Cuánto sirve el arte para señalar lo que en la vida social se enmascara o cuánto puede la lectura intervenir en las construcciones de sus lectores por fuera de esas páginas, cuando se trata de niños y adolescentes, y desde cuándo un sujeto está preparado para ciertas lecturas, son algunas de las cosas sobre las que también se pusieron a pensar las escritoras Paula Bombara, Sonia Santoro, Magela Demarco y Lydia Carreras, con la excusa del día mundial de la no violencia contra las mujeres.
"Los libros son puentes, puertas, canales, salvavidas. Son disparadores -dice a Télam . Porque habilitan la palabra, las preguntas, las reflexiones, el cuestionarse cosas. Habilitan poder hablar de temas que tal vez en las casas de esas niñas y esos niños no se habla, y sí en cambio pueden acceder en la escuela, en la casa de un amig@, en una biblioteca", dice a Télam la autora infantil Magela De Marco.
Es que "el valor del arte está en incomodar, cuestionar, sacudir, no dejar que se naturalice lo que quita humanidad a la vida humana, no dejar que se instale la indiferencia hacia quienes nos rodean -agrega Bombara-, rescatar la extrañeza y habitar lo raro. 'Les' lectores buscamos que la literatura, con su propuesta estética, con su lenguaje trabajado, con ese tiempo-otro que disfrutamos tanto, entre en nuestras vidas y nos provoque algo".
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El desafío de quienes escribimos, puntualiza la autora de "Una casa de secretos" está en que ese "algo" no sea exactamente lo que el otro busca, "que haya una dislocación, un movimiento furtivo que saque a quien lee de su comodidad. A veces desde la risa, a veces desde la indignación, el enojo, la conmoción, generar una pregunta inesperada, el arte estará siempre ahí, señalando hacia donde cuesta mirar".
Para Demarco "las historias sobre temas tabú permiten enfocar problemáticas que por duras quieren esconderse bajo la alfombra".
A partir de "Sola en el bosque", libro ilustrado por Caru Grossi sobre abuso en la infancia, "nos han escrito señoras de 75 años contándonos que pasaron por esto y nunca lo hablaron, toda una vida cargando con ese dolor; hombres contando que su esposa empezó con ataques de pánico y ahora le cuenta que sufrió abuso de niña. Así que sí -subraya-, los libros tienen el poder de irrumpir y modificar las realidades de las personas".
Dice Santoro que "la literatura tiene el gran poder de abordar cualquier problema social de una manera más entretenida que los textos académicos o escolares" y Carreras se refiere a que "especialmente la literatura infantil y juvenil tiene el mérito de alcanzar a los jóvenes y darles la oportunidad de discutir, reconocer y reconocerse también".
"En este tiempo de superabundancia de información e hiperconexión, la literatura tiene la capacidad de llamar la atención a través de personajes entrañables o historias que provoquen identificación -añade Santoro-. Un lenguaje íntimo, una historia particular convierten a un buen libro en un gran canal para hablar de temas que de otra forma nos pasan de largo.
Muchas de esas escuelas, después de leer algunas de esas novelas o de esos cuentos que incomodan, convocan a quienes las escribieron a charlar con sus estudiantes y "las preguntas están pautadas -advierte Carreras-, pero en muchas ocasiones hay giros inesperados. Me gusta dar paso a la franqueza, al desparpajo de alguna descarada que suelta la pregunta fuera de libreto y la intuición me dice que muchas veces, esas palabras no son propias, sino las de la amiga que se sienta atrás pero no se atreve a levantar la mano o pedir el micrófono".
Cómo definir, entonces, la intervención que puede lograr un libro en contextos reales. "Me ha ocurrido en varias ocasiones que una alumna, en medio de una charla, se levanta y sale del SUM sollozando, entonces confirmo que las casualidades no existen, que escribir esa historia, ir a esa reunión y encontrarme con esa piba tenía un sentido".
Con información de Télam