(Por Emilia Racciatti). A lo largo de los seis ensayos que componen el libro "Abrir el mundo desde el ojo del poema", Alicia Genovese potencia la circulación de la poesía desde los pliegues de la lectura, las tramas de la escritura y la puesta en diálogo de la obra de Héctor Viel Temperley, Susana Thénon, Juana Bignozzi o Liliana Ancalao con modos de hacerle preguntas a una época para volver al mundo un lugar más habitable.
Poeta, ensayista y docente, Genovese (Buenos Aires, 1953) recibe a Télam en el barrio de Núñez y cuenta acerca del proceso de escritura de su reciente libro, que acaba de publicar Fondo de Cultura Económica y es una convocatoria a entrar en un universo de tiempos diversos en el que se va imponiendo la invitación a conocer o volver a la obra de otros poetas, a partir de lo que de ellos pone en primer plano la autora.
"Tengo raptos con el ensayo, no me propongo escribirlos. La poesía es algo más constante. Ahora estoy trabajando unos poemas que tienen título en un archivo de Word, algo así como 'poemas del equilibrio', y están bastante avanzados", relata la también docente en la carrera Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
"La poesía podría entenderse como el lenguaje que intenta decir, sin ser aplastado por lo dicho", escribió en el texto titulado "Preliminar" que funciona como invitación y presentación de los ensayos que fueron escritos en distintos momentos desde 2015 al presente.
-Télam: Partís de la poesía pero para ir a otros géneros, el ensayo, la filosofía. Aparecen así citas de Michel Foucault, Judith Bluter o Byung-Chul Han. ¿Cómo fue ese movimiento?
-Alicia Genovese: Siempre parto de los textos, de lo que leo, sobre todo de la poesía que leo y empiezo a analizar, a abrir esas distintas zonas que va presentando cada poema y, a partir de ahí, asocio ensayos que leí de filósofos. Cuando leo poesía siempre amplío el marco, nunca me quedo con la crítica literaria que le ha dedicado bastante poco a la poesía y, en general, es una crítica muy atada a lo formal, a recursos, a estructura y dice muy poco, da muy poca cuenta del poema. Entonces siempre abro ese barco de análisis, sobre todo con filosofía pero también con antropología, ensayos.
-T: Reflexionás sobre la poesía como herramienta para llegar a la emoción, ¿qué especificidad le reconocés?
-A.G.: La poesía pasa siempre por la subjetividad, hable de lo que hable. A partir de la relación con el afuera se establece una interrelación subjetiva y de ahí a la emoción hay un solo paso. A veces es algo que tiene que ver con la memoria, empieza a fluir otra cosa que no tiene que ver con este yo moviéndose en el mundo pragmático, práctico.
-T: Retomando a Byung-Chul Han planteás cómo en un mundo moderno, que tiende a lo liso y lo terso, lo áspero o lo rugoso está más cerca de la imagen poética.
-A.G.: Sí, tendemos a planchar las cosas, como dice la canción "una bandera planchadita planchadita", y eso es un plano muy llano de las cosas. La poesía, cuando se conecta con las cosas, con el afuera, con una situación, ve un plano rugoso que es el plano de lo real que justamente no es esa cosa alisada. Para eso buscás el concepto que siempre tiene las aristas típicas de algo y encontrás así una definición pero lo real no establece una conexión de verdad. Eso lo establece el yo y ahí está lo áspero, lo que no es exactamente así. No es la definición de la RAE, esto es abrir el mundo.
-T: Cada ensayo te lleva a otros libros, a generar nuevas conversaciones. ¿Se establecen dos tiempos muy distintos al momento de la escritura de poesía y ensayo?
-A.G.: Son dos tipos de escritura. Escribir poesía es una conexión distinta con el mundo, es otra búsqueda. Es algo permanente, yo soy básicamente poeta o sea que nunca dejo de escribir poesía. Siempre estoy anotando algo, pensando algo, corrigiendo. Esto, este libro, es la lectura, lectura de poesía. Es muy relacionado porque no podés escribir sin leer. La lectura no es encontrar el autor parecido a lo que escribo sino que el desafío es leer lo distinto o tan lejano de lo que escribirías, como una poeta mapuche o alguien que vivió un exilio político, porque siempre hay algo que te conecta con algo tuyo. La lectura siempre es un ejercicio de mirar hacia un otro, de ver qué hizo el otro o qué le pasó. En cambio la poesía es un diálogo más de mirar hacia la intimidad, hacia tus preguntas y tus mambos.
-T: Ponés el foco en la poesía de Liliana Ancalao y sostenés que habita el mapuzungun para reescribir el español. ¿Cómo sería eso?
-A.G.: Ella tiene una escritura bilingüe porque escribe entre dos lenguas, hizo un reaprendizaje de la lengua. En su familia esa lengua estuvo negada como manera de proteger a esos hijos para que se adapten y se integren a la cultura dominante y ella vuelve a su cultura de origen. Dice yo soy esto, no traduzco. La escritura, a partir de aquello que tiene que ver con la cultura y la microcultura, no deja de ser una zona de resistencia de la sociedad. La resistencia es a no caer en esa especie de alisado al que tiende el mercado. Cada vez más hay un respeto por la diferencia de cada lengua y cada idiolecto. Además los lectores quieren eso, no les interesa que esté todo uniformizado.
-T: Decís que la poesía está cada vez menos en los márgenes, ¿por qué?
-A.G.: No lo sé. Siento que en una época teníamos un discurso de la marginalidad absoluta de la poesía, no había reseñas, había dos o tres editoriales de poesía y me parece que se ha ampliado el público, hay muchos ciclos, lecturas. El hecho de que yo, por ejemplo, esté dando clases en una materia que se llama Taller de poesía 1 y que haya en esa carrera -Artes de la escritura- muchas materias específicamente ligadas a la poesía muestra todo un cambio. No sé si ese cambio ya está dado pero hay un replanteo. Antes uno se encontraba con narradores que te decían "no, yo poesía no leo" y no lo veían como una limitación propia sino que el subtexto era "esto está muy bien porque la poesía no sirve para nada". Hoy si no leen no se ufanan de eso.
-T: Traés a poetas de las nuevas generaciones. ¿Cómo ves ese panorama?
-A.G.: Me voy acercando de a poquito porque hay una enorme producción joven. Lo que seleccioné es la punta del iceberg que veo: esa tendencia a la imagen transparente, ese impulso narrativo en la poesía, donde no hay un trabajo artificioso, enrevesado. Eso es lo que se impone y dentro de eso hay que separar, leer en profundidad y ver qué de esa poesía despega de lo simplemente narrativo o de la ubicación de una situación y nada más. Ahí esta el secreto. Al mismo tiempo veo en muchísimos jóvenes una conexión con lo que pasa socialmente que no aparece en otra franja etaria. Ellos reciben mucho el acontecer social y eso me interesa, por eso leo esas micropolíticas, esas zonas en las que puede estar la alienación de una época, aquello que es el status quo y contra lo que se tienen que enfrentar o hacia dónde se dirigen las nuevas rebeliones y revueltas. Eso es lo que me interesa de la poesía joven. La producción es enorme y por más que lea mucho me pierdo.
-T: En una entrevista anterior decías que la relación entre la academia y la poesía era mala, ¿cambió esa relación?
-A.G.: Sí, cambió. Nuestra tarea en la universidad realmente tiene una repercusión enorme, la que tienen estos libros de ensayo sobre poesía. La gente quiere leer poesía, presenta mas dificultades que la narrativa pero porque no hay un ejercicio de lectura de poesía. La escuela secundaria ha estado muy cerrada a la poesía en su versión contemporánea y hay una cierta avidez por las herramientas que puedan darse para la lectura.
-T: ¿Cómo dialogan las clases y el ejercicio de escribir poesía?
-A.G.: A veces llegan con susto porque es la primera materia. Muchos se enloquecen, doy un autor y ellos van a buscar después sus libros. Todos entran como narradores y los convencemos después de otra cosa. Además, escriban lo que escriban, la poesía les imprime otro sello a su propia escritura. Le da una densidad a la escritura que ojalá todos los narradores se nutriesen un poco más de la poesía. Cuando leo un narrador enseguida me doy cuenta si lee poesía o no porque en el trabajo con la lengua lo ves, si va sumando capas, si se conforma con una simple descripción. Enseguida te das cuenta en esa textura de la escritura si tienen una cercanía o una cierta afección con la poesía. Por eso me da mucha alegría dar estas clases.
Con información de Télam