Juan Vucetich, el Sherlock Holmes verídico y argentino

26 de noviembre, 2022 | 13.35

En "Las huellas del mal", Federico Andahazi plantea cómo el revolucionario hallazgo del policía y antropólogo Juan Vucetich, el sistema dactiloscópico, incidió no solo sobre la metodología para resolver delitos reales sino también sobre los modos en que la literatura ficcionalizaba el crimen, como los relatos que tienen como protagonista al detective Sherlock Holmes, ideados por Arthur Conan Doyle, que según el escritor "debió tomar debida nota de la aparición del sistema de Vucetich para que sus relatos no pierdan sentido".

-Télam: ¿Cuáles son las funciones esenciales de la literatura desde tu mirada?

-Federico Andahazi: Igual que el deseo, que no tiene un objeto predeterminado, la literatura no tiene una función establecida de antemano. Más aún, cada obra tiene un propósito diferente. No se pueden establecer dogmas. Desde la invención de Gutenberg los libros dejaron de ser sagrados y pasaron a ser profanos. La función original de los libros sacros era la de moralizar, predicar, evangelizar. En mi caso la literatura, como lector y como autor, fue el intento de derribar esa construcción dogmática, doctrinaria y evangelista en cualquier sentido y experimentar la libertad a través de la lectura y la escritura.

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-T.: Desde la dactiloscopia a las nuevas tecnologías, ¿qué cambió en la práctica las investigaciones, por un lado, y los relatos policiales en la literatura, por el otro?

-F.A.: No somos conscientes de lo que significó la resolución de aquel doble homicidio en Necochea; cambió para siempre la historia. No sólo la manera de esclarecer crímenes, sino la manera de narrarlos y, sobre todo, la manera de matar. La invención de la dactiloscopia argentina coincidió con la época de oro del género policial. E. A. Poe, Conan Doyle, Wilkie Collins y los que los siguieron debieron cambiar la forma de plantear los asesinatos. Ese invento argentino se metió en la pluma de los clásicos. El primer relato donde aparece Sherlock Holmes es en 1887 y muere en 1930 con su autor. Es decir, Conan Doyle debió tomar debida nota de la aparición del sistema de Vucetich para que sus relatos no pierdan sentido. Y nosotros tuvimos un Sherlock real, de carne y hueso, genial, que no recibió el reconocimiento que merecía y que murió pobre y recluido en un paraje de Dolores. Ojalá goce, al menos, de la justicia poética.

Con información de Télam