Ante un aniversario como los 50 años del fallecimiento de Pablo Picasso, medios franceses y españoles enfocan sus miradas sobre los últimos años de la vida del genial artista malagüeño, su personalidad y las vicisitudes familiares, amorosas, la herencia y sus últimos suspiros.
La agencia francesa AFP rememora entre su caudal informativo lo publicado al día siguiente de la muerte de Picasso, desde Niza bajo la pluma del periodista y amigo del pintor, Henri Diacono, una semblanza picassiana que vale la pena recordar: "Rodeado de su familia, de amigos, de sus pinceles y de sus lápices, (Picasso) se mantuvo al margen del ritmo agresivo de este fin de siglo. Se levantaba tarde, dormía poco durante la noche y trabajaba mucho", aceptando visitas sólo "si estaba listo para recibirlos", detallaba el periodista.
"¿De qué sirve acoger a los que amo si tengo demasiado trabajo o estoy de mal humor? -decía Picasso- Prefiero no verlos, y abrir mis puertas solo cuando estoy feliz, con buena salud y disponible", cita el medio.
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En cuanto a la personalidad observada de primera mano lo describe como "un hombre acogedor" que "quería vivir en paz", sin peleas, y "cuando se ponía de mal humor, él mismo se encerraba con llave y rechazaba el contacto con ´ese otro mundo, que no es el mío".
"Le gustaba divagar por sus recuerdos, de los que solo guardaba, `expresamente`, lo divertido", y la muerte, indicaba, "siempre estaba ausente de esas largas conversaciones", escribía.
Pero el mito urbano destilado sobre sus últimas palabras se refleja en el recuerdo de Diacono, poco meses antes del fallecimiento de Picasso, tras una larga velada con amigo: "Jovial, nos acompañó hasta la puerta a las cuatro de la mañana, aparentemente menos cansado que todos nosotros, y tras habernos regalado chanzas durante toda la velada. Esa noche nos reprochó nuestra ´falta de apetito" y nos sermoneó´", relata: "Bebe, aún queda champán, anda, bebe por mí, yo no puedo... come chocolate, a mi me lo tienen prohibido", a raíz de una cirugía.
Este recuerdo parece un eco cristalino del último hito social de su vida, junto a sus amigos de Cannes, su abogado Armand Antebi y su esposa, con un Picasso "de muy buen humor", quién dicen que invitaba "Bebe por mí, bebe a mi salud. Sabes que no puedo beber más", refleja el medio ABC de España, que cuenta que "a las once y media de la noche se levantó de la mesa para volver a pintar. Solía hacerlo hasta las tres de la madrugada. En las últimas semanas trabajó duro, ultimando las obras para una exposición en mayo en Aviñón", a la que no llegó.
"La muerte siempre estaba ausente de esas largas conversaciones. Cuando citaba a algún amigo fallecido, siempre hablaba de él en presente, nunca en pretérito imperfecto (...)", recuerda Diacono.
Y sostiene un último recuerdo: "La última imagen que guardo del pintor es la de un hombre que sonreía, sin aparentar su edad. Apretaba la mano de su esposa, vestido con su ropa favorita: pantalón de pana, camisa a cuadros, un chaleco de lana".
Aún a sus 90 años pintó su "Autorretrato frente a la muerte", y aquí citan la confesión de su amigo Pierre Daix: "Tuve la repentina impresión de que estaba mirando su propia muerte a la cara".
"La muerte no me asusta -le había dicho Picasso a un amigo-. Tiene una especie de belleza. Lo que tengo es miedo a enfermar y no poder trabajar", rescatan.
También desde ese valor informativo de la agencia se señala la opinión de Emilie Bouvard, ex curadora del museo Picasso de París: "Hay que cesar de hablar de las mujeres que atravesaron su vida como si fueran 'musas'; algunas se suicidaron, otras cayeron en la locura (como Dora Maar). La única que salió bien librada fue Françoise Gilot, la única que lo abandonó", opinaba.
Con información de Télam