John Katzenbach: “No soy un profeta, soy un novelista”

02 de diciembre, 2021 | 15.44

(Por Ana Clara Pérez Cotten) El escritor norteamericano John Katzenbach cuenta en su última novela, “El club de los psicópatas", la historia y persecución de una logia que anida en internet para cometer asesinatos y, mientras cumple con las obligaciones de uno de esos grandes lanzamientos editoriales que no entienden de fronteras, trabaja en la última parte de “El psicoanalista”, el mítico bestseller de 2002 que vendió más de un millón de ejemplares solo en castellano, retomando así una historia que, según confiesa, le cuesta abordar porque siente afecto por el protagonista.

Por videollamada desde su escritorio en su casa de Massachusetts, el maestro en el arte del thriller psicológico dialoga con Télam y defiende la idea de que los crímenes reflejan la era en la que vivimos: “Lo que ocurre cuando hay una venganza tras un insulto no es nada nuevo, viene de Caín y Abel. En el libro, trato de reflejar lo que sucede en un crimen que combina pasado y presente y que, a la vez, mira al futuro”, sostuvo.

Casado con Madeleine Blais, una periodista ganadora del Pulitzer, Katzenbach asume que aprendió la lógica del thriller durante sus años como cronista policial de The Miami Herald y Miami New, un oficio que abandonó en 1987 para dedicarse por completo a la literatura.

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“El club de los psicópatas” retoma aquel rol de cronista para reconstruir la dinámica de Alpha, Bravo, Charlie, Delta e Easy, los cinco asesinos de una sociedad secreta inspirada en "Jack el destripador". No se conocen personalmente y se reúnen en la deep web para compartir cierta estetización de los asesinatos.

A pesar de que descansa sobre cierto colchón de certeza que da ser un probado best seller, durante la entrevista se permite dudar y vuelve sobre sus respuestas para repensar alguna cuestión. “Dejame agregar algo”, pide cuando cuenta que por estos días tipea las primeras páginas del borrador de la última parte de la saga de “El psicoanalista”, su gran éxito mundial.

"Todas las novelas tienen una parte que implica subir la montaña. Primero es cuesta arriba y después, toca bajar. Estoy escribiendo otra vez sobre el Dr. Starks, porque me di cuenta de que encontré preguntas sin respuestas. En el camino hacia arriba de la montaña me encontraré con las preguntas”, recrea y asegura que todavía siente que toma riesgos: “Escribo sobre un personaje que me cae bien y eso, para un escritor, es un verdadero peligro”.

- Télam: ¿Escribió el libro durante la pandemia? ¿Cambió su rutina de escritor?

- John Katzenbach: Sí, lo escribí durante la pandemia y mi rutina cambió mucho. Al no poder salir, no podía ver a mis amigos ni salir. Me pasé mucho tiempo en mi casa y me dediqué a escribir con todas las energías. No creo que yo sea una excepción, me parece que la pandemia ayudó a autores alrededor de todo el mundo porque no nos dedicamos a ninguna otra cosa que a crear.

- T.: ¿Estudió o exploró la figura de Jack el destripador para escribir su novela?

- J.K.: Sí, de forma informal. A lo largo de los años leí mucho sobre Jack el destripador. En realidad creo que todos aquellos autores que hayan trabajado con la figura del asesino serial, estudiaron la figura de Jack el Destripador y lo conocen. Lo fascinante de él es que en 1888 supo utilizar la publicidad. Sus asesinatos no eran especiales pero él sabía usar a los medios ya entonces, un adelantado.

- T.: Los asesinos se encuentran en la deep web para compartir sus experiencias. ¿Fue una forma de alertar sobre los peligros de vivir on line?

- J.K.: Sí, pero yo no soy un profeta, soy un novelista. Mi intención era explorar los riesgos y los peligros de internet pero solo a los efectos de la novela, a darle contexto. Todos fuimos adolescentes alguna vez y sabemos que a esa edad se puede hacer algo considerado y maravilloso y, al segundo siguiente, algo que es tonto y peligroso. Me interesó explorar esas zonas, esas idas y vueltas, capturarlo.

- T.: ¿Cómo fue meterse en la cabeza de un grupo de adolescentes? Es la primera vez que escribe sobre ellos. ¿Qué dificultades encontró?

- J.K.: Como escritor, el problema está siempre al principio. Es muy interesante meterse en la cabeza de los personajes buenos y los personajes malos. En ese primer momento, en mi cabeza, las cosas se ponen difíciles. Pero poco a poco, uno va determinando su personalidad y su carácter. Y a partir de ese momento, todo fluye. Lo importante es encontrar cosas pequeñas, detalles. Por un lado, tenemos cinco asesinos que se dan apoyo mutuo y que trabajan como un equipo. Por el otro, hay dos adolescentes que actúan por su cuenta: uno es arquero y ataja solo y la otra es corredora y corre sola. Creo que son características psicológicas que aportan mucho a la historia.

- T.: ¿Qué dice ese tipo de crímenes sobre la época?

- J.K.: Lo que sucede cuando hay una venganza tras un insulto no es nada nuevo, viene de Caín y Abel. En el libro, trato de reflejar lo que sucede en un crimen que combina pasado y presente y que , a la vez, mira al futuro Y si bien sé que no es nuevo, lo que sí es nuevo es el mundo en el que vivimos en el que internet parece reglarlo todo.

T.: ¿Cómo hizo para crear los matices de cada uno de los psicópatas?

J.K.: El desafío fue crear un individuo de cada uno y, a la vez, áreas que comparten que les permiten darse apoyo. En alguna forma, funcionan como un equipo de básquet o como cualquier equipo deportivo. Se combinan para llevar la pelota con éxito. Esto es lo que tenía en mente. Y quise buscar distintos tipos de asesinos, cada uno tiene su estilo particular. Y no me gusta mucho admitirlo pero quería buscar distintos tipos de asesinos. No me gusta mucho admitirlo pero fue muy divertido meterme en su mente.

T.: ¿Cómo cambió, con el correr de los años, su entendimiento de la psicología y las emociones de sus personajes? ¿Cree que mejoró en eso?

J.K.: ¡Espero! Pero realmente no lo sé. Como autor es importante encontrar la psicología de los personajes. ¿Eso significa que capto la psicología de este mundo totalmente enloquecido? La verdad es que no lo sé.

Con información de Télam