Con un título igual de contundente que "Pecadora", su novela anterior, la escritora Florencia Canale prolonga ahora la saga de mujeres díscolas, rupturistas y decisivas de la historia latinoamericana con "Bastarda", un libro dedicado a la prócer independentista Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru, que compartió con el caudillo venezolano Simón Bolívar un vínculo sentimental y los ideales libertadores que permitieron la emancipación de gran parte del continente.
Era una mujer avasallante, una excepción incómoda y problemática para una sociedad que disciplinaba a las mujeres con la maternidad y el replegamiento doméstico. Ecuatoriana de nacimiento, Manuela iba vestida como soldado, con las pistolas en la cintura. Ponía el cuerpo en las batallas y no titubeaba para pedir la pena máxima a quienes osaran traicionar a la naciente patria.
Como era de esperar, Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru fue resistida -hoy se diría "cancelada"- por sus contemporáneos, atrapada bajo la etiqueta de "amante de Simón Bolívar", un estigma que durante poco más de un siglo invisibilizó su gesta patriótica, a la altura de los próceres varones de la independencia hispanoamericana.
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Todo eso capturó la atención de Florencia Canale, escritora ligada al género romántico que se dedica a rescatar mujeres "renegadas" de la historia argentina y latinoamericana, quien detectó en el personaje un potencial para continuar con su saga de heroínas incomprendidas por su tiempo histórico como Anita Périchon ("la Perichona"), Damasita Boedo o Camila O Gorman.
Así surge "Bastarda: Manuela Sáenz, amor y desmesura de Simón Bolívar", la novela que acaba de editar el sello Planeta y que la autora presentará hoy a las 18.30 en el Museo Nacional del Cabildo de Buenos Aires y la Revolución de Mayo con la participación del filósofo y escritor Darío Sztajnszrajber.
A 200 años del mítico encuentro entre los libertadores Bolívar y San Martín en Guayaquil, la escritora retoma el contexto turbulento de principios del siglo XIX, decisivo para la identidad latinoamericana, desde una perspectiva que intenta aportar nuevos matices y descorrerse de las visiones hegemónicas desde las que se fue construyendo la narrativa independentista del continente.
En su libro, Canale utiliza el ardid sentimental -la relación de Manuela con el prócer Simón Bolívar- para iluminar la historia de esta mujer nacida de la relación extramatrimonial entre una oriunda de Quito y un español -de ahí el contundente título del libro- que fue decisiva a la hora de liberar Perú de las manos españolas y al mismo tiempo tuvo que lidiar con sus batallas personales, como ser obligada a formar parte de un matrimonio por conveniencia o soportar las descalificaciones por atreverse a empuñar armas y discutir tácticas de guerra.
Pienso en tus ojos, en tu cabello, en el aroma de tu cuerpo, en la tersura de tu piel, empaco inmediatamente como Marco Antonio fue hacia su Cleopatra. Veo tu etérea figura ante mis ojos, y escucho el murmullo que quiere escaparse de tu boca, desesperadamente para salir a mi encuentro, le escribe Bolívar a la Libertadora del Libertador -título que le confirió el caudillo venezolano- en una de las cartas que le envía y que la escritora recuperó para esta ocasión.
La protagonista de esta historia estuvo vinculada a Bolívar por razones sentimentales y eso ocupa un rol preponderante en la ficción histórica, pero también compartió con él los ideales de la campaña libertadora, desempeñando un rol activo que incluyó el manejo de las armas, el uniforme militar y la capacidad para desmontar un motín. Bolívar queda pasmado cuando la conoce, igual después aterrado. Ella ya era una mujer con convicciones antes de conocerlo. Ya había sido nombrada Caballeresa de la Orden del Sol por San Martín. Ya había empezado a conspirar, señala Canale.
La recuperación de la figura de Manuela se entronca en la línea que viene explorando la escritora en obras anteriores como "La vengadora", "La libertina" y "Pecadora", este último dedicado a la historia de amor y pasión más dramática de la historia argentina: la de la joven Camila O Gorman y el sacerdote tucumano Ladislao Gutiérrez, fusilados por orden del segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas, un suceso que ya había sido retratado en la película "Camila", de María Luisa Bemberg, en los años 80.
Con información de Télam