Eduardo Berti: "Trabajé como esos pintores que dan unos pasos atrás antes de seguir con su cuadro"

13 de noviembre, 2021 | 13.44

(Por Emilia Racciatti) El escritor y traductor Eduardo Berti aborda en su libro, "Una presencia ideal", el trabajo desarrollado en la unidad de cuidados paliativos del hospital universitario de la ciudad de Rouen, en Francia, y a través de los testimonios de los trabajadores, pero en especial de las trabajadoras, construye una obra que potencia la mirada sobre los cuidados, las urgencias y las palabras que se revalorizan ante la cercanía de la muerte.

Presentado por el autor como "una ficción construida a partir de una experiencia real", el libro editado en la Argentina por Compañía Naviera Ilimitada, condensa las experiencias documentadas por Berti (Buenos Aires, 1964) en su paso por ese hospital entre abril y diciembre de 2015 pero tamizadas por la edición y la invención de nombres, datos e identidad de los protagonistas.

"Si hay algo que uno aprende rápido en este oficio, es a callarse cuando no hay nada que decir", dice una enfermera, mientras que una auxiliar de enfermería señala: "Lo peor que podemos hacer es hablar de ellos como si no estuvieran presentes", mientras que otra afirma: "Hablar de la muerte y el sufrimiento no es para todo el mundo. Así que me callo. Los protejo".

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Las historias se van entrelazando a través de testimonios que retratan las contradicciones de los vínculos laborales, familiares o de pareja. Pero si bien es un libro donde la muerte es inminente y está omnipresente, Berti asevera en diálogo con Télam que es una novela sobre la vida y ésta parece proyectarse en los decires: los de las trabajadoras sobre los alcances de la enfermedad, o de los pacientes que, ante la cercanía de un final confiesan hechos no revelados hasta ese momento.

-Télam: ¿Cómo recordás la primera visita al Centre Hospitalier Universitaire (CHU)? El libro comienza con el testimonio de alguien que muestra reticencia pero luego va cambiando porque a medida que pasan las páginas se percibe un deseo por hablar.

-Eduardo Berti: El primer texto es una especie de declaración de principios de mi parte y también de parte del personal sanitario. A través de ese texto intenté una especie de pacto con el lector. Porque pongo en labios de esa primera narradora una serie de cosas que yo no quise hacer y una cantidad de temores que muchos miembros del personal sanitario compartieron conmigo: la exageración con la que a veces se representa el mundo médico en el terreno de la ficción; lo arduo que les resulta a ellos hablar de su trabajo (las muertes, el dolor, etc. ) con gente ajena a su medio profesional, incluso con sus propios familiares… No fue el primer texto que escribí para el libro. Sin embargo, en cuanto lo escribí supe que iba a ponerlo al comienzo. En mi caso personal, no me enfrenté a grandes reticencias. Al contrario, me recibieron con los brazos abiertos y sentí que se abrían con gran confianza. Por supuesto, la confianza fue aumentando con los días. Algo así es inevitable.

-T: ¿Cuánto tiempo asististe al CHU y cómo siguió tu vínculo después de finalizar la residencia médico-literaria?

-E.B.: La idea inicial era que yo pasase dos o tres semanas en el hospital y que escribiera un texto de 5 o 10 páginas. Esto era todo. Pero la experiencia fue tan potente que, cuando quise darme cuenta, tenía varios cuadernos llenos de apuntes: cosas que iba charlando con las enfermeras, con los médicos, con todo el personal de la unidad; cosas que veía, que sentía o que imaginaba. El paso siguiente fue explicarles que quería escribir un libro, no un simple texto. Que necesitaba escribir un libro y que el libro ya se había puesto en marcha, sin pedirme permiso. Finalmente estuve unos seis meses, pero con pausas. Yendo y viniendo. Hacía pausas y tomaba distancia porque deseaba volver a casa y estar con mi familia. Pero también porque me hacía bien: respiraba, reflexionaba, renovaba la mirada, pensaba qué otros enfoques eran posibles, qué aspectos no había explorado todavía… Trabajé como esos pintores que dan unos pasos atrás antes de seguir con su cuadro.

-T: El decir es un tema que aparece mucho: qué decir, cuándo, cómo. ¿Eso se trasladó a las charlas que tenías con los distintos trabajadores y trabajadoras?

-E.B: Las charlas fueron muy relajadas y nada formales. No las abordé como un periodista o como un "investigador". Traté de fundirme en sus tareas cotidianas y ellas me lo permitieron. Me invitaban a compartir, por ejemplo, las reuniones que coincidían con los cambios de turno: cuando los equipos de la mañana, por ejemplo, reciben a los equipos de la tarde y les informan sobre el estado general de la unidad y el estado individual de los pacientes.

-T: ¿La unidad de cuidados paliativos es un lugar en el que la palabra circula con un peso especial?

-E.B: En una unidad así, la palabra puede ser sanadora. Puede aliviar. El eje es el cuerpo, sin dudas; se trata de aliviar el dolor físico, que es uno de los grandes objetivos de los cuidados paliativos. Pero también existe el anhelo de paliar sufrimientos o angustias que no son solamente algo físico. Al mismo tiempo, la palabra de los pacientes (o de sus familiares) puede impactar o conmover al personal sanitario. Me pasó más de una vez que una enfermera, al contarme algún episodio del pasado, se detenía especialmente en una frase o en unas palabras que le había dicho tal o cual paciente. Tanto es así que en la unidad donde yo estuve (la de la ciudad de Rouen, en Francia) llegó a haber, fugazmente, una especie de cuaderno o de "registro colectivo" donde el personal sanitario apuntaba, cada tanto, ciertas cosas dichas por los pacientes.

-T: En su mayoría son mujeres las que realizan estas tareas. ¿Cómo leés ese dato?

-E.B.: Más allá de mi mirada al respecto, quise tener sobre todo las lecturas de ellas. Y las fui volcando en el libro. Una de sus teorías, que yo pongo en boca de una médica, dice que desde el comienzo de los tiempos han sido las mujeres, las parteras, las que ayudan y acompañan durante el parto; y que entonces, "por un efecto de simetría", son las mujeres las que también ayudan y acompañan a la hora de la muerte, cosa que "les viene a los hombres como anillo al dedo".

-T: ¿Qué repercusiones tuviste entre los integrantes del CHU cuando se publicó el libro?

-E.B.: Fui teniendo diferentes repercusiones. En medio de mi residencia, cuando estaba en plena escritura del libro, organizamos una sesión de lectura muy sencilla. Les leí en voz alta unos nueve o diez capítulos del libro. Fue muy emocionante y muy tranquilizador que me dijeran que se "reconocían". Más tarde, cuando se publicó el libro, muchas de ellas me dijeron que estaban orgullosas de haberme ayudado a escribir un libro que valoriza su trabajo. Entre medio, antes de publicar el libro, pedí la ayuda de tres personas de la unidad. Les di el texto, que era entonces un "manuscrito"; les pedí que lo leyeran y que me dijeran, sobre todo, si había algún error en las cuestiones médicas o sanitarias. Si bien yo me tomé libertades e introduje algunos ingredientes de ficción, desde un primer momento quise ser muy fiel con su mundo profesional. Ese mundo fue el zócalo, digamos, sobre el cual yo fui combinando ficción y hechos reales.

Con información de Télam