Carmen Cáceres: "El mate impone una rutina fragmentaria que nos hace volver a nosotros"

29 de marzo, 2022 | 15.51

En "Al borde de la boca. Diez intuiciones en torno al mate", el primer libro de Legua, la colección de no ficción con la que el sello Fiordo celebra su primera década, la escritora misionera Carmen Cáceres recupera la experiencia del mate con una investigación intuitiva y curiosa que cruza la historia de la yerba y su producción con citas literarias contemporáneas e imágenes cotidianas para sacarlo de la comodidad costumbrista e indagar en su rol central en la cultura nacional.

“No sé qué pasará con el mate en la pospandemia pero no va quedar afuera de toda la cuestión alrededor de la sustentabilidad alimenticia. Y no sé si eso no va a afectar mucho el precio, algo que lo dejaría por fuera de lo popular. Habrá alguna reorganización sobre las condiciones de la producción de la yerba, la sustentabilidad de los campos y la forma de la manufactura”, propone Cáceres sin dejar de notar todo lo íntimo que encierra una de nuestras costumbres más arraigadas: “Es bonito que hayamos llegado hasta acá compartiendo una bombilla cuando jamás hubiéramos compartido el sorbete de una gaseosa”.

“Al borde de la boca. Diez intuiciones en torno al mate" es un ensayo sensible y preciso que sortea los clichés sobre la infusión nacional, ilustrado con collages de la autora que acompañan y complementan la narración siempre de forma indirecta.

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“Me siento muy cómoda escribiendo no ficción. César Aira dijo alguna vez que tardó mucho en aceptar al escritor que efectivamente era. Y siento algo de eso, me gusta mucho conversar con todas mis lecturas. Me siento muy acompañada”, dijo Cáceres. En pareja con el escritor español Andrés Barba, junto a quien publicó un libro sobre el discurso de los sueños, la escritora ya empezó a esbozar un ensayo sobre una idea que la inquieta: la muerte de la amistad.

-Télam: ¿Por qué decidiste escribir un libro sobre el mate?

-Cármen Cáceres: Empecé a pensarlo cuando explotó la pandemia, yo vivía en Nueva York en ese momento y después me mudé a un pueblo en España. Pero había una idea que me rondaba en la cabeza desde hace años, cuando visitaba museos y veía al mate en cuadros de arte latinoamericano: la ausencia de representación sobre la experiencia. La imagen del símbolo nacional y el mito telúrico y viril no necesariamente coincidían ni con mi experiencia ni con lo que veía en mi entorno. Empecé a leer sobre el tema y me di cuenta de la disparidad y de la falta de consistencia que hay. Por ejemplo, en el siglo XIX se mostraba un montón y había cebadoras para mate dulce y amargo, y había cuestiones de clase social. Después, durante la epidemia de fiebre amarilla comenzó a ser de mal gusto mostrarlo. En la pandemia, me llamó mucho la atención ver cómo la gente mostraba su forma de tomar mate, su rito personal y me dieron ganas de detenerme en eso, tan menor y cotidiano que no lo vemos. Millones de personas compartimos ese ritual pero no pensamos mucho en qué nos pasa.

-T: Decidiste usar el término “intuiciones” para acercarte al mate. ¿Por qué?

-C.C: No intento explicarlo sino tantear sensaciones. Por ejemplo, cuando analizo cuál será el futuro de la infusión en la pospandemia, hago un poco de futurología porque no lo sé y creo que algunos no van a coincidir conmigo y se van a irritar con esto. También propongo una discusión, me interesa sugerir algo más frágil alrededor del mate.

-T: Hacés un trabajo importante de citas y referencias bibliográficas.

-C.C: Macedonio reflexiona mucho sobre el mate. Laiseca dice que el mate es la experiencia zen del latinoamericano y eso de habitar el presente, tiempo y espacio, me iluminó. Algunas de esas citas me mostraron que había un espacio y un camino para poder hablar del mate. Fue mucho trabajo de lectura para rastrear estas cuestiones y además trabajamos la forma de incluirlas de una forma armónica con el texto.

-T: Asegurás que “a la inteligencia racional le cuesta entender el mate”. ¿Por qué crees que se da esto?

-C.C: Al que no toma, le cuesta entender por qué otros sí: no es rico, no es higiénico, mancha los dientes, genera acidez y es incómodo de transportar. La comodidad tampoco lo explica. Mi premisa es que el mate es una ceremonia en la que uno atiende a una materialidad que devuelve al presente. El mate impone una rutina fragmentaria que nos hace volver a nosotros. En un camión, en la oficina o en el campo volvemos sobre nosotros.

-T. ¿Cuál será el futuro del mate en la pospandemia?

-C.C: Pasó lo mismo que al final del XIX durante la epidemia de fiebre amarilla cuando el mate se recluyó en la intimidad. No sé que va a pasar. Pero creo que hay cosas que llegaron para quedarse, como no compartir bombilla. Aunque tal vez muchos tengan la reacción contraria: ahora, después de esto que pasamos, tenemos que compartir el mate más que nunca. Lo que sí creo es que el mate no va quedar afuera de toda la cuestión alrededor de la sustentabilidad alimenticia. Y no sé si eso no va a afectar mucho el precio, algo que lo dejaría por fuera de lo popular. Habrá alguna reorganización sobre las condiciones de la producción de la yerba, la sustentabilidad de los campos y la forma de la manufactura. Igual creo que es bonito que hayamos llegado hasta acá compartiendo una bombilla cuando jamás hubiéramos compartido la pajita de una gaseosa.

-T: ¿Cómo te definirías como tomadora de mate?

-C.C: Soy muy poco original. Tomo una única vez al día y a media mañana. Pero me acompañó durante todos los años que viví afuera. Me resulta indispensable. Tolero cualquier restricción económica pero pago el kilo de yerba lo que valga.

-T: ¿Por qué el mate cruza las clases sociales?

-C.C: Todos tomamos mate pero no representa lo mismo para todos y eso es crucial, va contra de la inteligencia racional que dice, por ejemplo, que el mate es para llenar la panza. El que toma mate siente que su mate es distinto que el del otro, se juegan cuestiones estéticas, de necesidades y de representaciones. Revisé muchas publicidades y todas representan al mate en grupo o el momento de soledad, y esas dos ideas atraviesan el espectro social.

Con información de Télam