En 1897 -cuando todavía los perros y gatos no estaban catalogados como los animales de compañía más populares- los sapos cornudos ocupaban ese rol. Y uno de ellos, el increíble Blinky (más tarde renombrado Old Rip), pasó a convertirse en leyenda gracias a una increíble historia de supervivencia al permanecer con vida después de 31 años enterrado.
La historia arranca en la ciudad de Eastland, Estados Unidos, luego del incendio del Palacio de Justicia y su posterior reconstrucción. Una vez terminado, se procedió a festejar con una celebración donde se colocó una cápsula del tiempo en la piedra angular del edificio. Y dentro de la cápsula, los ciudadanos aprovecharon para poner una serie de objetos para resguardar: monedas, una biblia, un diario de ese día, una botella de Whisky y el sapo cornudo de Ripley, uno de los niños asistentes al evento.
Todos se rieron pero nadie puso objeciones en la decisión de Ripley, quien quería que su sapo cornudo fuera recordado. Antes de meterlo en la cápsula el niño le puso un puñado de hormigas al animal, para que tuviese con que alimentarse. Pasaron los años y nadie se pregunto por la salud del sapo Blinky, hasta que en 1927 una inspección detectó fallas estructurales en el edificio del Palacio de Justicia. Cuando las autoridades se decidieron a derrumbarlo, los habitantes del lugar recordaron al sapo cornudo y pidieron quitar la piedra angular para ver su estado.
El sapo cornudo que vivió 31 años enterrado
El 18 de febrero de 1928 se resolvió a quitar la piedra angular y cuando se descubrió la cápsula en el tiempo los ciudadanos de Eastland no pudieron creer lo que encontraron: Blinky seguía vivo después de 31 años enterrado. El animal estaba intacto. Entre gritos de alegría, lágrimas de sorpresa y vítores, Blinky pasó a llamarse Old Rip y se convirtió en una leyenda de la zona. Sus fotos circularon por los diarios de la región y su historia se convirtió en leyenda.
Lamentablemente, después de su salida al mundo Old Rip murió por complicaciones de una neumonía. El 19 de enero de 1929, "once meses tras el milagro", el querido animal falleció y sus restos fueron embalsamados y llevados al Palacio de la Justicia de Eastland. Además, pasó a convertirse en la mascota oficial de la ciudad e impulsó que muchos negocios llevasen su nombre para honrarlo.