(Por Marina Sepúlveda) Dueño de una estética inconfundible desplegada en sillas y bancos que se desparraman transformados como spaghettis de madera o metal en el espacio, el artista franco-argentino Pablo Reinoso presenta su gran exposición individual "Débordements" en el Castillo Chambord de Francia, que se proyecta sobre sus jardines como escenario que traspasa arquitectura y naturaleza, condensando de algún modo la transformación de la materia convertida en vida como parte de la búsqueda del creador.
Inaugurada hace unos días, "Débordements. Pablo Reinoso" ("Desbordamiento de", en su traducción literal del francés), permanecerá hasta el 4 de septiembre en el privilegiado espacio del "Domaine national de Chambord" y está curada por Yannick Mercoyrol, responsable artístico del castillo y los bosques circundantes que desde 1930 son propiedad del Estado francés.
"Tardamos mucho en encontrar el título -refiere Reinoso en diálogo con Télam-, hasta que apareció esta palabra. Nos pareció una evidencia de mi trabajo donde desbordo los límites, siempre hay una idea de expansión y también, porque el castillo es un desbordamiento, es un exceso de algún momento".
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Artista, diseñador y escultor, Reinoso (Buenos Aires, 1955) vive en Francia desde 1978. Con extensa y reconocida trayectoria internacional, presenta más de 50 obras entre sus icónicas sillas thonet y piezas nuevas, en el interior y los jardines del majestuoso castillo símbolo del poder real francés concebido hacia 1519 por un Francisco I deslumbrado por el Renacimiento italiano.
En el ecosistema dialógico de la exposición, se expone el juego entre lo contemporáneo y lo histórico, el hombre y la naturaleza, con esculturas, dibujos e instalaciones como la nueva obra "Revolución vegetal" hasta los conocidos "marcos" o "bancos de espaguetis" -donde el objeto de madera abandona su función y se vuelve vegetal para seguir creciendo- hasta sus "Trabajos de respiración", entre otros.
Si bien no es una retrospectiva, Reinoso expone obras de comienzos de los 80 por su "total pertinencia para los tiempos contemporáneos", según indica.
El proyecto le demandó dos años exactos, aclara, para una propuesta surgida unos dos meses previos a la irrupción de la pandemia en 2020. Y durante los dos meses del primer confinamiento en Francia, el artista se abocó a elaborar ideas, a pintar y dibujar.
Sobre el Chambord como espacio expositivo indica que "era un lugar que tenía en el radar como posible para hacer una exposición, un desafío muy complicado, como podría también ser Versalles", comenta. Y agrega: "un día surgió la posibilidad gracias al embajador argentino en París que almorzó con el director de Chambord y hablaron de mi obra, y empezaron las primeras charlas. Después fue un ir y venir en buenas coincidencias". Pensado primero como algo más acotado y una residencia artística, destaca que con la elaboración del proyecto fue "encontrando nuevas soluciones" que lo fue entusiasmando.
Desde la concepción de la muestra, Reinoso analizó la historia expositiva de dos o tres muestras anuales que desde hace 12-14 años se realizan en el lugar bajo la tutela del Ministerio de cultura, con estatuto de museo nacional.
La particularidad del Chambord es la de ser "uno de los museos más visitados de Francia", con un millón de visitantes por año para un promedio habitual de dos millones previos a la pandemia. Por lo cual, estima que esta exposición recibirá unas 500 mil personas de las que visitan el castillo.Y en esa circulación de personas, como las 21 mil del fin de semana, se dispone de una logística muy importante, dice.
"Esa logística no tiene que frenar el impulso plástico", dice. Y recuerda que los primeros momentos fueron de pánico en el 2019. "Después estudié mucho la historia de Francia: el castillo es la bisagra del Medioevo y el Renacimiento, es la primera obra del renacimiento que se construye en Francia, por eso la inspiración de Leonardo da Vinci, la inspiración Italiana, define mucho a cierta particularidad de Francia, que había que considerar -indica-. Y lo otro, era la tremenda vida de flora y fauna que está preservada y es patrimonio de la Unesco; de hecho la muestra es patrocinada por el organismo internacional. Y así, yendo de una punta a la otra fui atando el hilo", refiere.
"En cuanto a los desafíos son infinitos. Ese lugar es vastísimo, complejo. No es un lugar donde tenés las paredes blancas, vas colgás y ya está, ponés tus ideas. Hay que asociarse con el edificio, ponerlo en tensión. Después está el parque dentro del castillo que tiene seis hectáreas, porque el bosque tiene casi 6 mil hectáreas de las cuales solo mil son visitadas por el público y están atravesadas por caminos. O sea, el desafío es gigante. La idea era encontrar obras en ecuación que fueran en buena escala y que las ideas pudieran realmente circular", reflexiona.
¿Es posible alcanzar una armonía entre el hombre y el medio ambiente? "Justamente de eso se trata un poco toda la idea de la exposición. La armonía hace rato que no la hemos encontrado, más bien la hemos destruido. Estás obras apuntan a señalar de un modo optimista como la naturaleza puede retomar su derecho cuando encuentra la posibilidad de hacerlo, desde los bancos que crecen con una estructura vegetal a esta doble escalera de Leonardo donde se vuelve árbol. Lo que trato es de sensibilizar", explica.
Reinoso expone "la posibilidad enorme que tiene el medio ambiente de reciclarse" desde ese instante en que lo que lo destruye es frenado. Y el mejor ejemplo es el bosque del Chambord, donde el aumento de ciertas especies predadoras sobre otras es contrarrestado con un trabajo para equilibrar el hábitat, en un "bosque circundado por murallas donde los animales que viven allí dentro no pueden salir". Entonces, explica el artista, "la exposición hace eco a todo ello".
Lo primero con que se topa el visitante es "una escultura un poco como distraída que se ve más bien al irse que al entrar", indica, y se centra en la particularidad del permiso excepcional recibido para ocupar el "espacio central de la doble escalera de caracol imaginada por Leonardo da Vinci", la famosa escalera que es uno de los atractivos del sitio.
"Ese espacio central nunca había sido utilizado, nunca habían autorizado a un artista hacerlo. Ahí puse mis esculturas respirantes de los años 1990 para generar una respiración general en todo el castillo, como la primera clave de sol" (de un pentagrama), describe Reinoso. Y agrega: "A partir de ahí fui articulando una serie de obras en el espacio expositivo, en el segundo piso, en donde hay una especie de narración. Luego está el parque interior de estilo francés".
"Pensé que iba a ser mucho más complicado de lo que fue pero encontré buenas soluciones, y sobre todo es un tema de escala de la obra, del tamaño que tiene que tener", dice sobre el resultado.
Cintas o "firuletes" que crecen desde bancos, marcos, o árboles que se extienden desde troncos secos hasta ramas enredadas de metal, o escaleras que dejan de serlo y dibujos, son parte del juego del artista sobre la materia. La noción de equilibrio atraviesa sus composiciones espaciales, y cobra fuerza con el desarrollo de su trabajo la idea de "la fuerza de la vida, a través del principio del crecimiento vegetal aplicado a la materia y su plasmación conceptual de los ciclos fundacionales de la vida", tal como describen los organizadores.
Lo que se "desborda" en esta gran muestra es la noción de ecosistema del "laboratorio abierto a la biodiversidad" situado a 180 kilómetros de París, que es Chambord, la resonancia entre cultura y naturaleza, y el llamado a la reflexión desde el diálogo dispuesto con la obra del escultor.
"La transformación es parte de mi búsqueda. La transformación es lo que trato de señalar. E incluso si se piensa en las esculturas 'respirantes' -la primera la expuse justamente en Argentina en 1995- apunto a nuestra interdependencia con el aire, como cuanto ser vivo que exista necesita que el aire transite por él, que sea tomado y se genere vida. Toda esa transformación, de un elemento en vida, es parte de lo que apunta la obra", explica.
¿Qué busca en esa materia? Es la historia de la vida, que es siempre transformación, es siempre pasar de un estado al otro, es siempre hibridación, evolución. Parto de materiales y trato de trabajar con su lógica o contradecirlos y llevarlo a otro lugar", dice.
Radicado en Francia desde 1978, la pregunta casi obligada es si considera que hay algo muy argentino en su trabajo. "Sinceramente no lo sé. Ojalá, y ojalá que no sea la parte más mala que tenemos, pero seguramente sí. Nací ahí, me eduqué, me fui muy joven, pero son esos primeros veinte años los que marcan, y todo el trabajo de la cultura europea y francesa es un trabajo de madurez. Así que sí, supongo que algo fuerte hay pero no lo sé identificar", concluye.
Con información de Télam