En "Furia travesti", la activista y periodista Marlene Wayar se refiere a las conductas de las personas travestis-trans a través de un diccionario, en el que aborda desde su experiencia personal y de sus amigas, el poder de seducción y económico que tiene este colectivo.
En diálogo con Télam, Wayar pone negro sobre blanco acerca de cómo establecen los vínculos de seducción y persuasión las personas travestis-trans, en comparación con mujeres y otras disidencias.
- Télam:En el libro abordás el tema de la seducción, la persuasión y el poder económico de las personas travestis. ¿Por qué considerás necesario dar cuenta de estos aspectos, y cómo las configuran?
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- Generalmente se hace una traspolación de la experiencia hombre-mujer de cualquier subjetividad travesti, trans u otra disidencia sexo genérica. Traspolamos la experiencia varón-mujer, que ya son fallidas, porque al varón se lo considera violento, afirmativo, que va a ganarse el mundo; y a la mujer, la vemos como esa niña, quieta, calma y sumisa, y la travesti no va a ser así.
La travesti tiene un manejo de la seducción que va mucho más allá de una seducción estrictamente entendida en términos sexuales con el varón. Seduce ante cualquier situación: en una relación de amistad, para pararse, para ser cómica o ser interesante. Para tratar de evadir los mecanismos discriminatorios que existen, el poder de seducción tiene que verse incrementado y ser hábilmente explotado, incluso en términos tan complejos, como introducir una idea de amistad con el varón. La persuasión para poder ser escuchadas en estas situaciones concretas, desmontando ese sistema de creencias acerca de que la travesti es licenciosa y está hipersexualizada, para ir convenciendo al otro de la complejidad que nos vuelve humanas e ir derribando ese sistema de creencias que nos construye en una otredad desconocida y amenazante.
En cuanto a la independencia económica, las travestis, al tener una primera experiencia de autonomía económica y de disfrute de la misma, evalúan de manera diferente los modos de negociación, tanto respecto de los hombres como de las mujeres. Las mujeres están en clara dependencia económica: negocian con sus abuelos, esposos, padres, hijos, o sea con la masculinidad, que las disculpa, entonces se ven en situación de inferioridad respecto de su capacidad de negociación. La travesti es mucho más clara: tenés plata o no, y si no tenés me voy porque hay otras personas con quien negociar.
-T: ¿Y qué sucede con los vínculos sadomasoquistas atribuidos a la sexualidad traveti-trans?
- M.W: Cuando esta sociedad hace una descripción de lo sadomasoquista lo aloja en lo sexo genital, y en un grupo específico minoritario, pero en realidad es absolutamente masivo y generalizado. Todos estamos formateados en matrices de aprendizaje de carácter sadomasoquista, donde el varón siempre está educado, preparado, conducido para instalarse en la posición sádica, de manejo absoluto del poder -salvo que sea entre los propios varones y que la complejidad de clase, raza, posición económica social y demás entre en juego- y las feminidades y disidencias están conducidas para la posición sumisa y masoquista. La sociedad no lo analiza en esos términos y a las mujeres y disidencias les lleva muchísimo tiempo salir de esas posiciones, mientras que la travesti maneja de manera muy concreta esas cuestiones sadomasoquistas: las acepta o no y lo hace en términos de costo beneficio.
En cambio las mujeres y disidencias están pidiendo y rogando, sobre todo las mujeres: siendo la mitad de la población, hacen rebuscados movimientos estratégicos para convencer a la otra mitad, que sostiene el poder. Les cuesta exigir, entonces van ascendiendo con discursos victimizantes como el de las pobres mujeres pobres que mueren de aborto clandestino, y sabemos que, logrado el aborto quienes se benefician son las hijas de la clase media. Va a tardar en ser un derecho palpable para esa masa de mujeres pobres por las que mujeres de clase blanca se ponen a hablar y tratan de sensibilizar al mundo de los varones, cuando es tan simple: mi cuerpo es mío, hay autonomía y los derechos de uno no tienen mayor jerarquía que los derechos de otras.
Esto se resuelve, o sino se para el mundo hasta que lo resolvamos, pero las mujeres no están dispuestas a parar el mundo porque tienen muchos complejos respecto de ese otro que todavía las domina de maneras muy sutiles por haber estado situadas y situados en esas matrices de aprendizajes masoquistas y sádicas, y el sádico, con miradas y gestos, hace uso del poder de manera más compleja de lo que podría ser en términos objetivos.
Con información de Télam