(Por Josefina Marcuzzi) Con múltiples posturas y también diversos modos de manifestar sus ideas, algunos más combativos y otros más sutiles, una generación de artistas argentinos e internacionales en la que se destacan desde Lali Espósito, Wos y Dillom hasta Taylor Swift y Rosalía utilizan los escenarios y las redes sociales para ser actores activos en un contexto de gran debate público en términos sociales, medioambientales y políticos.
Cada vez es más habitual que las celebridades del mundo artístico pierdan el temor a posicionarse, porque lo común era que los famosos deambularan en el limbo de la apolítica como lugar seguro, una suerte de zona franca en donde nada corre riesgo. Ahora, desde los escenarios hasta las redes sociales, pasando por los streamings en vivo y las declaraciones a medios de comunicación, son muchos los artistas que se atreven a intervenir en la agenda pública con posicionamientos políticos, sociales y culturales que rápidamente escalan en el debate y generan contrapuntos.
Y aunque podríamos definirlo como un rasgo de esta época, lo cierto es que hay música que históricamente ha surgido de procesos y escenarios históricos, de tensiones o de la comunión de elementos temporales y ambientales que marcan a una comunidad, desde el blues a la cultura hip hop, pasando por el free jazz al folclore, o del candombe al tango.
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Uno de los posicionamientos icónicos que marcó esta época fue el de Taylor Swift, que rompió el silencio político en 2018 cuando apoyó al candidato demócrata al Senado por Tennessee. En 2020 respaldó al actual presidente estadounidense Joe Biden y criticó a su entonces rival Donald Trump en su documental "Miss Americana", hitos que iniciaron una ola swiftie contra el republicano.
A nivel local, el cruce más reciente entre Lali Espósito y el presidente Javier Milei fue hace apenas unas semanas, pero la primera intervención de la cantante en este sentido fue un mes después de las PASO en el canal de streaming OLGA, donde dijo: "Uno es la historia que tiene y yo crecí en una casa en la que la historia de nuestro país y lo que pasó en nuestro país estaban presentes. Es imposible en este momento no expresarme como ser social. En un tuit o ahora, que estamos hablando de esto".
Bárbara Pistoia, autora del libro "¿Por qué escuchamos a Tupac Shakur?", editora del tomo "Todo Diego es político" y gestora cultural explica a Télam: "La relevancia de cualquier posicionamiento va a depender no solo del tipo de posicionamiento, sino de otros factores como el involucramiento, la permanencia, la consistencia oral, corporal, gestiva: qué hacemos, más allá de lo que decimos, cuando estamos en una situación de poder respecto a otros y qué de eso que hacemos pone en valor nuestros posicionamientos y hasta modifica, beneficia, repara, concientiza, transforma esa tensión."
En este mismo sentido, y como es posible identificar en el último episodio del cruce entre Milei y Lali Espósito, en el que la cantante ofreció un canal de comunicación por fuera del chicaneo en redes sociales con el Presidente de la Nación y no recibió ningún feedback, Pistoia agrega: "Estamos en un tiempo muy desarticulado social, cultural y hasta intelectualmente, eso le pone más volumen y sustancia a expresiones que se vuelven relevantes más por la subjetividad o ansiedad de encontrar acuerdos y aliados o, por el contrario, de necesitar fijar desacuerdos y marcar 'enemigos', que por el peso real de lo que se dijo."
Aunque los hay históricos, como el caso de Leonardo di Caprio y su voz siempre firme contra el calentamiento global, se ven en los últimos años nuevos y más artistas que se expresan en este mismo sentido: es el caso de la banda Coldplay, que decidió hacer sus últimos recitales sólo con materiales reciclables para minimizar el impacto medioambiental, o el del actor Joaquin Phoenix, famoso por su rol en "The Joker", que participa de tantas manifestaciones en Estados Unidos contra la industria ganadera y a favor del veganismo.
"Ni los artistas ni nadie tienen que ser faros morales ni modelos a seguir. Pero sí hay una responsabilidad pública, tienen que entender lo que promueven, los signos que utilizan, de lo que se alimentan para hacer su marca, porque los buscan para evocar una identidad que después no saben cómo llevar o no están dispuestos a tomar en su magnitud. Es un relativismo que no vemos solo entre los músicos mainstream, lo vemos en general, el desligue de lo que se hace, dice y promueve: el no compromiso con nada más allá de la narrativa meritocrática y motivacional", agrega Pistoia.
Una de las que causó gran impacto fue la artista Rosalía, que en 2019 tuiteó: "Fuck Vox", y fue el comienzo de un posicionamiento público que la cantante sostuvo en distintas oportunidades contra el partido de ultraderecha español. También lo hizo el argentino Wos, arriba de un escenario, en octubre de 2023: "No rancheo con los gatos ni me abrazo a un pato", aludiendo a la alianza política entre Javier Milei, Mauricio Macri y Patricia Bullrich.
"El artista también tiene la función de aportar fantasía a este mundo para que vivamos un poco mejor, es un catalizador de las emociones de la sociedad. Y por eso a veces es resbaladizo el territorio político para ellos, porque sienten que se corren de su lugar de pertenencia, de lo que vinieron a hacer, esa parte del juego político que parece peleada con el creativo. Aunque sabemos, finalmente, que todo es política", reflexiona Gabriel Plaza, periodista especializado en música y curador de proyectos musicales desde1992.
"Hay distintas maneras de la creación popular, creo que la cultura del rap y del trap nacieron como una cultura musical de texto: de hablar, decir, enunciar. Entonces me parece más lógico que esa gente opine sobre la realidad. De todos modos no me parece algo relevante: antes que cualquier posición, está el arte", dice Mariano del Mazo, periodista y autor de "Fuimos reyes", libro sobre los Redonditos de Ricota, y "Entre lujurias y represión. Serú Girán: la banda que lo cambió todo".
Esta idea abre una pregunta que circula hoy en espacios de trabajo, entre amigos y en redes sociales, una pregunta que permanece abierta y refracta, una y otra vez, nuevos debates. ¿Debe un artista tomar una postura pública en torno a determinado tema que hay en debate en la opinión pública? ¿Qué pasa con quienes eligen no hacerlo? ¿Qué costo profesional pagan quienes deciden tomar una posición y quienes optan por dedicarse sólo a hacer arte?
"Toda la secuencia en torno a los posicionamientos me recuerda mucho a cómo se gestionaban los escraches, es una dinámica que no discrimina ideologías. Nadie va a quedar conforme con lo que se diga o se deje de decir, porque no se trata en sí de lo que está en disputa, sino de uno, más aún, de lo que uno 'cree' que es uno. Ni el escrache ni la cancelación querían justicia y reparación, y acá ocurre igual. Los consumos culturales hoy se utilizan delicadamente para configurar una idea del 'quien soy' pero con la misma o mayor intensidad 'quien no soy', y en esa subjetividad todo se torna personal. Si el artista que sigo dice algo que mejora mi 'yo estético', genial, pero cuánto mejor es cuando el artista que no sigo dice algo que está mal: eso potencia mucho más ese 'yo estético'. Entonces, se termina utilizando el posicionamiento con el que no acuerdo para atacar nombres, músicas o deportes que no me gustan y ahora tengo luz verde para pisotear. Un absolutismo hecho a base de zonceras pero también de deseo: el deseo de ser lo que uno consume", reflexiona Pistoia.
"Lo importante de un artista es la obra. Lo otro no deja de ser secundario y en todo caso puede funcionar como un complemento de esa obra. No me parece que sea relevante que un artista haga público su posicionamiento político. Sí me parece relevante el ataque del poder político hacia sectores como puede ser el del arte o la cultura. En definitiva no es menos importante Spinetta, que hizo una catedral poética sin ningún sentido político más allá de ese, el sentido político de la poesía, que León Gieco", agrega del Mazo.
En un sentido contrario a esta idea, Plaza concluye: "Me parece importante destacar que un artista popular puede y debe intervenir en la discusión pública. No hacerlo implica también un posicionamiento político. Hacer silencio, cuando muchas de las personas que consumen tu música están pasando un mal momento económico y social, es de alguna manera renunciar a ser voz de esa comunidad de la que emergiste, de la que sos parte. Un artista no sólo viene a entretener, aunque esa sea parte de su función, sino a plasmar su tiempo, su época".
Con información de Télam