Hacia los límites del policial: una novela rinde homenaje a lo mejor de la tradición

03 de diciembre, 2023 | 14.16

(Por Eva Marabotto) Un hombre que se siente perseguido y escribe su angustia y su expareja que lee el texto sin saber si es ficción o realidad se entrelazan en la trama de “Los incidentes”, la segunda novela de Agustín De Luca, quien ya había incursionado en el policial con “El judicial”.

Ambas historias transcurren en dos tiempos diferentes: el de la escritura y el de la lectura se alternan simétricamente de modo que el lector de la novela que editó Larría se adentra en la paranoia de Martín y las dudas de Lucía sobre si puede distinguir la realidad de la ficción. Sucede que a los elementos del policial, como la persecución, la muerte, los procedimientos policiales y la investigación judicial, el texto suma otros que le son ajenos y proceden del campo de la teoría literaria: reflexiones sobre la edición y la escritura y, la valoración que tienen los distintos géneros.

De este modo, el policial de De Luca también se convierte en un texto que revindica al género y se hace cargo de los prejuicios que existen en torno de él, desde la dedicatoria misma que enuncia: “A mi padre, que me inició en el sano vicio de la literatura policial”.

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“Con los materiales y el vértigo del noir, Agustín De Luca escribe una intriga astuta y convincente, que evoca al Rodolfo Walsh de 'Nota al pie' y los misterios clásicos de cuarto cerrado, con algunos aguijones satíricos sobre la escena literaria contemporánea”, apunta el escritor Guillermo Martínez desde la contratapa.

El autor, que se confiesa apasionado del cine y la literatura de todos los géneros, analizó en diálogo con Télam la vigencia del policial en la Argentina, a pesar de las consideraciones habituales de que se trata de una lectura “de vacaciones”.

-Télam: La inscripción de “Los incidentes” en el género policial está exacerbada, desde las referencias a los clásicos, de Agatha Christie a Conan Doyle, a los misterios de cuarto cerrado y la dedicatoria a tu padre que te inició en este tipo de literatura…

-Agustín De Luca: Sí. El libro surgió de varias ideas que me daban vueltas en la cabeza. La primera fue precisamente hacer un homenaje al policial clásico. Mi relación con el género empezó con la Biblioteca de Oro de Agatha Christie que estaba en mi casa. Fueron los primeros libros que leí de chico. Estaban en un estante alto y me generaban fascinación. La otra era construir una narrativa a dos voces, en la que una fuera narrador y la otra lector. Entonces el narrador cuenta ciertos hechos en los que es perseguido y quien lo lee no sabe si es ficción o realidad. Luego le agregué que estas dos personas tuvieran algún tipo de relación y después que se convirtieran en escritor y editora como para sumarle las tensiones propias de la pareja o ex pareja de las de la relación editorial.

-T.: Hablás de hacerle un homenaje al género, pero en la misma trama también hay una reivindicación, ya que la madre de uno de los protagonistas, que representa a la Academia, desprecia al policial…

-A. D.L.: Sí, me propuse hacer una reivindicación del policial. Yo creo que esa diferencia que se suele hacer académicamente entre una literatura culta y otra popular, o, por llamarla de algún modo “para las vacaciones", es completamente artificial. Creo que se hacen varias operaciones para sostener esa división, una de ellas, quizás la más evidente es que cuando un texto policial tiene cierto nivel se lo saca del género. Es el caso de “La muerte y la brújula” de Borges que no se considera policial. Él era un gran cultor del género y escribió también cuentos con Bioy Casares.

Entonces, cuando un policial entra en ciertos círculos pareciera que deja de pertenecer al género. Además se dice que la literatura de género apela a fórmulas reiterativas, sin ideas ni imaginación pero, si bien es cierto que el policial tiene ciertas fórmulas, el realismo también tiene ciertas convenciones. La gracia está en lo que uno hace con esas convenciones y cómo juega con ellas.

-T.: Además de la discusión sobre los géneros y el prestigio de cierta literatura, la lectura de Lucía, introduce el concepto de edición. Sus notas van editando el texto ante los ojos del lector.

-A. D.L.: Yo tenía el propósito de que hubiese alguien leyendo la novela . Incluso antes de escribir el libro. Pero los comentarios de edición, las notas al pie surgieron después de terminarla. Me permitía dejar cosas que quizás no me hubiese permitido, como algo cursi, porque esa mirada de la editora lo iba a marcar. Eso introduce otro nivel de lectura. Me permitió jugar con esa idea de que la novela de Martín se pudiera leer de dos formas distintas, como ficción y como algo que testimonia lo que le está sucediendo.

-T.: Hay varios niveles de lectura y análisis, entonces…

-A. D.L.: Sí. Está el misterio del cuarto cerrado, está la reflexión sobre el policial y sobre la lectura y la literatura. También en la relación de Lucía con su pareja actual que es editor, y junto con ella hay conversaciones sobre edición y escritura que provienen de mi extrañeza por todo ese mundo ya que soy docente de Derecho Penal en la UBA y solo me adentré en ese mundo con la publicación de mi primera novela “El judicial”.

-T.:¿Cómo surgió esa estructura que es casi un mecanismo de relojería, una alternancia entre dos voces narrativas?

-A. D.L.: Siempre me interesó lo metanarrativo. En “Otras Inquisiciones” Borges incluye un texto en el cual juega con la idea de El Quijote leyendo El Quijote. También Scherezada cuenta la historia de Scherezada. Es una puesta en abismo el hecho de que alguien lea el texto dentro del texto. Esa operación me interesa mucho así que tenía una idea primigenia de escribir el relato de un paranoico y, a la vez, la lectura de ese relato. Luego les di una voz a cada uno.

-T.: Elegís un policial clásico pero lo inscribís en una Buenos Aires actual. Hay marcas en el lenguaje, referencias al barrio de Caballito y al de Palermo…

-A. D.L.: Eso no no es algo que haya elegido, sino que es la forma en la que me sale escribir. Soy de la zona sur pero hace ocho o nueve años que vivo en la Ciudad de Buenos Aires y cuando pienso una historia, la pienso acá.

-T.: ¿Cómo ves el género en este momento en la Argentina? Algunos autores postulan que el inconveniente para hacer policial en el país es que, salvo para el policial negro, la figura de un policía o un comisario no resulta muy amable después de la dictadura y los casos de violencia policial.

-A. D.L.: Se hace policial en la Argentina. Leo a Pablo De Santis, a Guillermo Martínez y a Claudia Piñeiro. No sé si se hace mucho, pero el género está. Quizás faltan voces nuevas. Respecto a los personajes, el mismo Rodolfo Walsh tiene un personaje que es comisario y se repite también la figura del juez que investiga los hechos.

-T.: Dentro de la operación de lectura de Lucía también está su edición. Hay notas al pie, subrayados, resaltados. Parecen acompañar y guiar al lector.

-A. D.L.: Sí. Estaba la idea de hacer una edición sobre el libro. Sumar otra capa de lectura diferente.

-T.: Tu primera novela es un policial negro y ésta es clásica. ¿Vas a mantenerte dentro del género?

-A. D.L.: Tengo dos novelas incompletas. Unos primeros borradores que debería sentarme a trabajar. Una escrita hace bastante y otra más reciente. Una sigue dentro del género policial negro y la otra más ubicada en el fantástico que explora la historia de un escritor fracasado, una figura que me interesa bastante.

-T.: Hacé un tiempo el escritor Marcelo Figueras reflexionó en sus redes sobre el narrador poco fiable, una figura no muy usada en la literatura. Vos elegiste utilizarla en tu novela ¿por qué?

-A. D.L.: Sí. Recuerdo algunos ejemplos de Agatha Christie en los que la voz narrativa te traiciona. Sin entrar en spoiler, la vuelta de tuerca, el giro del final me parece fundamental en el policial. Me interesa pensarlo mucho ya que considero que debe cumplir dos requisitos: debe sorprender al lector porque si lo vio venir desde la primera página no es efectivo, y, a la vez, debe estar retrospectivamente justificado, es decir que debe haber pistas. Me gustan las historias que invitan a leerlas de nuevo para rastrear los indicios.

Con información de Télam