Fer Metilli: por qué eligió hacer una obra sobre el desempleo, su lucha contra el machismo en el humor y las complicaciones de la vida en pareja

En un mano a mano exclusivo con El Destape, la actriz y comediante Fernanda Metilli habló de la comedia ácida que la tiene compartiendo escenario con Nancy Dupláa y Juan Pablo Geretto, a la vez que ofreció una mirada crítica sobre los cambios en el humor y la vida en pareja, junto al también actor Agustín "Soy Rada" Aristarán.

17 de mayo, 2024 | 20.34

Fernanda Metilli no para. Tras una elogiada temporada de Matilda, el musical, en el Teatro Gran Rex -espectáculo que la tuvo compartiendo escenario con Agustín “Rada” Aristarán, su novio-, la actriz y comediante encaró un nuevo proyecto en las tablas: Exit, la nueva comedia de Corina Fiorillo con Nancy Dupláa y Juan Pablo Geretto. En clave absurda, la obra se mete en el mundo del trabajo y el desempleo -terrenos sensibles para los argentinos- y narra la historia de una debutante en el puesto de Recursos Humanos en una empresa en la que, para “hacer buena letra” con sus jefes, debe echar a un empleado como parte de las tareas de su primer día de trabajo. Son dos los candidatos a quedarse en la calle por motivos que se descubrirán conforme avanza la trama.

“Para los personajes de Manu (Geretto) y Maite (rol que compone en Exit), los empleados que pueden quedarse en la calle, el trabajo es todo, su vida está ahí adentro. Cuando me ofrecieron el personaje traté de ponerme en sus zapatos e imaginarme cómo sería si fuese mi caso, y fue terrible porque lo vi muy claro: es como si me quisiesen echar del teatro diciéndome que no puedo actuar nunca más. Obvio que reaccionaría subiéndome a los techos para pelearme con todos”, señaló la comediante -quien alterna entre el teatro comercial y los shows de Las chicas de la culpa, el proyecto autogestivo de comedia que tiene junto a Malena Guinzburg, Connie Ballarini y Natalia Carulias- en un mano a mano con El Destape.

Una de mis primeras impresiones después de ver la obra fue decir “qué arriesgado hablar del desempleo en medio del debate de la Ley de Bases”, que de aprobarse puede afectar la vida de cientos de miles de trabajadores argentinos.

- Sí, eso es justamente una de las cosas que más se remarca en la obra. Hablamos de algo que no está bueno, que está sucediendo hoy de una manera totalmente cruel, pero a su vez está llevado a un extremo con un humor que te permite relajarte y reírte de eso. La gente agradece eso, es una catarsis. En general, se dice que tragedia más tiempo es comedia, y acá no estaríamos teniendo ese tiempo porque estamos viviendo una actualidad feroz; por eso creo que la exageración en los personajes es lo que permite que de todas formas, haya una identificación con el público.

Tu personaje y el de Juan Pablo Geretto se apoyan mucho en la comedia física para los gags y remates, ¿cómo te sentiste trabajando esa técnica?

- La comedia física es mi estilo, siempre tengo que ponerle el cuerpo a cada personaje. He tenido algunos trabajos como Inmaduros, cuando estuve con Adrián Suar y Diego Peretti, que requerían composiciones más realistas y estuvo muy bien explorar esa forma de hacer comedia, pero sí es inevitable que algo de la creación física salga de mí de forma involuntaria. En el caso de Exit, fue una decisión de Corina Fiorillo encarar mi personaje y el de Juan Pablo Geretto desde ahí, pues pensó que le podría dar más riqueza al texto, lo que me pareció espectacular.

Se potencian muy bien con Juan Pablo…

- ¡Sí! Fue un juego muy libre, creamos la dinámica desde cero. Cuando nos mandaron un boceto final de la escenografía, yo estaba en Tandil por un tema de salud de mi mamá, pero lo primero que dije fue “quiero terminar colgada de esa lámpara”. “Listo, así será”, me respondió Tomás Rottemberg, que es nuestro productor. Y en efecto, termino colgada de una lámpara en uno de los momentos de mayor despelote en la obra.

¿Cómo hacés para dividir tu tiempo entre todo el trabajo que implica estar haciendo dos obras, Exit y Las chicas de la culpa?

- Es un estilo de vida intenso, lo sé, pero tengo el privilegio de poder combinar desde hace muchos años mi proyecto independiente, que es Las chicas de la culpa, con cualquier otra obra de teatro comercial. Voy de un teatro a otro, lo necesito más allá de lo económico.

Las chicas de la culpa nació como un espectáculo de tipo independiente. ¿Imaginabas el impacto que iba a tener y la permanencia en cartel durante tantos años?

- No lo esperábamos, pero sabíamos que la gente nos quería. Arrancamos en Telefe, en 2017, en un especial de Comedy Central que se hizo por el Día de la Mujer, en el programa La Culpa es de Colón y “nos convidaron” 4 programas. Dijeron “vamos a hacer este formato de hombres con chicas”. Le insistí a los productores de Comedy de ese momento que hagamos el especial…salió al poco tiempo y éramos nosotras cuatro con Dalia Gutmann en la conducción, nos mandaron a las doce de la noche y la rompimos con el rating. Fue tanto el impacto que nos dieron una continuidad de 12 programas más, con la promesa de ir renovando nuestra presencia y hacer una obra de teatro. Como pasó el tiempo y nos fueron pateando la televisión y el teatro, Nati Carulias habló con Diego Scott, que era productor de stand up y con él terminamos estrenando el espectáculo. Estuvimos tres años con Diego y ahora somos nosotras las productoras. Empezamos en la pandemia combinando streaming con funciones según el aforo permitido y seguimos hasta ahora, nos va muy bien y estamos muy contentas.

De tus inicios en el humor al presente, ¿sentís que hay un cambio significativo en la deconstrucción del género?

- Estamos en el medio del cambio y todavía falta un montón. Creo que con Las chicas de la culpa somos parte de ese proceso y somos importantes porque rompimos algunos moldes establecidos en la comedia, pero todavía hay un montón de luchas que tenemos que dar. Hace un tiempo hicimos un piloto en un canal de televisión y el productor -obviamente hombre- nos vino a ver al teatro antes de conocernos y nos dijo que le gustábamos pero que nos faltaba “un hombre que nos ordene”. La frase fue fatal, no queríamos hacer nada con él. La cuestión es que fue al show y cuando salió nos mandó un audio de WhatsApp pidiéndonos disculpas por su burrada. No voy a decir quién es, pero al menos tuvo el gesto noble de darse cuenta de su machismo. Los varones están enquistados en los lugares de poder, hoy se ve en los streams que son un rejunte de huevos que no dejan hablar a las pocas mujeres que hay o que las quieren adoctrinar.

Por suerte hay ejemplos de mujeres que se rebelaron a esas estructuras: Male Pichot fue una de ellas, lo que generó en la forma de ver comedia en las nuevas plataformas fue espectacular. Y antes de ella hubieron muchas mujeres que se animaron a promover otras formas no machistas de hacer humor: siempre nombro a Ana Acosta, con quien compartí dos obras y es una hermosa compañera, porque en mi casa se miraban todos los programas que había de humor, desde Gasalla a Rompeportones -donde estaba ella- y más allá de que muchas de las mujeres de ese elenco eran “mujeres objeto” y hacían ese rol, Ana estaba ahí como mujer comediante y me hipnotizaba porque me parecía fascinante lo que hacía.

De la misma década que nombrás está también el caso de Moria Casán con las películas de Olmedo y Porcel. Ella misma ha contado que accedía a aparecer en ellas como mujer comediante y no como mujer objeto de sexualización.

- Exacto. Obviamente los remates eran de los hombres, pero para mí era muy importante ver a esas referentes en la televisión porque yo quería hacer eso. Verlo reflejado me dio a entender que se podía llegar hasta ese lugar. En mis primeros monólogos contaba que cuando le dije a mi papá que me iba a Buenos Aires para hacer humor, él -que era muy machista- me dijo “¿cómo vas a ir a terminar en pelotas en la Avenida Corrientes?”, porque en su mente que una mujer haga humor era ponerse en culo para el chiste.

¿Tu papá pudo cambiar su forma de pensar con el tiempo?

- Sí, mi viejo pudo verme y sanamos esa parte. Él tuvo un ACV hace 15 años, cuando yo ya me vine acá, y se enfermó pero pudo, dentro de su estado, ir al teatro a ver mi unipersonal y estuvo re bueno. Me vio en los espectáculos infantiles también y siempre me ve cuando estoy en la tele, le muestro videítos.

En mi casa siempre hubo mucho humor, si bien eran caracteres muy fuertes y también había mucha tristeza, se reían mucho de ellos mismos mis viejos. Mi viejo es muy gracioso y mi mamá muy tímida, el humor siempre fue una cuestión de subsistencia para mi familia y para mí, porque tuve que hacer reír mucho a mi mamá en algunos momentos tristes de su vida… una carga que todavía trato en terapia y que me ayudó a forjar mi personalidad.

¿En qué contexto te criaste y cómo fueron tus primeros años en Tandil?

- Fue una infancia muy buena, aunque siempre tuve una personalidad bastante solitaria. Me costaba socializar en el jardín y en la escuela, tenía amigas, pero a veces me quedaba en un rincón sola. El humor me ayudó a romper eso. En la adolescencia hubo una situación que cambió mi camino para siempre: cumplía 14 años una amiga y se había hecho un asalto. Las chicas de un lado y los chicos del otro, la típica escena, y había un chico re lindo que nos gustaba a todas. En ese momento rompí el hielo y empecé a decir un montón de cosas de la situación, las chicas se empezaron a reír y yo sentí un alivio tan grande porque la risa es aceptación. Fue como un superpoder ante la timidez. Las personas que me conocieron en la primaria jamás entendieron cómo llegué a estudiar teatro (risas).

¿Qué opinión tenés de las cancelaciones en el humor?

- Nos podemos reír de todo, el tema es dónde y cómo. Si estoy sola y con mi mejor amigo diciendo barbaridades, está perfecto porque hay códigos, pero uno no puede decir cualquier cosa frente a una cámara, sabiendo que tiene una responsabilidad cuando comunica algo. Ahí sí, para mí, hay límites en el humor. Sí me parece que, como todo cambio, hay que tratar de diferenciarse de los policías de lo que está bien y lo que está mal, ese extremo no está bien tampoco. Si demonizamos, no podríamos sentarnos a ver Rompeportones o canal Volver, no hubiésemos tenido una historia detrás. No está bien que lo hagamos hoy, pero no hay que condenar que en ese momento se haya hecho eso, porque era lo normal para el momento y es parte de nuestra historia. También es responsabilidad nuestra tener herramientas para cambiar la historia. 

A mí a veces me enoja cuando vienen algunos comediantes y dicen “no se puede hablar de nada”. Bueno, es un desafío para vos como comediante buscar temas nuevos que interpelen al público. Ojo eh, si yo voy unos años atrás, tengo un montón de chistes que seguramente no podría decir o que tenga que buscarles otro contexto, otro cómo, otro qué y otro para qué. Está re bueno eso, es un desafío y es más laburo. El tema es saber de qué nos estamos riendo. Con Agus (hace referencia al actor Agustín “Rada” Aristarán), mi pareja, hablamos mucho de esto y analizamos minuciosamente el humor que mostramos en los espectáculos.

¿Son muy críticos del humor del otro?

- Un poco, pero es todo muy constructivo. Muchas veces veo el material de Agus y le pregunto “¿cuál es el chiste?, ¿de qué te estás riendo?”. Es un buen ejercicio. Con Bianca, su hija de 18 años, una vez le marcamos un chiste viejo que hacía sobre las paternidades ausentes. Básicamente, el contenido era que no se sabía quién era el padre de determinada persona. Él no quería bromear con eso, pero terminaba haciéndolo. La gente se reía de que la mina estuviera con muchos tipos y no se supiera cuál era el padre. Con Bianca le decíamos que pronuncie el chiste y analice el significado

Se los ve muy compañeros, ¿les gusta coincidir en el trabajo?

- Tuvimos hace poco la experiencia de trabajar juntos en el musical de Matilda y nos encantó porque solemos vernos muy poco, ya que vivimos en casas separadas. Ahora nos vemos poco, de hecho, y eso nos sirve para extrañarnos. Compartir Matilda fue hermoso porque también fue una oportunidad para acompañarnos en las inseguridades.

¿Se plantean la convivencia en una misma casa?

- Por ahora no. Para lo que queremos hacer se necesita mucha plata. ¡Es muy caro tener un terreno! (risas) Nos gusta ser nómades, estamos acostumbrados. Me gusta que cada día no sea igual, nos impulsa a seguir sorprendiéndonos.

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