(Por Marina Sepúlveda). Altas paredes de tierra con suave aroma a café, clavo de olor y canela confortan y despiertan sensaciones invitando a pausar lo cotidiano ante los recovecos de la instalación "El lugar del alma", la propuesta de la artista colombiana Delcy Morelos en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires que, disponible hasta febrero próximo, actualiza la materia viva, nutriente y ese ciclo de la vida a respetar que suele perderse de vista y sintetiza en la "tierra" una materialidad perfecta y política.
La instalación de Morelos (Tierralta, Colombia, 1967) es parte del ambicioso programa de once muestras del museo que, bajo el título "Un día en la Tierra", sitúa esta obra 10 metros bajo tierra, con curaduría de Victoria Noorthoorn, directora del museo, en colaboración de Clarisa Appendino.
Se trata de una obra de "proceso muy complejo" por la cantidad de materiales utilizados y el tiempo de trabajo en que una docena de personas trabajaron armando bloques de tierra aromática, pasto, arcilla y turba del sur del país, con sus manos, junto a la artista, para configurar ese gran dispositivo en una sala en penumbras que propone -extrañamente- paredes elevadas a pocos centímetros del piso ideado por Iván Rösler, del área de producción.
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"Se baja a las profundidades de la tierra, por eso es oscura, íntima y masiva. La tierra se eleva del piso, la tierra se levanta, se alza, se subleva, se rebela. Busco llevar a la tierra al lugar de lo sagrado", reflexiona la artista en diálogo con Télam.
Una tierra acribillada del aroma del café, clavo de olor y canela, que son las "sustancias fragantes que forman parte de la obra, producidas por la tierra" que la artista devuelve y ofrenda en su trabajo buscando como resultado una "fragancia final profunda, húmeda y dulce", para un país como Colombia al que califica como "hermoso, apasionante y diverso".
Por otro lado, señala que se inspira en la colección de arte concreto del museo para componer a escala humana una forma a partir de sentir "cercanía y afinidad con los temas formales a los que me aproximo", dice y advierte que "la monocromía, las líneas paralelas o perpendiculares, composiciones silenciosas y puras" la ayudaron a resolver problemas formales del proyecto.
Artista de trayectoria internacional y docente, formada en pintura, va de lo bidimensional a lo escultórico y las instalaciones que la llevan a tomar la tierra como materia prima luego de realizar una residencia artística en Marruecos, en 2012.
¿Cómo surge este interés por trabajar con la tierra? "Vivo en un país en el que una capa vegetal exuberante cubre, casi en su totalidad, la superficie de la tierra. En contraste, Marruecos tiene una geografía en gran parte desértica, tierra desnuda con infinidad de colores: naranja, rojo amarillo y marrón, los colores de los minerales que contiene. Pero también esta tierra, aparentemente árida, manifiesta una fertilidad inusitada, expresada en sus cultivos extensos de olivos, berenjenas y dátiles", dice.
En ese sentido agrega: "Estos contrastes misteriosos despertaron mi interés por entender la relación entre el color, los minerales y la fertilidad, la alquimia terrestre y lo sagrado".
Según la curadora, en sus intereses "muestra una preocupación permanente por los motivos de la violencia, la discriminación y las pasiones humanas".
En Colombia, Morelos presentó en 2020 para el X Premio Luis Caballero "Moradas", una obra anclada en la cercanía del conflicto armado colombiano, la muerte, y la resistencia.
Este año, la 59° Bienal de Venecia la tiene como invitada con la instalación "Paraíso terrenal", similar a la del Moderno, con tierra endulzada y perfumada además con tabaco y chocolate que representa esa potencialidad de la vida.
Además geográficamente distante, hasta octubre, otra instalación suya con tierra está presente en la Aichi Triennale de Japón que con su lema "Still Alive" (todavía vivo) basada en el artista conceptual On Kawara y reúne obras de un centenar de artistas en el país asiático.
"Estoy presentando un proyecto parecido al que realicé en la galería NC-arte (2018) en Bogotá. Se hicieron 30.000 galletas y Mochis de tierra y arcilla, una intervención muy grande que ocupa un espacio tradicional japonés", refiere. Es una obra que también estimula los sentidos y, desde donde reactualiza rituales propiciatorios y en agradecimiento a la "madre tierra", la Pachamama.
-Télam: ¿Por qué el nombre "El lugar del alma" para la instalación inmersiva del segundo subsuelo del museo?
-Delcy Morelos: En las profundidades del Museo Moderno, a diez metros bajo la superficie, podemos -literal y metafóricamente- introducirnos en las entrañas de la tierra y de nosotros mismos (somos tierra). En ese lugar profundo, oscuro, húmedo y lleno de silencio, somos alma.
-T: ¿Cómo surgió la propuesta?
-DM: Nunca hay un punto cero en mis propuestas, siempre hay un espacio inicial que aporta con sus cualidades específicas un algo en el origen que es mucho, la dirección y el eje del proyecto. En este caso desde la sala muy amplia y de gran altura inició el proceso de creación del proyecto.
-T: Teniendo en cuenta tu trabajo en la Bienal de Venecia, de paredes de tierra más bajas y una configuración diferente, ¿cómo se relaciona y diferencia esta obra?
-DM: En la obra del Arsenal me interesaba crear un horizonte terrestre en un espacio interior. En mi proyecto del Moderno quería hacer evidente la cualidad subterránea de esta sala ubicada en el segundo subsuelo, a diez metros bajo tierra, un lugar profundo, hondo, que permite explorar eso que pasa en lo abismal y lo insondable.
-T: ¿Qué diálogos espaciales y corporales se entabla con los visitantes?
-DM: El proyecto se generó para crear diálogos físico-espaciales con la tierra, esa materia tan ignorada, denigrada y explotada, pero que es la sustancia que conforma, estructura y alimenta nuestro cuerpo físico. Hacer que la tierra esté tan presente en un espacio interior, puede producir en el espectador una experiencia en la que comprenda la profunda relación con la tierra.
-T: ¿Se pueden pensar tus trabajos con tierra como una prolongación de la pintura en la que te formaste?
-DM: Mis proyectos actuales son una prolongación continua que parte del plano bidimensional y se expande a la tridimensionalidad, pero en ese paso se mantienen intereses básicos que siempre atraviesan mi trabajo: el interés de producir en el espectador una experiencia con aquello que no puede ver -o no quiere- en su entorno social y material.
-T:-¿Qué representa la tierra en lo personal y lo político?
-DM: La tierra es sagrada, así como también lo es la vida, la tierra es generadora de vida. Los humanos, en general, vemos a la tierra como un elemento para ser explotado de todas las maneras posibles, pero nos perdemos su asombrosa generosidad y abundancia, la verdadera, porque hemos dejado de relacionarnos con la tierra como un ente vivo que nos nutre, sustenta y renueva, en múltiples sentidos. La tierra nos enriquece, pero no de la manera en que hemos entendido la riqueza hasta ahora. Su riqueza es otra, nos la ha ido enseñando poco a poco. La tierra nos educa con una paciencia que está más allá del tiempo humano. Los procesos ecológicos que nos han tocado son parte de las lecciones que nos tocan.
-T: ¿Por qué tomas la figura de la Pachamama? ¿Cómo sería pensarla desde Colombia y su complejidad cultural particular?
-DM: Es una figura que está presente en toda América, se le nombra y se le ofrenda de diferente manera, pero me puedo dar cuenta de que siempre hay un hilo conductor, saberes y costumbres comunes a todos. La figura de la Pachamama solo la mantienen los pueblos que mantienen viva su ancestralidad.
-T: Teniendo en cuenta el contexto mundial actual, regional y el de tu país en especial, la pelea por los recursos naturales, los modelos extractivistas y la lucha por la tierra ¿existe la posibilidad de una reparación ante tanta violencia y muerte?
-DM: La reparación y el cambio de actitud solo puede provenir de la profunda comprensión de que somos parte de la naturaleza, estamos tejidos y entrelazados, no hay separación, somos un continuo, si la explotamos y denigramos, nos explotamos y denigramos a nosotros mismos.
-T: En una entrevista planteas que ver el problema es parte de la solución ¿cómo es factible desde el arte?
-DM: Escuché a un artista decir que el artista es el dedo que señala, ver el problema es el inicio de la solución. El artista descubre siempre nuevas estrategias para mostrar, ¿alguna funcionará? Seguiré intentando, ese es mi trabajo.
-T: Decías en Venecia que "el infierno lo hacemos los humanos", ¿cómo sería lo opuesto?
-DM: Si creamos nuestro infierno desde la ignorancia de lo que realmente somos, nos expulsamos del paraíso al creernos separados de la naturaleza, la solución sería recuperar nuestra naturaleza, sabernos uno con todo. ¿No será un error seguir destruyéndonos a nosotros mismos mientras destruimos la naturaleza?
-T: ¿Qué es lo que marca tu trabajo, tu búsqueda?
-DM: Me interesa entender y encontrar respuesta a interrogantes tan importantes como el origen de la violencia en el ser humano, un proyecto muy ambicioso, ya lo sé, además hay muchas disciplinas que se centran en este tema como la sociología, y, específicamente, la violentologia, una ramificación de la sociología que se ha desarrollado ampliamente en Colombia, pero soy artista y quiero encontrar respuestas desde mi interdisciplinariedad y de esa libertad que es intrínseca a la búsqueda artística.
Una pregunta me llevó a otra, es un laberinto infinito de preguntas, pero entendí que el hombre que discrimina a otro hombre que es de un color más oscuro está en la misma dinámica en la que se somete a la hembra de su especie y se explota indiscriminadamente a la tierra.
Con información de Télam