Hace exactamente 30 años un grupo de jovencitos ya inclasificables salían a la cancha con su debut discográfico. Pasto fue el puntapié inicial para la vasta obra de Babasónicos, un corpus musical que tres décadas después continúa generando sentido, expectativa y admiración no solo entre el público argentino, sino también latinoamericano, donde colman recintos de envergadura cada vez que se presentan.
De la veintena de canciones que componen el disco ya ninguna forma parte de los setlist actuales, para desgracia de ese pequeño grupo de fans de la primera hora que toda banda de rock tiene y que, con un poco de snobismo y otro de nostalgia, aún sigue pidiendo en los vivos y discutiendo en los foros virtuales la ausencia de aquellas piezas de la vieja escuela.
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“Eleven sus mentes y dejen que el instinto fluya” se escucha como introducción anticipando que lo que viene rescata algo del hippismo que dominó la cultura jóven de tiempos pasados, pero con ciertos elementos new age que solo estuvieron en esta época iniciática de la banda y de manera indeleble en el prefijo del nombre de la agrupación: el “baba” de Babasónicos hace referencia a Sathya Sai Baba, un gurú que tomó elementos del hinduísmo para generar una nueva idea de Dios.
El gurú también es una de las cronometradas apariciones que aparece en un fotograma del videoclip de “D-Generación”, primer tema del álbum que fue elegido por la compañía Sony Music (que llegó a producir el disco gracias a la intervención de Daniel Melero, íntimo de los músicos hasta hoy) como único corte de difusión. MTV latino llevaba pocos meses en el país y empezaba una nueva era para la industria del entretenimiento.
En aquél diciembre, todavía en el amanecer de la década del 90 y de la era menemista, que comenzó como tal tras el establecimiento de la convertibilidad y no del nuevo gobierno, Babasónicos ya contaba con 2 demos en su haber: el primero tenía “Indios” y “Tripeando”, del cual hicieron sólo 15 copias artesanales; mientras que el segundo tenía “La era del amor” (parte 1), canción finalmente no incluida en Pasto.
Su primer show con todos los miembros estables fue en Marzo del ’92, en Die Schule, un recinto ubicado sobre la calle Alsina que Omar Chabán, el gran gestor de la contracultura de la época, pensó como un pequeño Cemento, un lugar donde las bandas ahora conocidas con el mote de “emergentes” tenían la oportunidad de hacer la secundaria antes de debutar en el mítico recinto de Estados Unidos 1234.
Pasto cumple una generalidad que suele suceder con las óperas primas de las bandas de rock, que es la presencia de mucha data acumulada durante los años de adolescencia, conformando un todo heterogéneo y desordenado sin estilo definido pero con mucha energía (solar en este caso, quizás por haber sido preparado en una quinta de Ezeiza) y con velocidad, sin silencios entre track y track, como si no hubiera mañana ni posibilidad de grabar una nueva placa. En esa línea, Dargelos dijo en Arrogante Rock-Conversaciones con Babasónicos, libro del periodista Roque Casciero: “Lo veo como un disco inocente, pero venía con una forma y una visión de la música de los ‘90”.
Esa música tenía un poco de hip-hop, algo del grunge que estaba en el epicentro mismo de la escena mundial y hasta algún que otro rasgueo de guitarra acústica como en “Natural” o “Bien”, canción de amor que en la década siguiente Dargelos despuntaría con creces.
El momento más recordado de esta época inicial de Babasónicos fue el espaldarazo que recibieron, junto con otras agrupaciones como Los Brujos o Tía Newton, por parte de Soda Stereo. El puente hacia el trío liderado por Gustavo Cerati resultó, otra vez, Daniel Melero. Ambos venían de grabar “Colores santos”, esa obra que funcionó como un paréntesis hasta la presentación de Dynamo en Obras, en la que Dárgelos y Diego Uma (a la sazón, hermanos) participaron rapeando en Cuando pase el temblor.
En el libro citado más arriba, el recuerdo de esos conciertos nos devuelven un reflejo típico del rock de esos tiempos, aún tribalizado y violento: “salíamos a tocar y nos puteaban, nos gritaban, nos tiraban cosas, no entendían nada. Seguramente sonaríamos como el orto”, dijo Roger. Como los naranjazos a Virus en su debut en el Prima Rock o incluso en la presentación de Artaud en aquél mítico teatro Astros, en cuya grabación se oyen claramente insultos al mismísimo Spinetta, Babasónicos no zafó de ese bautismo ni siquiera en un escenario teóricamente afín.
En el futuro, con el correr de los años y las obras, la moral del rock, la vida de camarín y hasta el tiempo de bolero sería resignificado a través de su música. Pero esa es otra historia.