(Por Julieta Grosso) Vinculadas por la figura de la madre, a la que ambas le dedicaron resonantes novelas, la moldava Tatiana Tibuleac y la española Milena Busquets protagonizaron esta noche una charla en el marco de Filba en la que reafirmaron varias veces su sintonía creativa y personal en torno a la relación con la muerte y a la elección del humor como recurso para transitar lo irreversible y aceptar otras realidades porque "una persona que no se puede reír de sí misma nunca podrá comprender a otras personas".
No se conocían y tampoco se han leído recíprocamente pero Tibuleac y Busquets descubrieron que iban a congeniar rápidamente, no solo a partir de los vasos comunicantes que unen sus textos sino también a partir de esa rara alquimia entre humor y drama que tejen en sus ficciones. Las une también, como quedó claro en la conversación virtual que mantuvieron por más de una hora, la aversión por la solemnidad y el rechazo a los juicios categóricos, un accionar alentado por las redes sociales que las confronta a "lo difícil que es ser uno mismo por estos días".
Moderadas por la periodista Eugenia Zicavo, la charla arrancó con el tópico compartido: dos libros que exploran la relación sinuosa entre los protagonistas y sus madres, ambas afectadas por una enfermedad terminal que replantea los términos de ese vínculo, reponiendo algo de afecto en la historia que narra la moldava en "El verano que mi madre tuvo los ojos verdes" y por el contrario retorciendo dramáticamente el lazo en "También esto pasará", donde la española vuelve sobre la figura de su madre -la célebre editora Esther Tusquets- y lo que ocurre cuando le detectan Parkinson.
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"Ella pasó de ser una persona a otra muy diferente. Los médicos me dijeron desde el comienzo que tenía Parkinson y que tenía que olvidarme de la persona que había conocido y acostumbrarme a la idea de que iba a ver a alguien diferente. No escribí con esa premisa en mi mente sino que fue lo que sucedió", arrancó la escritora española.
Y, remató: "Creo que las personas cambian no solo por una enfermedad sino debido al paso del tiempo. Todo cambia constantemente a cada minuto. Cuando terminemos esta conversación no seremos exactamente las mismas que somos ahora".
A diferencia de la novela de Busquets, la novela de Tibuleac no tiene rastros autobiográficos. Su protagonista es Aleksey, un artista que de niño sufrió el destrato materno. Su madre le provoca un rango explosivo que va de la rabia a la amargura, pero a los 16 años acepta pasar con ella unas vacaciones con sabor a despedida que significarán una nueva oportunidad para el vínculo, no tanto para reconciliarse del todo con esa mujer que no pudo estar a la altura del imaginario abnegado sino, al menos, para comprender su imposibilidad.
"Escribir este libro no fue algo que pensé de manera detallada sino que surgió. Incluso si bien no pensé en hacer una novela autobiográfica, que en mi caso no lo es, de todas maneras parte de vos está allí, porque sos un filtro. Filtrás lo que ves, entonces se trata de vos. Creo que en este libro, mi primera novela, fui todos los personajes, uno detrás de otro. Fui la madre, la abuela, el muchacho", aseguró la escritora.
"Creo que incluso si es, no voy a decir una tragedia, pero sí un libro triste o dramático en algunas partes, tiene mucha luz también, porque para mí la muerte no es algo aterrador, pero es algo que a veces reúne a muchas personas y repara muchas cosas del pasado. Lo he visto muchas veces en mi vida. Así que esta relación entre la madre y el hijo, el hijo que la odiaba tanto, fue posible porque ella se estaba muriendo. No sabemos si hubiese sido posible en otras circunstancias", apuntó.
Aunque desmarcada de la literatura del yo, tanto en esta obra como en la reciente "El jardín de vidrio", la autora moldava sabe que hay cuestiones, como el tratamiento de la muerte, donde se filtra su mirada personal: "Nunca le tuve miedo a la muerte pero siempre le tuve miedo a la enfermedad. Porque a veces tenés personas grandes alrededor que no hablan de la muerte como algo malo, a veces incluso quieren morir -dijo-. Mi abuelo, durante los últimos veinte años de su vida, estuvo paralítico. Vi a ese hombre muriendo, casi muerto, que nunca moría del todo. Y veía como las personas cuando estás muy enfermas, cambian también, no solo vos sino los que te rodean. Primero rezan para que te mejores y después rezan para que te mueras rápido".
¿Qué señas particulares tiene el amor filial? Al escribir sobre ese aspecto, las dos narradoras parecen haber puesto en juego distintos recortes de su autobiografía. "Estoy interesada en cualquier tipo de amor y en el caso del amor de una hija y una madre, es un amor que funda, que crea de cierto modo la manera en que amarás a las personas durante el resto de tu vida", indicó Busquets.
"Me di cuenta mientras escribía el libro que realmente es una historia como 'Romeo y Julieta', que la relación que tenía con mi madre, la intensidad de la relación y la pasión que teníamos la una con la otra, era tanto buena como mala. El amor con los hombres siempre ha sido más fácil para mí que el amor con las mujeres", confesó la autora de "Gema", que presentó en sociedad hace unos meses.
En cambio, para la escritora y periodista nacida en 1978 en Chisináu -capital de Moldavia- y radicada en París, escribir sobre la maternidad tendió un puente hacia sus hijos, una niña y un niño de 8 y 10 años. "Necesito que mi hija y mi hijo sepan que los amo todo lo que puedo. Es la única manera en que los puedo amar. Tal vez no sea suficiente pero es lo máximo que les puedo dar -subrayó-. Que si no les doy lo suficiente no es porque no quiera o porque soy mezquina, solamente no sé hacerlo mejor".
"El odio te consume muchísimo, incluso más que el amor", formuló también Tibuleac, que además se sinceró respecto a las sensaciones dispares que desata la cruenta historia filial que narra en su primera novela: "Para el público general puede ser un poco difícil. Sé que hay personas que comienzan a leer el libro y lo dejan y lo comprendo. Necesitás algo especial, tenés que estar bien con vos mismo para poder leer ese libro porque puede llevarte al lugar que no querés visitar", señaló.
Entre los nexos que conectan la narrativa de ambas escritoras, está también la apelación al humor, un recurso que trepa al límite de lo incorrecto en los contextos dramáticos donde la moldava y la española deciden activarlo. "Lo que tenemos en común con Tatiana es que cuando lidiamos con un libro en el que hay muerte, enfermedad, odio y otros sentimientos complicados es que la única manera de hacerlo de que sea... iba a decir agradable, pero no es eso, es apelando al humor ", aseguró Busquets.
"Creo que es muy importante tener humor hoy en día, aquí es todo muy serio y más desde la pandemia y lo entiendo, pero todo el mundo se toma tan en serio, incluso los escritores se toman tan en serio, y no solo su obra sino a si mismos -amplió la narradora-. Hay que tener tanto cuidado con lo que decimos porque corremos el riesgo de que nos cancelen o nos insulten de inmediato, o nos digan que somos fascistas o cosas peores".
La autora de "Hoy he conocido a alguien" fue contundente: "El humor es una de las mejores maneras de escapar de este pesimismo, de esta oscuridad. Creo que es lo único que nos va a salvar es el sentido del humor. Si no, no sé qué nos va a salvar", enfatizó.
"En estos días es muy difícil ser uno mismo a veces. Todo el tiempo pensamos dos veces lo que vamos a decir, yo sigo en el intento", tomó la posta Tibuleac. Y se explayó: "Todas las personas tienen cosas buenas y malas. La vida es distinta para cada uno de nosotros. No podemos comparar nuestra expectativa de la vida que queremos con la de la persona que tenemos al lado".
Y luego dijo que el humor es una de las razones por las que le gusta "tanto" España. "Me invitaron a un festival de humor en Bilbao y fue la primera vez que comprendí que había humor en mi libros, porque siempre en mi país decían 'ese libro es tan oscuro' -relató-. Y creo que el humor nos vuelve más humanos, más vulnerables. Una persona que no se puede reír de si misma, si no puede ser cínico o autocrítico, nunca podrá comprender a otras personas".
A continuación, Tibuleac recordó el caso de su abuela que fue deportada a Siberia ("fue enviada allí a morir con otros millones de personas" a los gulag, recordó) pero luego regresó y cuando lo hizo ya era bastante grande, "una mujer cruel en cierto modo porque mataba a los pájaros que robaban los granos de sus preciadas gallinas".
"Ella era cruel probablemente pero al mismo tiempo esta mujer veía la vida desde otra perspectiva. Cuando tenés que enterrar a tu primer hijo en el agua, soltarlo en el agua y luego volver a trabajar, al volver a casa no podés pedirle a esa mujer que sea amable con los pájaros. Yo no voy a matar pájaros porque mi vida es buena, no tengo nada más que hacer que ser amable con los demás, pero lo cierto es que no conocemos las circunstancias de los demás y no tenemos que ser egoístas en nuestros juicios", resaltó.
"Juzgamos muy rápido las cosas, las personas, los trabajos. Creo que esto nos hace más crueles pero de una manera más sutil", dijo la autora de "El verano...", mientras su colega asentía con entusiasmo. "Debemos intentar juzgar menos y comprender. También como escritora me interesan los escritores que intentan comprender a sus personajes. Proust es el mejor ejemplo de ello: intenta comprender hasta el más mínimo detalle sobre un personaje en vez de juzgarlo", aportó la española.
"Creo que como decía Tatiana hay un panorama más amplio para comprender antes que juzgar. Este juicio sucede porque ocurre en Internet, en Instagram, en Twitter, en las redes sociales. Cuando dejás a todo el mundo hablar, que es algo muy bueno, por supuesto habrá personas que querrán matar a los pájaros por cualquier razón", señaló Busquets volviendo sobre la anécdota que había contado Tibuleac.
Con información de Télam