habitación" de Libertad Leblanc para el filme "Psexoanalisis" (1968). Varias de las piezas tuvieron que ser reconstruidas y muchas de las pinturas fueron prestadas por coleccionistas, contó la curadora María José Herrera.

La exposición propone entonces un itinerario por el estilo y las obsesiones de Giménez: cada eje está dedicado a un concepto de su repertorio, configurando una serie de relatos fantásticos en los que Giménez muestra el lado más vital de la experiencia cotidiana.

En este sentido, luces bajas y un clima de ensueño recrean el "departamento de Jorge Romero Brest", un hito en la historiografía local y del diseño: en 1970, Giménez realizó el interiorismo del departamento del matrimonio Romero Brest en Recoleta, donde los espejos contrapuestos en las paredes provocan el efecto de multiplicación de la imagen al infinito.

El aporte del artista a la industria cinematográfica local también queda en evidencia en el decorado para Los neuróticos (1971), de Héctor Olivera: un gran huevo que permite ver su interior, y que será "activado" periódicamente por performers los días miércoles, sábados y domingos de 16 a 19.

Los dos filmes para los que Giménez trabajó como escenógrafo, "Psexoanálisis" (1968) y "Los neuróticos" (1971), ambos dirigidos por Héctor Olivera, funcionaron como una primera y segunda parte. Eran vistos como una sátira sobre el psicoanálisis, muy en auge en la Argentina de aquellos años. La historia es sobre un falso psiquiatra (Norman Briski) que ofrece terapia de grupo a pacientes con traumas sexuales con el fin de conquistar a las mujeres que allí concurran. A medida que en las sesiones los pacientes narran sus pesadillas, recuerdos o situaciones imaginadas, el filme se inunda de escenarios delirantes mediante trucos fotográficos, juegos de color y otros recursos. Así fue como Giménez llegó a diseñar aquel escenario de huevos, que en el filme refugia a la actriz Marcela López Rey.

Para la curadora, pese a ser un artista internacional, "sus obras conservan no obstante una clara identidad argentina, porque se nutren del folklore urbano, de sus mitos y personajes vernáculos. El repertorio de Giménez conecta con la imaginación y la fantasía universales desde nuestro país, en cuya idiosincrasia la parodia y la ironía ocupan un lugar central", señaló.

Esta muestra además da cuenta de "las distintas identidades sexuales que existían y se mostraban -señala Herrera-. En todas estas imágenes está sugerido el pensar libremente uno quién es y quién quiere ser", añade la curadora.

"Yo me considero un afortunado porque he hecho siempre las cosas que me gustan", concluye Giménez en el final de la sala, convencido de que el arte debe producir bienestar y alegría, quien apeló a la cultura popular para incluir en sus obras a un público mucho más amplio que el de las artes tradicionales.

Para Giménez, "el pop no se quiere ir porque es la única manifestación del arte donde la gente se encuentra a gusto, donde no hace falta una preparación previa para poder captar. Es un arte directo y es un arte testigo. No deja afuera a las personas, las acerca", había dicho años atrás en una entrevista con Télam.

La exposición temporaria "Edgardo Giménez. No habrá ninguno igual" se podrá visitar hasta el 13 de noviembre, en la sala 5 del segundo piso del Malba, Avenida Figueroa Alcorta 3415, de jueves a lunes de 12 a 20 y miércoles de 11 a 20 (martes cerrado). Entrada general: 1.600 pesos. Miércoles: $800.

Con información de Télam