(Por Ana Clara Pérez Cotten) Con una apuesta escenográfica mínima que consistió en luces tenues, un escritorio, tres libros y una tablet, el escritor italiano Alessandro Baricco, mundialmente conocido por su bestseller Seda, cautivó a quienes lo escucharon anoche en el Teatro Colón, durante los noventa minutos que duró Lectura sobre el tiempo y el amor, un relato perfectamente hilvanado con convenció al auditorio de que el amor es el único sistema que logra cerrar la herida del tiempo.
Es un sueño estar aquí, se presentó al pisar el escenario el italiano, conocido por sus obras de ficción pero también autor de grandes ensayos como Next, Los bárbaros, The Game o Una cierta idea del mundo. Y entonces, ese ámbito ampuloso funcionó como el mejor contraste para resaltar uno de sus grandes dones como escritor: cierta brevedad significativa, la gran marca de su estilo.
Junto a su traductora, Veronica Pachetti, quien lo acompañó sentada en una esquina del escenario, Baricco empezó a ensayar las primeras ideas pero desde el público le advirtieron que no se lo escuchaba bien. Desde el área conocida como gallinero le sugirieron en perfecto italiano que probara la mítica acústica del Colón y que se animara a dejar el micrófono, pero el italiano se rió y prefirió no salirse de los planes. Vamos a seguir con la buena voluntad de todos, propuso con ánimo de conferencista, un rol que desde aquel momento abandonó por completo para protagonizar un espectáculo que no fue ni una lectura ni una performance, sino más bien el ejemplo concreto de que un hombre con la palabra puede hechizar a toda una platea relatando historias como las de Sul tempo e sull amore.
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La llegada de Baricco al Colón estaba programada para antes de la pandemia, pero entonces tuvo que ser suspendida. La visita a Buenos Aires fue, además, su primer viaje intercontinental luego del trasplante de células estaminales que recibió en enero para combatir la leucemia mielomonocítica crónica que le diagnosticaron hace un año. La visita tuvo, además, el condimento del reencuentro.
Tras el saludo de protocolo, el autor, enmarcado por el fondo azul de la enorme pantalla que tenía detrás, se acomodó en el escritorio y emprendió un relato de viaje espacial y temporal que comenzó con dos historias: el intento de fuga de Luis XVI tras la Revolución Francesa y los últimos días de León Tolstoi y después, saltando por épocas y geografías, se dispuso a contar tres grandes historias de amor con las que buscó probar -desde los clásicos- su hipótesis sobre el tiempo y el amor.
La fuga del rey en la Francia revolucionaria fue el equivalente a la caída de nuestras Torres Gemelas, propuso, en una comparación ambiciosa y contó que cuando se enteró del atentado llamó a la que entonces era su mujer para ver si estaba bien y que le dieron ganas de retirar a sus hijos del colegio a pesar de que vivían en Italia y no en Estados Unidos, dos gestos que nacieron de sentir el peso de un hecho histórico que cambiaba la Historia.
Explicó cómo había cambiado la cosmovisión de una sociedad acostumbrada a organizarse alrededor de la figura del rey: Era un juego cerrado en el que la cultura, el poder y el dinero dependían de él. Y eso puede parecernos delirante, pero era un orden. Sin embargo, Baricco sostuvo que mientras los hechos se dan de forma intempestiva, las noticias se mueven lentas y ayudado por un mapa de Francia relató cómo la noticia de la fuga del rey iba decantando semana tras semana en las distintas regiones. Miré este mapa durante meses. Lo miraba y me imaginaba historias individuales, porque bueno, soy escritor. Era como una poesía, confesó.
Mientras la historia de la fuga todavía resonaba en quienes lo escuchaban, Baricco empezó un relato que dio cuenta de cómo fueron los últimos días de Tolstoi, un hecho que aparentemente nada tenía que ver con el suceso francés. Cuando tenía 82 años, Tolstoi se escapó de su casa. En realidad, se escapó de su mujer. Lo acompañaba su médico. Su sueño era ir al sur, a Crimea, porque creía que ahí había más vida. La gente lo amaba, no solo porque era un gran escritor sino porque era como un gran padre, contó. Finalmente, el autor ruso murió en una estación de tren y la noticia se regó, por oleadas, en distintos tiempos.
No hay un tiempo. Hay muchos tiempos. Es como si el tiempo se abriera. ¿Por qué me conmueven estas historias? Creo que cuentan lo mismo. El hecho de que el tiempo solo es concreto en los relojes pero que en la vida se abre y entonces, los seres humanos siempre estamos demorados o anticipados. Siempre estamos persiguiendo al tiempo o es el tiempo el que nos persigue, razonó Baricco y con esa explicación logró amalgamar la historia de la fuga del rey y la huida de Tolstoi. Eso hace que el tiempo sea difícil. ¿Cuánto tardamos en entender que estamos enamorados? ¿Y en aceptar la edad que realmente tenemos? El tiempo es un caos y hace la vida difícil. Si viviéramos a tiempo , deslizó.
Fue entonces cuando planteó la hipótesis central de Sul tempo e sull amore: Los seres humanos hacemos ritos para cerrar el tiempo. Y esta experiencia se llama amor. Las historias de amor de la literatura cuentan la vida de dos individuos que logran vivir en el mismo instante. El amor es el único sistema que permite cerrar la herida del tiempo. Y para darle fuerza a esa idea, Baricco -como en los ensayos con los que ganó reconocimiento- recurrió a la literatura para dar cuenta de los grandes problemas de la existencia.
Contó la historia de Florentino Arizza y Fermina Daza en El amor en los tiempos de cólera de Gabriel García Márquez -con él nunca hay matices, todo es siempre o nunca- en la que en un único instante se cierra la herida del tiempo, Romeo y Julieta que fue escrita para probar que sí se puede cerrar la brecha del tiempo pero que a la vez es muy difícil y por último, el canto 23 de la Odisea, el mítico relato de Homero que relata la noche que el héroe regresa al hogar, la historia con la que abordó el problema de reencontrarse después del paso del tiempo, una verdadera oda al amor, a contar y a descansar. Acodado sobre la mesa y con su ejemplar de la Odisea entreabierto, Baricco se despidió con la ovación de pie del público que lo escuchó durante una hora y media en el Teatro Colón, con la sensación de que la literatura -como el amor- de alguna extraña manera también puede cerrar la brecha del tiempo.
Con información de Télam