(Por Leila Torres) Como un niño que busca tesoros en un jardín, el escritor mexicano Juan Villoro indaga en la sombra de su padre, filósofo y fundador de la Universidad Autónoma Metropolitana, Luis Villoro, quien tuvo una fuerte cercanía con las luchas sociales mexicanas pero en la intimidad resultó frío y distante, y lo recupera en "La figura del mundo", un libro que -según cuenta el autor en una entrevista a Télam- "busca escribir sobre las heridas pero, a diferencia de una tendencia muy reciente que lo hace desde una desgarradura que no tiene solución, apunta a escribir de heridas sanadas".
Juan Villoro (1956), escritor galardonado con el Premio Herralde de Novela "El testigo" y ganador del Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2022, llegó a Argentina para presentar "La figura del mundo", su nuevo libro publicado por Random House que indaga en de qué está hecha la figura de un padre. Al comienzo de la narración, Villoro recupera una frase que le dicen durante un viaje en avión a la Feria del Libro de Guadalajara: "Los intelectuales no deberían tener hijos". Esta sentencia sirve de puntapié para una reflexión sobre la profesión que ejerció su padre. Al niño que fue, ese padre resultaba misterioso e inaccesible.
"Cuando le preguntaba algo de su vida, él me contestaba: '¡Pero por qué te interesa eso! Vamos a hablar de algo más interesante'. Él era un hombre sin vida. Así se presentaba. Él buscaba el sentido de la vida, pero un sentido profundo", cuenta Villoro y precisa: "Le interesaba la humanidad, no le interesaban las personas concretas. Y quizás por eso, al haber crecido de esa manera, a mi me pasa todo lo contrario: "Yo sí quiero saber cuál es la vida de la gente".
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Villoro sonríe durante la entrevista y responde con entusiasmo de dónde viene la expresión "La figura del mundo". "Para mi padre, la expresión era un método de conocimiento. Estaba convencido de que ciertas personas habían logrado atrapar en la caótica marea de la realidad un sentido oculto. Entonces, para él, la tarea de cualquier persona que se dedicara al pensamiento en una época consistía en descifrar ese orden secreto de las cosas", explica pedagógicamente.
"Quise utilizar este método, no para describir el mundo sino para describir mi pequeño mundo, la historia de mi padre, su tiempo, las relaciones familiares", dice. Pero mientras Villoro busca recuperar una memoria ajena, entender qué significa un padre y qué significa ser hijo, muchas otras historias empujan por salir a la luz: la Revolución mexicana, una historia de amor después de la guerra civil española, los turbulentos años '70 y el movimiento zapatista. Y lo hace con humor sin dejar de ser incisivo y sensible.
-Télam: Tu historia tiene muchos puentes con una historia social de México desde la revolución mexicana hasta la actualidad. ¿Cómo trabajaste estos cruces?
-Juan Villoro: El enfoque que tengo no puede ser el de un historiador, no es mi disciplina. Tiene que ser necesariamente el de un escritor y un escritor combina inevitablemente lo individual y lo público, las razones privadas y las razones sociales. En este libro quería también hacer eso: era más fácil captar la historia de mi padre desde el punto de vista objetivo y profesional, hablar de su trayectoria como filósofo, los libros que publicó, su lucha en la izquierda fundando partidos políticos durante el movimiento estudiantil del '68, como asesor de los zapatistas. Ese fresco social era más fácil de ser dominado y lo más complejo era vincular eso con razones íntimas, personales, que lo habían llevado a tomar esas decisiones. Entonces, vincular estos dos campos (el individual y el público) era un desafío importante sobre todo porque él era una persona muy reticente, muy reservada y casi secreta; que no contaba anécdotas ni mucho de sí mismo.
-T: ¿La literatura colaboró a que te acercaras a esta figura?
-J.V: La literatura es fatalmente invasiva porque busca razones privadas. García Márquez decía "Todo personaje tiene una vida pública, una vida privada y una vida secreta". Los historiadores pueden entrar en contacto, desde luego, con la vida pública, parcialmente con la vida privada pero la vida secreta, hecha de sueños, de conjeturas, de ilusiones, de pulsiones no manifestadas cabalmente; eso solo puede ser imaginado. Es la literatura el único medio para entrar en estas tres zonas, porque no solo trata de lo real sino que también trata de lo posible. La literatura establece ese mundo secreto que tiene la gente. La indagación de mi padre también tenía que pasar por estas posibilidades no necesariamente realizadas de su vida.
-T: ¿Y cómo fue incluir otras voces sobre la historia de tu papá?
-J.V: Fue importantísimo. A veces conoces mejor a una persona por lo que dicen los demás que por lo que dice ella de sí misma. Como mi padre era muy reservado, tuve que acudir a amigos de él, a familiares, ex novias. Siempre he sido muy chismoso, forma parte de la vocación literaria el estar intrigado por la vida de los demás y esto siguió ocurriendo de manera póstuma. Mi padre murió en el 2014. Pensé que con eso terminaría ya el ciclo de su vida pero a partir de ese momento mucha gente se me acercó para contarme anécdotas entonces abrevé en todas esas anécdotas para poder reconstruir al personaje. Un ejemplo muy claro es la situación de las dos Españas, la España conservadora y la España republicana que hasta la fecha siguen en pugna. Este 23 de julio va a haber elecciones en España y se van a volver a enfrentar dos Españas. Esas dos Españas también vivían en México. Mi padre nació en una familia de la España conservadora y fue a México por accidente. Su madre era mexicana entonces él llegó a la España conservadora. Su primera gran novia fue la hija menor del General Miaja, defensor de Madrid durante la República. La hija menor del general se volvió su novia y ahí se dio este enfrentamiento tipo Romeo y Julieta, Capuletos y Montescos, de dos Españas que se detestaban y que tenían un romance en curso, lo cual además es obviamente muy estimulante para los novios que las familias detesten el noviazgo a tal grado que entonces decidieron fugarse. Todo esto lo supe por mi tío que era sacerdote jesuita y por su mejor amigo Alejandro Rossi. Mientras estaba escribiendo el libro, indagando cosas y hablando con las personas, supe que aquella primera novia, Teresa Miaja, seguía viva. Entonces la busqué y la conocí. Son cosas a las que fui llegando para conocerlo a él a través de otras personas.
-T: ¿Por qué tomaste la decisión de terminar el libro con una entrevista a tu mamá?
-J.V: Cuando estaba escribiendo el libro sobre mi padre, me di cuenta que estaba escribiendo sobre mi madre, no tanto como personaje sino que entendí que veía el mundo a través de los ojos de ella. Todos nosotros construimos a los seres queridos. Si un padre tiene seis hijos, cada hijo tiene un padre diferente, de acuerdo a cómo lo ha vivido, cómo se siente tratado por él, etcétera. La evocación de mi padre tenía mucho que ver con la forma en que yo veo el mundo y eso depende mucho de mi madre porque - a diferencia de mi padre- ella es una mujer profundamente emocional. Se dedica al psicoanálisis, su mundo siempre son las ideas, las pulsiones secretas y es la persona más cercana a mí. Ella construyó una imagen de mi padre positivo, probablemente imaginario y desde un afecto de quien ya no tiene una vinculación sentimental. A mi me intrigaba por qué una mujer que tiene muchos motivos para el despecho y el rencor por haber fracasado en su matrimonio desde muy joven tenía esta construcción no comprobable de una persona que ella había inventado y que, de alguna manera, yo estaba siendo rehén de esa figura, estaba creyendo en esa figura. Este libro no es solo sobre mi padre, es la percepción de mi madre y tenía que acabar ella teniendo la última palabra.
-T: ¿Hay elementos de ficción en el libro?
-J.V: La interpretación es una forma de la ficción. Quería escribir un libro en el que hubiera heridas pero a diferencia de una tendencia muy reciente de que se escribe desde una desgarradura que no tiene solución, quería escribir de heridas sanadas, cerradas. Entonces los hechos abren heridas y la interpretación las cauteriza, pero esa interpretación tiene elementos de ficción por supuesto. Necesitamos contarnos cosas a nosotros mismos para soportar el peso de la realidad.
-T: Decís que todo tu trabajo como escritor fue "una carta al padre". ¿De qué se trata esta reflexión y cuándo empezó a ganar peso?
-J.V: Mi padre vivía rodeado de libros. Eran sus objetos favoritos, sus talismanes. Si mi padre hubiera sido alguien de la industria textil, probablemente le hubiera llevado una tela. Hubiera sido el código de comunicación. En alguna entrevista, puse algún ejemplo de mi gato Capuccino: caza lagartijas en el jardín y me las trae como un trofeo. No estoy muy interesado en recibir esas lagartijas pero él se siente muy orgulloso y me las expone. Un poco para mí escribir era lo mismo, eran las lagartijas que le daba a mi padre para que viera que era capaz de atraparlas.
-T: Así como hay muchos padres según los hermanos y hermanas, ¿pensás que hay distintas muertes de un padre?
-J.V: Y muchas vidas también. Por ejemplo, si hubiera escrito este libro a los 35 años hubiera sido muy distinto, porque tenía otro padre, tenía una cantidad de pugnas con él. Sentía que él había estado en falta en muchas casas. A los 45 años también hubiera sido distinto y así sucesivamente. Si hubiera escrito este libro a los 6 años, hubiera sido un acto de idolatría total y mi padre hubiera sido un gigante todopoderoso que me llevaba en su bolsillo. Estos distintos padres que tenemos hablan de la riqueza de una vida. Cuando él muere, él tiene diferentes nombres. Él se llamaba Luis Anselmo Antonio y en algunos trámites era Luis Anselmo, en otros Luis Antonio. Entonces tuve que hacer una "unificación de nombres ante notario", que se utiliza mucho ante los criminales cuando tienen un apodo para que todos esos nombres representan a la misma persona. Tuve que hacer ese trámite para que lo identificaran y un poco este libro es lo mismo: es el último trámite para unificar los nombres.
Con información de Télam