Distintas dimensiones de Beatriz Guido como figura pública

17 de junio, 2023 | 13.45

Beatriz Guido decidió ocupar la escena pública sin rodeos: se definió como antiperonista, se hizo cargo de una crítica que hizo de su obra el ensayista y político Arturo Jauretche, quien la definió como "una escritora de 'medio pelo' para lectores de 'medio pelo'", sobre todo a partir de la lectura de su novela "El incendio y las vísperas", que integra la trilogía conocida como saga nacional con "Fin de fiesta" y "Escándalos y soledades".

"Además de su narrativa y de su intensa participación en el mundo del cine a través de los guiones después filmados por Leopoldo Torre Nilsson - 'La casa del ángel', 'La casa', 'Fin de fiesta', 'El secuestrador', 'La mano en la trampa' y 'La terraza'-, Guido construyó una irreverente imagen pública en la que se mostró como una frívola snob, divertida por sus propias contradicciones políticas, con intervenciones provocativas y siempre sorprendentes. Antiperonista en los años cincuenta, izquierdista en los sesenta y alfonsinista en los ochenta, fue designada como agregada cultural de la embajada argentina en España en 1984. En diciembre de 1987, visitó por última vez Buenos Aires para presentar su novela 'Rojo sobre rojo'; murió en Madrid, el 4 de marzo de 1988", rememora Sylvia Saítta en diálogo con Télam.

En tanto, Diego Sabanés dice que "la enorme visibilidad que tuvo Beatriz en la década del 60 fue un arma de doble filo" y explica que, por un lado, "la confluencia del reconocimiento internacional de las películas que escribía junto a Torre Nilsson ('La casa del ángel', que tuvo incluso una adaptación al ballet estrenada en Londres, el premio en Cannes para 'La mano en la trampa', una retrospectiva en el MoMA con siete de las películas que habían hecho juntos, por mencionar algunos hitos) con el éxito editorial de aquellas novelas donde relee episodios de la historia nacional (sobre todo 'Fin de Fiesta' y 'El incendio y las vísperas', que fueron best sellers en el momento de su aparición)" la colocaron "en un lugar que no tuvo ninguna otra escritora de su generación".

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"Esa exposición favoreció la circulación de sus libros y la catapultó a un territorio mediático muy propio de aquellos años (entrevistas, participación en eventos culturales de todo tipo, incluso la invitación al primer almuerzo de Mirtha Legrand). Pero también le generó el desdén, la crítica e incluso la burla de ciertos sectores que veían en esa sobre-exposición una actitud frívola, que vaciaba de contenido su obra", indica.

"Basta recordar el famoso capítulo que le dedica Jauretche en su libro sobre el medio pelo argentino. Quizás cabría preguntarse, desde una mirada contemporánea, si la Beatriz Guido - personaje público no eclipsó a la Beatriz Guido - escritora... Lo cierto es que a principios de la década del 70, Guido empieza a perder esa presencia mediática y también su obra parece perder un poco el rumbo. Buscando estar al día, deja atrás el estilo que venía desarrollando pero no logra darle forma a un estilo nuevo con la misma efectividad", explica Sabanés.

Su figura pública se constituyó entre el cine y la literatura. Sobre cómo influía esa bifurcación en su escritura, Alejandra Laera analiza que "es cierto que esa misma retroalimentación entre cine y literatura hizo, y hace, que muchas veces, se confunda si la historia de Albertina que recordamos es la de 'La caída de la novela', de Beatriz Guido, o la de la película de Torre Nilsson. Pero también es cierto que esa misma retroalimentación creativa hizo que, en efecto, recordemos a ese personaje, con un rostro y unos rasgos definidos, para siempre, algo que ocurre con pocos personajes literarios".

"El hecho de que Elsa Daniel fuera la protagonista de tres de esas historias, de la primera etapa de la colaboración de la pareja formada por Beatriz Guido y Torre Nilsson, tiene un efecto paradójico: por un lado, las tres protagonistas (de 'La casa del ángel', 'La caída' y 'La mano en la trampa') tienen el mismo rostro, o sea que la individualización es difusa, pero por otro lado, eso le da a la muchacha creada por Beatriz Guido un reconocimiento, una identificación, que excede lo individual y es de alcances sociales. En cuanto a la retroalimentación creativa, justamente, fue tal que dejó de importar qué escribía primero, si las novelas o relatos, o los guiones...", concluye Laera.

Con información de Télam

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