Todos los martes, el chef Ciriaco Vicente convierte su restaurante junto a la playa de la ciudad española de Valencia en un comedor para que más de un centenar de refugiados ucranianos disfruten de un abundante almuerzo gratuito.
"Se han quedado sin nada", dice Vicente, de 47 años, mientras sus camareros reparten generosas raciones de arroz amarillo y humeante, con trozos de pollo y sabrosos caracoles.
"Estamos aquí para darles un poco de amor y cariño a través de la gastronomía", dijo.
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Unos 4 millones de ucranianos han huido de su país desde que Rusia lo invadió el 24 de febrero, según Naciones Unidas. Alrededor de 80.000 han llegado a España, dijo el ministro de Migraciones el domingo en una entrevista con el diario La Vanguardia.
El comedor de Las Torres de Ciriaco se animó con la alegre charla de las familias que disfrutaban de la comida, pero el recuerdo del calvario al que se enfrentaron nunca queda lejos.
"La situación es difícil en todo el territorio ucraniano", afirma Alina Zahizoeta, de 28 años, que dirigía una sucursal de la tienda de artículos deportivos Intersport en Kiev.
Tras un arduo viaje de cinco días hasta la frontera ucraniana con Hungría, ella y su familia lograron llegar a España.
Además de proporcionar comida, el restaurante de Vicente se ha convertido en un lugar de encuentro para que los ucranianos intercambien experiencias y busquen ayuda con el papeleo.
"La gente es muy solidaria", dice Bohdan Turinska, de 24 años, profesor de inglés de Kiev.
(Escrito por Nathan Allen; Edición de Alexandra Hudson; Traducción de Flora Gómez)