(Por Eva Marabotto) Los múltiples e incluso antagónicos modelos de maternidad y la complejidad de las sensaciones y sentimientos que genera el nacimiento de un hijo son los ejes que vertebran la segunda novela de Ansilta Grizas, quien eligió para ella un título tan descriptivo como certero del fenómeno de parir y luego maternar: Río de lava.
Al igual que en su obra anterior Un temporal, en este texto publicado por Cúmulus Nimbus la autora recurre a metáforas relacionadas con el paisaje, el espacio que los rodea acompaña lo que ocurre en la vida de sus personajes. En aquél, una tormenta espejó el deterioro cognitivo de su padre; en esta, la erupción de un volcán transforma en imágenes el torrente de sensaciones que provoca en la narradora el nacimiento de su segundo hijo, quien, desde el comienzo mismo del parto describe apelando a términos del campo de lo animal. De repente me viene ese dolor de ancas que parece que me fuera a partir al medio, cuenta sobre el momento en que dio a luz.
Sin embargo, el sentido que el personaje le da a la maternidad no es unívoco. Por momentos pareciera un tormento: No sé cómo explicar esto que siento cuando el cuerpo no me da más y siento todo dolor y contractura y cansancio. La visión borrosa, la piedra en la garganta y esa sensación de asfixia existencial, dice. Pero luego, ante una salida sin su hijo expresa: No eran sólo las tetas que me habían empezado a chorrear y a doler, era más bien un vacío que me ahogaba, como si un órgano me faltara, escribe.
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Ansilta Grizas, que lleva con orgullo e nombre de una cultura aborigen que habitó la cordillera de su San Juan natal es licenciada en Artes Visuales (UNSJ) y magíster en Escritura creativa de la Untref. En 2012 participó de la residencia para artistas en Antártida, experiencia tras la cual editó el libro de fotografías Diario de navegación. Su novela Un temporal (Entropía) se publicó en 2021.
La autora conversó con Télam sobre su concepción de la maternidad, la presencia de la naturaleza en sus obras y el balance entre palabra e imagen que hay en su escritura.
-Télam: ¿Qué papel cumple la autoficción en la generación de tu escritura? Pienso en la enfermedad de tu padre en Un temporal y la experiencia de maternidad en Río de lava.
-Ansilta Grizas: Creo podría cuadrar en la categoría de autoficción, porque justamente los dos libros parten de experiencias propias, biográficas. Pero para mí son como una especie de cartas con las que me permito jugar, como si las experiencias vividas fueran las notas y a la hora escribir, en esa composición todo puede pasar. Con esto quiero decir que no me interesa atarme a la autoficción como si estuviera trabajando con un material de no-ficción.
Todo lo contrario, la ficción la construyo con los propios elementos, experiencias vividas, dramas, soledades, alegrías, lo común de una vida común y de ahí lo que surge en la escritura puede ser lo que sea. Me parece importante remarcarme esto. Me da cierta libertad.
-T.: En una época en la que la maternidad genera personajes perversos o desamorados (desde La hija oscura a El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes), la tuya es humana, con sus debilidades y certezas, ¿buscaste deliberadamente esa equidistancia?
-A.G.: Entiendo que esta literatura sobre la maternidad fue necesaria de escuchar, que estuvo bueno hablar de ese costado B de las cosas y dejar de romantizar a la maternidad como un estado idílico al que se llega con todas las certezas con este tipo de personajes que nombrás.
Pero a la hora de escribir me interesó ser un poco más clemente y hablar de la oscuridad pero también de lo luminoso como algo que conforma todo lo que somos también. La luz, la oscuridad, lo bueno, lo malo, es lo que nos hace humanos e iba por ese lado el retrato de la maternidad y también el tono de la escritura de este libro.
-T.: ¿Cómo acompaña la naturaleza la confusión de la narradora, ese Río de lava que surge en su interior?
-A.G.: La naturaleza está siempre como ese reflejo del afuera, de sus estados mentales. Está el río de la lava como esa rabia o furia que no puede manejar, está la tormenta en el río y esos viajes hacia al río a pararse frente a esa bravura que de algún modo la devuelven a su centro. Está la nieve subiendo que envuelve al auto en ese viaje con su madre, y un alud y una explosión volcánica. Eso es algo que me interesa, pensar en la naturaleza como algo que está siempre ahí y de algún modo pone la vara humana, nos pone en nuestro lugar. Y el Afuera en este libro funciona como el lugar que la devuelve a la protagonista a tierra, la que la puede sacar de su neurosis egocéntrica para que ella pueda empezar a ver lo que la rodea con un sesgo más humano,
-T.: La novela plantea un juego de espejos o de duplicación: la narradora y su madre, el viaje al Sur y el del Norte, ¿buscás un balance o es un modo de abarcarlo todo?
-A.G.: La verdad que el asunto del norte-sur por ejemplo no lo busqué como una dicotomía sino que tenía más que ver con los viajes, salir, el asunto del alud en ese pueblo que se llama Volcán sucedió en el norte y yo quería escribir sobre eso y estaba todo lo de la explosión volcánica en la Patagonia así que fue más natural.
Por otro lado diría que la madre funciona sí como un espejo de la narradora y es desde ahí que ella se lee y es de alguna manera el arco de su neurosis. Intentar dejar de verse como un espejo de su madre.
- T.: ¿Qué importancia les das a las imágenes, por el hecho de dedicarte también a la fotografía? En algunos casos describís con detalles, colores , imágenes como si tu escritura fuese una lente
-A.G.: Yo trabajo con imágenes y es desde ahí que muchas veces surge la escritura. Me interesan mucho las imágenes, hacer fotos pero también ver. Hay algo de estar en un estado consciente del mirar que es lo que me ayuda a escribir. A veces eso que miré se desprende en un texto que nada tiene que ver con lo visto y otras sí. Como una reconstrucción aparecen imágenes cuando las necesito para hacer descripciones que puedan trasladar al lector ahí y otras simplemente son eso, una imagen generadora.
-T.: En un momento hablás de una canción lituana y de la repetición de historias como un mecanismo para sacarse el dolor de encima. ¿esa es la función de la escritura?
-A.G.: Hay una descripción de una escena de una película en donde el padre le dice a su hija no se te quitará la pena inventado historias, y escribí sobre esa escena justamente por ese remate cruel. Y creo que es un tema bastante central de la novela la importancia del relato, lo que nos cuentan lo que nos decimos, cómo y de qué manera. Es también la importancia de la ficción. No creo que la literatura tenga que tener una función sanadora, pero sí me interesa el relato . Y es también la importancia de la ficción en la escritura.
-T.: ¿Por qué la novela no es un continuo sino una sucesión de fragmentos breves, algunos incluso con subtítulo?
-A.G.: Por ahora es la manera que encuentro para escribir. Me interesa el fragmento porque me interesan mucho los diarios íntimos, algo de ir a lo concreto y después encontrar esa especie de hilo que va apareciendo y desapareciendo en todo la historia.
- T.: En la contratapa Laura Wittner habla de la maternidad como un momento que astilla la existencia, ¿es eso lo que le sucede a tu narradora?
-A.G.. Yo creo que sí. Es un momento en que se rompe toda en que se encuentra con lo más carnal y oscuro de adentro de ella y desde ahí se empieza a preguntar por todo lo otro, su maternidad, su propia madre, la madre de la madre. Creo que la maternidad es un momento que astilla la existencia porque la madre se tiene que salir del centro de la escena para darle lugar a esta vida nueva, del niño y de ella, y entre tanto movimiento suceden cosas, uno se enfrenta a los peores fantasmas, al relato.
-T.: Aunque te regodeás en ciertas imágenes y olores y sonidos, se ve una particular reflexión sobre las palabras: a partir de la búsqueda de definiciones o del juego de palabras o de anagramas
-A.G.: Sí. Creo que puede ser porque presto mucha atención a las maneras de nombrar, de hablar. Me interesan las palabras, y las formas de hablar de la gente. Y es algo que también cuido bastante en mi escritura. Al final, son mis únicas herramientas.
Con información de Télam