(Por Carlos Aletto). "Melvill", sin la letra "e", es la novela escrita por Rodrigo Fresán que cuenta la historia del padre del autor de "Moby Dick", en la cual el narrador en primera persona, en un ir y venir en el tiempo, va contando los hechos desde que cruza a pie el río Hudson congelado hasta que agoniza atado en la cama delirando frente al pequeño de doce años Henry Melville.
La novela publicada por "Literatura Random House" tiene tres partes. La partición tiene su referencia, cuenta el autor a Télam, en los tres tiempos de "2001: Odisea del Espacio", la película de Stanley Kubrik y la canción "A Day in the Life" de Los Beatles que también tiene tres partes.
El primer fragmento de "Melvill" se titula "El padre del hijo", el protagonismo recae en Allan Melvill y se reconstruye el tejido familiar y sus antepasados. La segunda parte es "Glaciología", un homenaje claro al capítulo "Cetología" de "Moby Dick" en el que Melville trata sobre la blancura de la ballena. En "Glaciología" aparece el delirio blanco, los fantasmas, los vampiros y el pequeño Henry con doce años viendo a los pies de la cama a su padre agónico. La tercera parte es "El hijo del padre" en la que la voz del autor de "Moby Dick" y su historia ocupan el centro.
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Rodrigo Fresan nació en Buenos Aires, vive en Barcelona, de niño supo que iba a ser escritor, en 1991 publicó "Historia argentina", y entre varios títulos en los últimos años se destacó la trilogía "La parte inventada", "La parte soñada" y "La parte recordada".
-Télam: ¿Cómo surge la imagen del padre de Melville cruzando el río Hudson helado?
-Rodrigo Fresán: Me gusta muchísimo Melville. Leí "Moby Dick" varias veces a lo largo de mi vida. Primero en una versión infantil, luego en comic, medio comic, después la traducción de Enrique Pezzoni y por último lo leí en inglés. Es un autor al que siempre vuelvo. La imagen del padre, Allan Melvill, cruzando el río congelado apareció en el 2005 leyendo la biografía "Melville: His World and Work" de Andrew Delbanco en la que me llamó muchísimo la atención esa idea del padre perseguido por sus deudas, cruzando un río helado queriendo volver a casa.
También la relaciono mucho, y eso está puesto explícitamente en el libro, con la película "Qué bello es vivir", de Fran Capra, que se proyecta en la novela, antes de tiempo, en un Palacio Veneciano. Es otro personaje huyendo de sus deudas en la nieve y cruzando un puente.
En "La parte recordada" aparece como proyecto esta idea de este personaje narrado, porque ya no puede escribir. En las biografías de Melville el padre ocupa muy poco espacio, porque murió joven y no causó una gran incidencia biográfica o en su obra, aparece muy lateralmente. Cuando leí sobre la imagen de Allan cruzando a pie el río pensé: "Qué lástima que no haya cruzado con el pequeño hijo porque eso hubiera explicado mucho más una cantidad de obsesiones de Melville". Me gustaba mucho la blancura de la imagen del hielo con el pequeño Melville. Me sentí frustrado y triste, por eso inmediatamente me dije: "Yo puedo hacer que la crucen juntos". Y todo el libro conduce a la reescritura de ese primer momento verdadero.
Los otros dos hechos verdaderos son el niño a los pies de la cama del padre delirando y la letra "e" en el cambio del apellido. Son las tres cosas verdaderas sobre las que se apoya casi toda la imaginación del libro. También hay datos ciertos sobre la vida de Melville. Pero la voz de Melville no tiene una correspondencia con su voz.
-T.: ¿Qué documentos usaste para escribir esta novela?
-R.F.: Busqué datos en la biografía de dos mil páginas de Hershel Parker. Lo que no quise hacer fue leer reformulaciones de la vida de Melville. Por ejemplo hay una novela narrada por la esposa de Melville, otra que se llama "La esposa de Ahab" de Sena Jeter Naslund, personaje que en "Moby Dick" aparece apenas en un párrafo.
Tampoco leí el ensayo famoso de Charles Olson, "Llamadme Ismael". No quise leer otras aproximaciones literarias o imaginadas a partir de Melville. Busqué algunos documentos y datos. Tampoco quería que el libro se constituyera en un desafío en relación con otros libros míos y en especial a los últimos tres. Yo estaba muy interesado en que el héroe del libro no fuera Herman Melville, sino Allan Melvill, su padre. Una vida imaginada, con el delirio y me cuidé que el momento más épico fuese el cruce a pie del río. Había una cantidad de datos de Henry que hubiera sido muy divertido usar. El momento central del delirio no quería que se convirtiera en una especie de "Mason y Dixon" de Thomas Pynchon. De alguna manera es mi libro más controlado.
-T.: ¿Quisiste contar algo personal con la excusa de narrar la historia de Allan Melvill?
-R.F.: Todos mis libros vuelven sobre el misterio de la vocación literaria. Siempre le pongo diferentes máscaras en "Jardines de Kensington" fue James Matthew Barrie, el autor de Peter Pan; en "Melvill" es el autor de Moby Dick y en otras posibles alter egos míos fieles o infieles ya desde "Historia Argentina". Otro tema recurrente es el leer y el escribir.
Es cierto, también, que desde que soy padre el tema de la paternidad cobra una importancia mayor. La novela "Melvill" está más ocupada en la relación con mi hijo que con la que tuve con mi padre.
No importa de qué tema trate mi libro siempre me arreglo (y esto es un rasgo de estilo o un defecto para los que no le guste lo que yo hago) para hablar de los Beatles, o de Frank Capra, Bob Dylan, o "2001: Odisea del espacio" o The Kinks. Por más que el libro transcurra en el siglo XIX siempre aparecen todas mis filias de una forma muy clara y recurrente.
-T.: ¿Cuál es la noción de fantasma, vampiro y fanpiro que aparece en la novela?
-R.F.: Los fantasmas/muertos me interesan mucho porque son creaciones de los vivos. La muerte para el muerto es un segundo. Quienes viven realmente la muerte son los sobrevivientes. Es una paradoja que a mí siempre me interesó mucho. Los fantasmas son esa necesidad de pensar que alguien puede venir del otro lado para revelarte algo, cuando probablemente si hay otro lado no creo que tengan el menor interés por volver acá.
La existencia de un fantasma que es real y todos los tenemos es nuestro propio pasado. Todo el tiempo lo estamos invocando para reverlo, para reescribirlo, para corregirlo, para negarlo o para aprender o desaprender algo. El pasado es el propio fantasma de uno.
Tennessee Williams tiene una frase que dice "la obra es memoria". Cuando uno escribe siempre está recordando, ya desde el mismo acto físico neuronal de escribir en el sentido que estás tecleando algo que se te ocurrió un segundo antes, ya hay un movimiento hacia atrás por más que sea inmediato.
-T.: ¿Hay una preocupación en ser un escritor no comprendido como lo fue Melville?
-R.F.: El fracaso de Melville en realidad es el fracaso de quienes no lo supieron entender. En lo personal no me interesa ni el fracaso hacia atrás ni la posteridad hacia adelante. Son preocupaciones de un escritor inédito y no de un autor publicado. Es un poco adolescente. Es peligroso obsesionarse por eso. La posteridad es la página que viene. Yo tuve mucha suerte e hice siempre lo que quiero, aunque me gustaría tener una vida más tranquila, más reposada y con menos preocupaciones de índole inmediato y material.
-T.: Melville también tuvo problemas financieros que aparecen en la novela ¿cómo son hoy esos problemas asociados con la escritura?
-R.F.: En términos monetarios ser escritor es un oficio con una cantidad de planteos preestablecidos, feroces, drásticos y leoninos, partiendo de la base que el autor de un libro se lleva solo el diez por ciento del precio de portada. El noventa por ciento se distribuye alegremente entre intermediarios. No puedo añadir mucho más.
Ningún escritor sigue escribiendo, pensando que eso le va a solucionar la existencia. A algunos les pasa. Es como jugar a la ruleta. Messi gana lo que gana porque hace lo que hace, pero muchos escritores no hacen gran cosa pero ganan mucho. No hay una correspondencia con la calidad. Es un misterio. No con el libro malo que se vende solo, sino con libros muy buenos que misteriosamente se venden de forma inesperada. Cuando García Márquez, que estaba muerto de hambre, entregó el manuscrito de "Cien años de soledad" jamás pensó que se iba a hacer millonario con esa novela.
-T.: ¿Tenías toda la estructura del libro en la cabeza a la hora de sentarte a escribirlo?
-R.F.: Cuando empecé a escribir el libro sabía que en el centro iba a haber una especie de fantasmagoría alucinógena febril, pero no sabía de antemano que una parte iba a transcurrir en Venecia o que iba a haber vampiros fantasmagóricos o fantasmas vampíricos. Nunca planeo desembarcar en Normandía, sino que me descubro en la playa con las balas cayéndome por todas partes. Nunca entiendo muy bien cómo llegué ahí.
-T.: ¿Cómo escogiste la voz del narrador?
-R.F.: Es mi voz. No hay testimonios orales de Melville, y lo que se conoce es que era una persona mucho más parca y bastante brutal en sus comportamientos, probablemente por su pasado. No creo que entre marineros estuvieran recitando Shakespeare. Aunque su novela "Moby Dick" parece imbuida de un lenguaje entre bíblico y shakesperiano todo debería ser bastante más vulgar en el mar. La voz que yo escogí para Herman Melville me vino como dada. No fue un problema ni una decisión en la que tuve que descartar otras, ni hubo ensayo y error.
Con información de Télam