Premios, ediciones y teatro en torno a Sara Gallardo: una obra que se relee desde el presente

28 de julio, 2022 | 15.02

(Por Milena Heinrich) La adaptación al teatro de “Enero”, la novela más famosa de Sara Gallardo publicada por primera vez en 1958, en la que se narra la desesperación de una chica pobre violada y la imposibilidad de acceder a un aborto, expone la vigencia y relectura que tiene la obra de la escritora argentina, que en los vaivenes de circulación de sus libros ha logrado convertirse en un nombre indiscutido de la narrativa, e incluso casi un fenómeno del presente que cosecha nuevas generaciones de lectores y lectoras, trasciendo a su tiempo a través de reediciones, nuevos formatos y relecturas críticas.

De la literatura al teatro, del nombre propio al nombre de un premio nacional de novela, de ser publicada en una editorial a varias que deciden reeditarla, de la revalorización de su narrativa al rescate de su tarea periodística, Sara Gallardo (1931-1988) es testigo de la dinámica que pueden tener las vidas y los libros, cuando se los lee del presente, desde otros cánones, con otras luces y menos sombras. Sus libros, tan distintos entre sí, pero con una potencia que atraviesa como un rayo, componen una narrativa experimental y como tal muchas veces no fueron comprendidos o no entraron en los criterios de legitimidad de cada época. En este andamiaje de recuperaciones, una figura clave fue Leopoldo Brizuela, que a principios de los años 2000 reeditó la literatura de la escritora en la Biblioteca de Narrativa Breve de Emecé.

La primera novela de Gallardo fue “Enero” y se publicó en 1958. Hoy es uno de los libros imprescindibles que forman una biblioteca narrativa con perspectiva de género y de clase. Tal es así que se reivindica como la primera novela que menciona la palabra aborto. Con un monólogo interno de Nefer, la protagonista, Gallardo cuenta lo que le pasa a una jovencita pobre y de campo que es violada y víctima de ese abuso queda embarazada. Nefer está desesperada, y por eso su historia se lee con el prisma contemporáneo, entre las banderas de los feminismos que lucharon por el derecho a la interrupción legal, voluntaria y gratuita del embarazo.

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Lucía de Leone, docente universitaria, investigadora del Conicet y especialista en la obra de Gallardo sostiene que “el rescate” que los feminismos hicieron de “Enero” es uno de los hitos en los procesos de revalorización de la autora. “Hoy se ha logrado cierta justicia, donde ya es inapelable la literatura de Sara Gallardo en la Argentina y en la región, con la reivindicación de los feminismos y la construcción de ´Enero´ como estandarte literario para conseguir la aprobación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Muchas chicas jóvenes empezaron a conocer a esta escritora que muy jovencita en su primera novela escribía sobre una adolescente del campo que se le frustran sus sueños de amor porque es violada por un trabajador del lugar, queda embarazada contra su voluntad y es obligada a una maternidad no deseada”.

Los domingos, a las 20 en el Teatro El Extranjero, la actriz Vanesa González interpreta a la joven Nefer de “Enero”, bajo la adaptación y dirección de Analía Fedra. En un monólogo de 50 minutos, la actriz asume un papel desafiante que refleja la desesperación y la angustia de esa adolescente, cuyo cuerpo atraviesa los horrores de la desposesión y la injusticia del universo de los adultos, de los varones, de las mujeres que no acompañan, del amor que podrá ser.

Esta adaptación teatral de “Enero” no se propone una suerte de traducción escénica de la lengua creada por Gallardo sino que consiste en “hacer recorte de la novela y en armar una nueva estructura, nuevo mapa de la totalidad”, como cuenta Fedra, su directora. “No quería hacer una versión, en la que te vas alejando de la novela, ni una versión libre, o una reescritura, donde casi no queda huella de la novela. Sino, por el contrario, con la restricción creativa de utilizar solo las palabras de Sara Gallardo, crear un universo teatral, escenas, situaciones”.

Fedra se encontró con esa novela de casualidad, la convocó el nombre de su autora, de quien había leído "Eisejuaz", donde se encontró con “una escritora muy singular y fuera de tiempo. Admiro mucho a esas escritoras y autores que van más allá de las modas de su tiempo, y no sólo estilísticas, sino que asumen la libertad de pensar y plantear sus búsquedas de manera franca, clara, personal y sin concesiones”.

Pero cuando llegó a “Enero” de casualidad, sin saber de qué iba, su lectura la atrapó y no podía parar: “Totalmente fascinada, no sólo por el entramado de las situaciones sino por la potencia de las imágenes de Sara Gallardo, por cómo lo cuenta. Una novela con tantas capas y una condensación y fuerza en el lenguaje, crea sensaciones impactantes. Siempre me fijo qué siento o pienso durante la lectura. Y pasé por muchas sensaciones distintas, me conmovió profundamente. Admiro la fuerza de Nefer, me conmueve su sensibilidad. Su resistencia frente a un ámbito hostil”, cuenta Fedra a Télam.

En el año 2018 se cumplió un aniversario redondo de la muerte de Sara Gallardo y esa fecha fue puntapié de varias reediciones, una muestra en el Museo del Libro y de la Lengua y otros homenajes. Pospandemia, el 8 de marzo de 2021, el Día Internacional de la Mujer, se presentó el Premio de Novela Sara Gallardo, que lanzó el Ministerio de Cultura como gesto también de reponer a una figura que tuvo un tiempo de silenciamiento, quedando relegada del canon.

Explica De Leone que “los procesos de revalorización, ocultamiento o silenciamiento de los y las autoras siempre es problemático y obedece a muchos factores. Desde los temas, la procedencia de los autores, algunas estéticas dominantes que dictan qué tipo de literatura es la que se consume en el momento, las leyes del mercado. En el caso de Sara Gallardo es inmediatamente valorada y reconocida cuando publica ´Enero´ en 1958, que sale a escena hacia fines de los 50, cuando se produce un fenómeno de irrupción inédita en la escena contemporánea argentina. Ella forma parte de ese fenómeno, están sus colegas, las bestselleristas que publican sin parar, y sin embargo Gallardo es muy bien recibida por el público lector, las editoriales y las críticas”.

Lo mismo ocurre años después con “Los galgos, los galgos” (1968) que se publica cuando Gallardo también es conocida por sus columnas periodísticas, ese oficio que era "su espacio de trabajo y subsistencia" y al que le dio un estilo propio, como dice De Leone, quien reunió sus columnas en Confirmado en el libro "Macaneos" y luego sus textos periodísticos publicados entre la década del 60 y del 80, compilados en "Los oficios".

Pero volviendo a su literatura y a su recuperación tardía, continúa explicando de Leone que hacia "fines de los 70 y los 80 su obra no goza de un interés constante. Pasó a un segundo o tercer plano, a un desplazamiento dentro de los distintos sistemas de incorporación de escritoras en distintos espacios de intervención, ya sea la universidad, las editoriales, el mercado, la prensa. Se empieza a imponer una crítica más progresista, mas interesada en la literatura de compromiso y en el testimonio, y quizá hubo alguna especie de estigma por la clase que a ella le jugó más en contra que a otras escritoras como Silvina o Victoria Ocampo", piensa la especialista.

Si bien ella "goza de una repercusión importante" la forma de circulación de sus libros no fue estable, fue cambiando: "Con una poética muy singular, en la que cada obra trae una apuesta distinta, descoloca al lector y no es posible sistematizar esa obra en constelaciones críticas conocidas y entonces despista”. Ahí, en esa constelación desconocida que identifica se encuentran algunas de las razones por las cuales Gallardo tuvo circulaciones diferenciadas con las épocas, porque sus ficciones “no forman sistemas, son temas anacrónicos en relación a su época, cuando anacrónico no era un piropo como hoy”.

Julia Ariza y Salvador Cristófaro son los editores de Fiordo, y en su catálogo editaron “Pantalones azules”, “Enero” y “La rosa en el viento”. En una respuesta conjunta a Télam aseguran que “es cierto que sus libros son distintos entre sí. Pero hay una potencia de la voz narrativa que los atraviesa a todos. Y ciertas permanencias, como por ejemplo la representación del paisaje casi como otro personaje, o los conflictos de clase que ella expone tan bien, con tanta riqueza, no como algo congelado sino como algo vivo que se construye en cada intercambio verbal y cada acción, que nos parece que son hilos conductores de su obra. Y la frescura, la soltura de sus diálogos. Siempre destacamos eso cuando recomendamos sus libros, por ejemplo en ferias: es una maestra de los diálogos”.

En su opinión “es una narradora muy inteligente en lo que elige decir y lo que deja a entender. Capítulo aparte son las caracterizaciones de los personajes: con dos, tres cositas que tira sabés exactamente de qué está hablando. Todo esto hace que sea actual. Tiene una forma de narrar que al oído contemporáneo le sigue pareciendo actual, por más que sus historias estén bien ubicadas en otro tiempo. Y los conflictos que representa toda su obra, los cismas de clase, género, etnia; los desencuentros y los desengaños en todo tipo de relaciones; el choque de expectativa y realidad, están absolutamente vigentes”.

Con información de Télam