(Por Eva Marabotto) En su cuarto libro de cuentos, Sueños como cuchillos, la periodista Gabriela Mayer transita gradualmente de lo fantástico a lo extraño dentro de lo cotidiano en historias con una voz narrativa fuerte, mayoritariamente en primera persona, que sumergen al lector en una galería de personajes que van perdiendo la capacidad de volar, alimentan un odio exacerbado por la vecina, son víctimas de una invasión de cucarachas o se replantean sus últimas parejas amorosas.
En la contratapa del libro que editó Milena Caserola, el escritor y periodista Enzo Maqueira define el estilo de Mayer como directo, filoso, al mismo tiempo alucinado y lo emparenta con la rica tradición de la literatura fantástica rioplatense que es también realismo crudo y desgarrador.
Mayer es licenciada en Comunicación Social. Es periodista y escribió los libros de cuentos Los signos transparentes, Todas las persianas bajas y El pasado sabe esperar. Conversó con Télam sobre este volumen cuya tapa está ilustrada por su sobrina Lucía Martínez Meyer y los puntos de contacto del periodismo y la literatura.
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-Télam: Tus cuatro libros se inscriben en el género del cuento, ¿no experimentaste en otros formatos?
-Gabriela Mayer: Solo al principio escribí algo de poesía, pero después me siento formateada para escribir cuentos. Las ideas que se me instalan las pienso en esa estructura. He llegado a pensar de que tiene que ver con la brevedad que me impone el oficio de periodista. O quizás con que soy bastante impaciente.
-T.: ¿Cuáles son las características de tu prosa que toma del periodismo?
-G.M.: Muchas de mis lecturas están en ella. Incluso entrevistas propias que hice con preguntas a autores que me interesaban a mí como escritora, por ejemplo sobre el manejo de la lengua. Pero también las herramientas del periodismo, la brevedad, la precisión, el comenzar con algo impactante. Todo eso me aportó a la hora de construir historias porque, de alguna manera, el periodismo y la literatura son orillas del mismo río. Un día cruzás por un lado y otro día por otro, pero la persona que escribe es la misma y las herramientas también. Me llevó tiempo entender eso y en un primer momento pensé que eran escrituras disociadas. Ahora veo que no es así.
-T.: Aunque los textos que componen Sueños como cuchillos son cuentos, hay personajes que transitan de uno a otro, escenarios que se repiten y le dan una uniformidad, conforman una especie de universo
- G.M.: En la segunda parte del libro trabajé con las miradas de infancia y las protagonistas aparecen en más de uno. Salvo el último cuento donde el que narra es un hombre joven , el Pájaro, que viene de mi libro anterior. Él ya aparecía en varios cuentos de El pasado sabe esperar. En algunos era protagonista y en otros un personaje secundario. En el caso de él, siento que es una especie de transición con mi obra anterior. El cuento en el que está él lo ubiqué al final porque es un cambio en las voces narrativas femeninas.
No me propuse armar esa unidad, pero sí creo que, sin proponérmelo, surgió un mosaico de cuentos que se dejan leer como si hubiese un trazo entre uno y otro.
-T.: Salvo por la historia que le da nombre al libro, y que aparece al final, el resto son historias contadas desde la mirada femenina, ya sea de mujeres o de niñas o adolescentes
-G.M.: Sí. Hay voces de niñas, de nenas chiquitas, otras más crecidas. Pero la división en dos partes es clara ya que la primera parte son mujeres que ya están recorriendo el camino de la adultez.
-T.: Estas narradoras niñas se inscriben en una tradición reciente de darle voz a las infancias. Pienso en La casa de los conejos de Laura Alcoba que cuenta la dictadura desde los ojos de una niña
-G.M.: Sí. Hay varias novelas y cuentos pero, en realidad, nunca escribo con un plan predeterminado, para inscribirme en una temática o una tendencia. Más bien ciertos temas se apoderan de mí y sucedió que cuando empecé a revisar los cuentos que tenía, noté que la mirada de la infancia era uno de los ejes.
-T.: La mayoría de los cuentos están narrados en primera persona, ¿trabajaste con materiales autobiográficos?
-G.M.: Hay material autobiográfico, pero lo aproveché para jugar con esos recuerdos, agregarles imágenes o sensaciones que tal vez no estuvieron, sumar otros personajes, dibujar con eso. En un principio me daba cierto temor incursionar en lo personal, pero con el tiempo fui aprendiendo que es un material narrativo más y, como tal, modificable y además es el territorio que a uno se le ofrece y en el que se maneja mejor. A veces suma ponerse a trabajar sobre un elemento o un universo que uno conoció y ponerlo a jugar.
-T.: En la contratapa Enzo Maqueira inscribe tus cuentos en la tradición del fantástico rioplatense, ¿Te sentís cómoda con ese rótulo? Hay historias que parecen transitar el terror o el extrañamiento
-G.M.: Creo que extrañamiento es una buena palabra. Igual me cuesta mucho definirme porque también me resulta difícil leerme. Decididamente no es terror al modo de Mariana Enriquez, quizás un intersticio entre ambos.
Lo que me pasa a mí es que el proceso de escritura en sí mismo es como un extrañamiento, como un estadio en el que uno transita como algo que no sabe muy bien qué es. Me refiero a que te sentás a escribir, y hay algo que se apodera de vos y no sabés muy bien, por dónde te va a llevar. Por eso, a veces, cuando los leo después me sorprenden.
En algunos de mis cuentos, lo fantástico o lo extraño surgen de lo cotidiano, no son cosas de otro mundo, de otro planeta. Me gusta el género que parte de lo cotidiano, de elementos y situaciones que parecen ser comunes y se dan en todas las casas.
-T.: La ilustración de tapa es una escalera, un elemento que está en las casas y se repite en estos cuentos
-Sí. La hizo Lucía Martínez Mayer, mi sobrina, que tiene 22 años y ganó dos premios del Fondo Nacional de las Artes. Me propuso ilustrar el motivo de la escalera y me pareció interesante porque ella me hizo notar que se repiten en los cuentos. Quizás bien podrían representar el espíritu del libro que también tiene ese pasaje, del abajo al arriba, de lo cotidiano a lo fantástico, la transición gradual de un mundo al otro.
-T.: ¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Fue en el marco de un taller literario? ¿corregiste mucho?
-G.M.: En general, la mayoría de los cuentos salen de una idea fuerza de una situación que viví o algo que me llamó la atención. No soy de anotar en libretas, como algunos escritores, pero me queda rondando la idea. Algunas las escribo en el corto plazo, y otras, mucho tiempo después porque necesitan un tiempo para decantar. Además soy de corregirme mucho, hay cuentos en los que cambié el punto de vista y tuve que reescribirlos.
Hice clínica de escritura con Inés Fernández Moreno muchos años y trabajé algunos cuentos con ella.
-T.: Es tu primer libro en Milena Caserola pero venías editando tus libros en editoriales independientes. ¿Cómo es la experiencia?
-G.M.: Estoy muy contenta. Las editoriales independientes tienen una gran mística. En Milena Caserola me sentí muy bien recibida. Una editorial se convierte en una casa, y ahí uno se siente ahí, en compañía de los otros autores.
Con información de Télam