Los seres humanos siempre admiraron el canto de las aves. Tal vez por eso, desde tiempos muy remotos, músicos de las más diversas culturas trataron de imitarlos o evocarlos con su propia voz o con otros instrumentos musicales. ¿Por qué cantan las aves? ¿Nacen con esa facultad o aprenden a hacerlo? ¿Por qué el estudio de su canto puede beneficiar a la humanidad?
Al igual que sucede con los humanos, hacerse escuchar y entender es fundamental para la vida de un pájaro. Para los machos, es una forma de marcar su territorio y defender el nido. Por eso cantan. Pero también lo hacen para seducir a las hembras antes de aparearse, y para alertar a los de su misma especie sobre algún peligro.
En diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQ, el físico Gabriel Mindlin, del Laboratorio de Sistemas Dinámicos (LSD), de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, lo explica así: “Hay un consenso muy establecido sobre que el canto de las aves juega un rol muy importante en dos aspectos: la batalla por el territorio y durante el cortejo. Sin embargo también hay especies que tienen cantos a llamadas específicas que son usados para alertar sobre predadores u otro peligros significativos para la especie”.
¿Por qué los pájaros son capaces de cantar? Aunque no tienen laringe como los humanos, poseen un órgano que les permite emitir gritos y sonidos melódicos. Se llama siringa, una especie de bola que está en la parte inferior de la tráquea. En la siringa hay dos finas membranas conectadas que les posibilita emitir dos tipos de sonido al mismo tiempo. Esta característica también hace que puedan cantar, incluso, con un sonido más fuerte que la bocina de un auto. Algo que les es muy útil ya que así pueden comunicarse aunque estén lejos.
¿Nacen cantando o lo aprenden?
Muchas especies de aves requieren del aprendizaje para desarrollar sus cantos típicos. Mindlin detalla que existen unas 10 mil y que, de ellas, unas 4 mil necesitan de un tutor para aprender a cantar. Es decir, “el canto no está programado genéticamente y los pájaros juveniles necesitan una exposición al canto de un adulto para desarrollar el canto característico de la especie que les permita, por ejemplo, conseguir pareja o dirimir disputas territoriales con otro individuo de la especie”.
En términos generales, este proceso de aprendizaje vocal constaría de dos etapas: una “sensorial” y otra “sensorial y motora”. Durante la primera, el animal escucha y memoriza el patrón de canto que va a ser copiado. En la segunda, el pájaro comienza a emitir sonidos, los cuales son escuchados, comparados con el modelo de canto adquirido durante la etapa anterior y corregidos paulatinamente hasta que su producción vocal se iguala con el modelo. Sin embargo, este proceso de imitación no es perfecto y conduce a la aparición de variantes de canto novedosas.
¿Qué pasa con las otras 6 mil especies, las que no aprenden a cantar? Según el investigador, tienen un canto que está pre programado en la genética y pueden cantar normalmente, incluso si nunca escucharon el canto de un adulto.
Polifonía emplumada, aprendizaje vocal y cerebro
Uno de los motivos por el cual se estudia el canto de las aves es justamente porque es un modelo animal ideal para estudiar el aprendizaje vocal en los seres humanos. “No hay muchas otras especies que comparten estas características, o sea, que el cerebro deba, en cierto modo, terminar de reconfigurarse y terminar de reconectarse mediante un aprendizaje”, dice.
“Mucho de lo que conocemos sobre aprendizaje vocal y la integración auditiva vocal fue hallado primero en el estudio de canto de las aves”, destaca el investigador. En esa línea, gran parte de la investigación del tema del canto de las aves fue financiada a nivel mundial por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH por sus siglas en inglés), parte del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos. Uno de sus institutos -el que atiende los problemas de audición-, encontró muchos avances en cómo se procesa la información auditiva estudiando el cerebro aviar, en particular, cómo se integra la audición con la generación del canto y cómo esta integración se modula mediante la experiencia.
Con todo, la investigación científica sobre el canto de los pájaros no se detiene. Recientemente, un estudio publicado en la revista Scientific Reports, dirigido por académicos del King’s College London, halló que los encuentros cotidianos con aves mejoraba el estado de ánimo de las personas con depresión, así como de la población en general. Los hallazgos sugirieron que los médicos podrían prescribir visitas a lugares con una gran cantidad de aves, como parques y canales, para tratar afecciones de salud mental. Y encontraron, también, niveles más bajos de depresión, ansiedad y estrés en las personas que observaban y escuchaban aves. Algo, sin duda, para reflexionar ¿verdad?
Con información de la Agencia de Noticias Científicas