(Por Emilia Racciatti) Elena Poniatowska recurrió a la ficción para hilvanar la historia del último rey de Polonia Stanislaw Poniatowski, con su relato familiar, y ese cruce se potencia a través de dos dimensiones: el registro histórico, por el que se narra la vida y obra de ese hombre ligado al origen de su familia paterna, y otro personal, en el que asume desde la primera persona su encuentro con la escritura, su inserción en la vida cultural y política de México y su rol como madre.
"A la vida de Stanislaw Poniatowski, nacido en 1732, añadí algo de la mía, nacida doscientos años más tarde, en 1932, en un mundo fantástico, no solo para mí, sino para las futuras generaciones de hijos, nietos y bisnietos: el de la llegada del hombre a la Luna el 20 de julio de 1969 en una nave con tres astronautas estadounidenses", escribe en el prólogo del libro editado por Seix Barral una de las principales referentes de la literatura latinoamericana.
La primera parte de esta monumental novela se publicó en 2019 pero fue esta nueva versión la que incluyó un episodio de su vida personal: la revelación de que su primer hijo fue fruto de la violación del ensayista y escritor Juan Luis Arreola en 1954.
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Si bien en la novela es llamado "Maestro" y no da su nombre, hasta la familia del autor mexicano fallecido en 2001 se dio por aludida. Y en una entrevista después de la salida del libro, la propia Poniatowska lo dijo: "Ya se sabía, muchos lo saben. Pero no hay que decirlo, para qué, además, ya pasaron tantos años. Él usaba su capacidad de convencer, de ser muy seductor, para hacerle daño a la gente", comentó y agregó que le dio a leer el libro a Emmanuel, el hijo que fue el fruto de la violación, a quien "le pareció bien que lo publicara".
Apodado Mane, ese hijo mayor es un testigo clave de sus horas de trabajo dedicadas a la escritura: "Para Mane escuchar las teclas de la máquina de escribir y su ring-ring cada vez que llego al final de una línea es su canción de cuna. Lo que más le enferma es que le diga: 'Ya acabé, vamos a salir' y siga yo tecleando", marca en este libro de 900 páginas en las que hay dibujos, fotos y mapas.
Nacida en París en 1932 y emigrada a México durante la Segunda Guerra Mundial, la autora de "La piel del cielo" cumplirá el 9 de mayo 91 años y su vigencia en la escena literaria y cultural la sigue ubicando en el centro: hace días recibió un nuevo reconocimiento en México, esta vez la medalla Belisario Domínguez por su amplia trayectoria literaria y por ser una "referente de compromiso social, espíritu cívico, servicio a la patria, humanismo y libertad", según el Senado, que otorga el galardón.
Al recibirlo, la escritora consideró el reconocimiento a los que como ella "se despiden" y aprovechó para hacer un repaso por su vida: "¿Alguna vez lo imaginé? No. Los premios son una puerta que se abre de pronto, un regalo, una posibilidad de futuro y un reconocimiento para los que como yo se despiden", manifestó con tono nostálgico, pero siempre sosteniendo una sonrisa, la autora de "La Noche de Tlatelolco", que narra la cruenta represión de un levantamiento estudiantil el 2 de octubre de 1968 en Ciudad de México.
Radicada en ese país desde 1942, la también premio Cervantes de Literatura 2013, evocó además su oficio periodístico, que le permitió entrevistar a figuras como el muralista Diego Rivera o las actrices María Félix y Dolores del Río, entre muchas otras.
"Desde 1953 escribo en un ámbito amistoso y competitivo. Si fui una joven preguntona, sigo siéndolo y todavía insisto en los por qué, para qué, cómo, cuándo, dónde", expresó ante un auditorio, que no dejó de aplaudirla y corear su apodo, "Elenita".
Ese encuentro con la escritura está narrado en "El amante polaco", su más reciente obra en el que en un momento asume "lo mío es escribir". "No escribir hubiera sido como no vivir, aunque no supiera escribir, mi vida fue y es la de la escritura, no es que creyera que yo sabía escribir, es que no podía hacer otra cosa, escribiría a mi modo sin pedir permiso, interrogaría a los demás sobre su vida y haría de su vida escritura".
Entre las amistades con las que se fue cruzando en su vida personal y profesional está por ejemplo, Carlos Fuentes, con quien recuerda que bailaba valses y polkas y a quien dice que veía como un héroe que "escribe a máquina con un solo dedo de cada mano, el índice".
En esos diálogos de juventud, Poniatowska recuerda que él todavía no sabía si iba a ser escritor, estudiaba leyes y le enseñaba a ella de política. Pero antes están los recuerdos de su adolescencia y primera juventud y ahí aparecen "Ana Karenina, "leída en una noche, en dos pequeños tomos cubiertos de gamuza café", y "Madame Bovary", con la que lloró no por la protagonista sino "por el médico de pueblo Charles Bovary" porque explica que la aterró "que aceptara operar al hombre del pie zambo".
Pero ese registro personal se va cruzando, combinando en los capítulos con la vida de Stanislaw Poniatowski, su tío lejano nacido en 1732 y amante de Catalina la Grande al que llega cuando se cruza con un libro del historiador Adam Zamoyski en un viaje a Estados Unidos.
Ese dato del prólogo se extiende en "El amante polaco" donde la escritora se propone contar la vida de quien "hizo todo por aliviar la pobreza de los campesinos polacos que vivían al servicio de una nobleza complaciente consigo misma y celosa de sus privilegios y tradiciones sármatas".
Cuando apenas había entregado esta novela a la editorial, Poniatowska concedió una entrevista a Télam en la que aseguró que no había en su vida ritual de escritura porque la escritura lo tomaba todo: "Lo único que hago es escribir y lo interrumpo para tomarme una regadera, lavarme los dientes, comer, hablar de vez en cuando por teléfono y ver a mis 10 nietos".
Esa escritura toma forma de ficción pero también de columna semanal en el diario La Jornada de México. Y tanto en su oficio como periodista como en el de escritora la búsqueda parece ser preguntarse por su vida pero principalmente por la de los demás.
"De lo único que soy esclava por ahora es de esta novela que pretendo escribir y no lo logro porque no sé nada de Polonia ni de mi familia paterna; desconfío de mis recuerdos y no tengo fe en mí misma. Si la tuviera, hace mucho que hubiera dejado de preguntarle a los demás cómo le hacen para vivir", escribe en uno de los primeros capítulos de su más reciente novela.
Con información de Télam