(Por Carlos Aletto) La novela "Travesuras nazis", del escritor y periodista Daniel Riera, teje una intrigante trama en la que un diminuto pero peligroso grupo de nazis del conurbano argentino sueña con fundar el Cuarto Reich en Argentina donde, a pesar de conformar un partido minúsculo, lumpen y bizarro se reúnen, debaten y planifican unir a los fanáticos dispersos en el país para llevar a cabo un delirante plan.
Riera, nacido en Buenos Aires en 1970, también adentra al lector en una segunda historia paralela pero conectada con los sucesos del conurbano: la de Hinselammer, un científico neonazi enviado desde Bonn con una misión oscura. Su objetivo es crear una "droga nazificadora", capaz de alterar irreversiblemente el hipotálamo de quienes la consuman, llevándolos a adherir a los principios del nacionalsocialismo. Esta droga actúa en el sistema neurológico, transformando las mentes de quienes la consumen hasta lograr la adhesión indeclinable a la ideología nazi.
El autor ha incursionado en diversos géneros literarios, publicando novelas como "Evangelios y apócrifos" y "La menor", así como guías literarias y libros de crónicas. Su trabajo abarca desde la poesía hasta la memoria y el ensayo, y ha coescrito documentales. Con una trayectoria en redacciones y habilidades en ventriloquia y pintura, Riera se ha consolidado como una voz destacada en la literatura contemporánea argentina.
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Las historias de "Travesuras nazis" (Híbrida Editora) se entrelazan de manera sorprendente al final, revelando que ambos grupos están vinculados a la misma cúpula con sede en Alemania. A través de esta trama, Riera explora los peligros y las conexiones inesperadas entre los nazis argentinos y las maquinaciones internacionales. La novela desafía al lector a reflexionar sobre el pasado, el presente y las fuerzas ocultas que influyen en nuestras sociedades.
Como escritor de crónicas, Riera ha dejado una huella significativa con sus libros "Nuestro Vietnam y otras crónicas" (2010), "Ventrílocuos. Gente grande que juega con muñecos" (2012), "Buenos Aires-Tijuana" (2014) y "De Argentina a México en bus y otras crónicas" (2014). Estas obras reflejan su capacidad para capturar la esencia de los lugares y las personas a través de su prosa vívida y comprometida.
Télam: ¿Qué te sedujo a escribir una novela sobre grupos nazis en Argentina?
Daniel Riera: Una vez vi una entrevista a Georgina Barbarossa en el programa "Intrusos". Georgina hablaba con mucho cariño de su amiga Nazarena Vélez y, sin ninguna clase de ironía, la llamaba "Nazi", a modo de diminutivo. Debe haber dicho la palabra "Nazi" unas 30 veces y a nadie le llamó la atención. Creo que esa naturalidad inquietante fue el germen de mi novela.
-T.. ¿Cuál fue tu proceso de ficcionalización para recrear la presencia de nazis en Argentina y científicos en tu novela?
-D. R.: Me interesó aplicar la lógica de los movimientos de derechos civiles en sentido inverso. Es decir, que no fuese empleada para intentar ampliar derechos sino para restarlos. Una vez entrevisté a Alejandro Biondini y fue una experiencia extraña porque él se la pasó toda la nota negando que era nazi, y al mismo tiempo dándolo a entender. Es decir, relativizando el Holocausto, bancando el uso de la esvástica porque "es un símbolo milenario", destacando la política económica de Hitler, etc. Todavía no existía el personaje de Micky Vainilla de Diego Capusotto, pero era exactamente eso. Me imaginé que debía ser angustiante para él estar negando lo que evidentemente es, y me imaginé que en algún momento los nazis modernos se podían plantear ellos también "salir del clóset" y hasta hacer su propia "marcha del orgullo nazi". Al mismo tiempo, siempre despertaron mi imaginación esos experimentos macabros (a veces reales, a veces no) atribuidos a los nazis. No sé si (Josef) Mengele trabajó o no en el "pueblo de los gemelos" en Porto Alegre, pero sabemos positivamente que la morocha de ABBA nació como parte de un proyecto para crear "superhombres" en el sentido nazi del término. En fin, la cultura pop está un poco atravesada además por la figura del científico loco (y a menudo nazi) que quiere dominar el mundo.
T.: Argentina ha sido denunciada históricamente por albergar a nazis y figuras vinculadas al régimen de Hitler. ¿En qué medida utilizás este contexto histórico real para construir la trama de tu novela y desarrollar tus personajes?
D.R.: La idea de la Argentina como refugio de nazis forma parte de una mitología gorila que suele omitir, por ejemplo, que el país que más nazis acogió tras la Segunda Guerra Mundial fue Estados Unidos. Pero es cierto que hay algunos hechos muy significativos como el acto nazi en el Luna Park de 1938, la vida y posterior captura de Eichmann en la Argentina, la historia del hotel Edén en La Falda o la de Erich Priebke, que apadrinaba la escuela de Bariloche en la cual estudió Soledad Acuña, la actual ministra porteña de Educación. Creo que ese contexto y esa mitología me permiten partir de un imaginario ya existente para proyectarlo en una ficción.
T.: ¿Cuál es tu opinión sobre el supuesto avance de la derecha en la actualidad y su influencia en la sociedad?
D.R.: Al margen de que no me parecen del todo apropiadas para analizar la realidad esas categorías heredadas de la Revolución Francesa, creo que entiendo adónde apunta la pregunta. El reemplazo de las ideas por eslogans y el de los argumentos por sofismas crece en épocas de descontento, cuando la política no da los resultados esperados. Entonces aparecen los que proponen dolarizar la economía, vender órganos, pasar con un auto por encima a los "kukas" o prohibir las protestas sociales. He visto y he oído (no me lo contaron: los he visto y oído) a desarrapados quejándose de los "planeros", como si la gente que cobra planes sociales fuera la responsable de sus desdichas. También es cierto que en mejores épocas el consumo no crea necesariamente conciencia. En fin, Jauretche ha analizado estos temas con bastante atención. Si me pongo conspirativo tiendo a pensar que la aparición de un tipo como Milei, en su ridiculez, persigue la finalidad de que a su lado nos parezcan razonables personajes como Macri o Patricia Bullrich. Al fin y al cabo nos endeudaron en 50 mil millones de dólares y destrozaron la economía argentina pero por ahora no plantean la posibilidad de vender bebés o dinamitar el Banco Central. Insisto: por ahora...
T.: Por un lado ¿Cuál fue tu objetivo al presentar personajes que podrían parecer extrañamente familiares y escenarios cercanos en tu novela? Y por otro el título de tu novela, "Travesuras nazis", evoca una combinación intrigante entre el término asociado a las infancias "travesuras" y el nazismo. ¿Qué significado buscas transmitir con este título?
D.R.: Lo familiar y lo cercano no quitan lo peligroso. Tampoco lo bizarro. Cuando escribí mi novela no existían ni la banda de los copitos ni Revolución Federal ni otras bandas de personas limitadísimas con ínfulas de trascendencia y sponsors importantes. El nazismo es un poco hijo del taxismo: esa boludez que te dice el taxista mientras va escuchando a Baby Etchecopar en su auto, para ver si obtiene tu adhesión y encuentra un compinche. La palabra travesuras tiene en efecto una resonancia infantil y alude a que en efecto estos personajes y sus acciones pueden parecernos a primera vista risibles y graciosos en su torpeza, lo que desde luego no les resta peligrosidad sino más bien todo lo contrario.
T.: ¿Considerás que tu novela aborda de alguna manera las implicaciones políticas y sociales de la política del país, tanto en el pasado como en la actualidad?
D.R.: Cuando la escribí no tuve esa pretensión, pero indudablemente los escritores absorbemos un clima de época sin pensar demasiado en eso. Creo que "Travesuras nazis" es una novela política, muy a su pesar porque las circunstancias del momento en que fue publicada así lo determinan.
T.: ¿Creés que la sátira puede desempeñar un papel importante en el proceso de comprensión y reflexión sobre eventos históricos dolorosos como el nazismo?
D.R.: No tengo una pretensión pedagógica cuando escribo una novela, pero si a sus lectores o lectoras les sirve para eso, me alegro mucho.
Con información de Télam