Su bigote simétrico y sus extravagantes galeras son los distintivos que lo hicieron popular para las nuevas generaciones que, quizás, desconocían su trayectoria como coreógrafo y bailarín respetado. Aníbal Pachano. Para algunos, un personaje de los medios que siempre estuvo haciendo ruido, mediático y artístico. ¿Quién es Pachano cuándo se saca la galera? ¿Qué lo conmueve?
Días atrás, se conoció la noticia de Así…vuelvo, el espectáculo autobiográfico con el que cerrará una trayectoria de más de 40 años como artista en los escenarios. En diálogo con El Destape, habló de sus sueños, el miedo, su vida y los secretos detrás de la vida ‘farandulesca.’
- ¿Qué te llevó a retirarte de los escenarios?
Quiero aclarar algo, porque estuvieron circulando varias versiones en los medios sobre esto: me retiro del escenario como artista de music hall, no como creador, director o diseñador de futuros espectáculos. A los 66 años, la vida y los cuerpos cambian. Esta decisión de cerrar una etapa también es crecer. No me provoca tristeza decir basta, sé que algo mejor va a venir. Tengo ganas de hacer cine, dirigir obras de texto, otras situaciones que sí puedo hacer a mi edad.
- ¿Por qué elegiste Villa Carlos Paz para tu adiós como artista?
En Carlos Paz arrancó todo. Es el lugar donde viví de chiquito y me desarrollé pintando y dibujando. Ahí también empezó mi amor por el baile. Un puntapié para todo lo que vendría después. Tengo muchos recuerdos emotivos, y el espectáculo es un recorrido por mi vida. Lo pensamos originalmente como una miniserie de 8 capítulos, que ya está escrita y en propiedad intelectual.
- ¿Y en alguna plataforma de streaming?
Esperemos que sí. Lleva tiempo y no es tan fácil.
Un arquitecto que se enamoró del baile
- Todos conocen al Pachano artista pero pocos al arquitecto, ¿cómo se dio esa transición de disciplinas?
Cuando llegué a Buenos Aires intenté modelar, pero no me fue para nada bien: era petiso y me frustré. Después, terminé en el famoso programa de baile Alta Tensión, en donde llegué a la final y perdí. Desde ahí empecé a proyectarme como universitario en la carrera de Arquitectura. Estudié, me recibí con todos los honores y trabajé en grandes estudios.
- ¿Pero deseabas ser arquitecto o lo hiciste por mandato familiar?
¡Me encanta la arquitectura! Es una profesión maravillosa que une todas las artes: pintura, iluminación, construcción, cómo te manejás en el espacio, los sentidos. Me especialicé en dibujar en lápiz. En un momento fui dibujante top, todos me convocaban para que haga sus planos y gané mucha plata.
Mis 28 años coincidieron con un momento de poco trabajo como arquitecto. Veníamos de la dictadura militar, estaba todo parado. Así fue como decidí hacer el cambio de disciplina. Un amigo me dijo por qué no estudiaba tap, algo que siempre me gustó de las películas de Hollywood. En Nueva York había quedado maravillado con espectáculos del coreógrafo Bob Fosse y con Evita. Al principio tomaba clases de tap como hobbie; hasta que conocí a Ana (Sans, su ex-esposa). Cuando fuimos a vivir juntos generamos un proyecto llamado Botton Tap, una compañía de bailarines única en el mundo. Pusimos el baile en un lugar de privilegio, en los protagónicos. En 40 años de profesión nadie nos pudo igualar.
- ¿Tuviste una infancia feliz Aníbal?
Sí. Mamá era muy creativa y papá muy rígido. Ella descubrió que se me daba bien el dibujo e incentivó a que siguiese desarrollando esa faceta. Él me marcó la ética y los valores profesionales. Ser una persona honrada y respetada. Fue un gran profesional de la odontología y, luego, un político impecable junto a Arturo Frondizi, el Presidente más top que tuvo la política argentina. Papá era tan honesto que perdió todo por la política. Ya en Buenos Aires empecé a trabajar a los 12 años. Me siento orgulloso de haber podido mantener la casa de mis viejos trabajando y de ir superándome de a poco.
Sobre esto quiero dejar en claro que para mí no fue una carga salir a esa edad a laburar, como dicen los todes, tidis y tudos que ya me tienen las pelotas al plato. Esto de los “chicos plan” me hincha las bolas. En mi época no había planes, había trabajo. Tengas la edad que tengas.
- Aníbal, entiendo que tuviste que hacerlo por necesidad, pero está mal que chicos de 12 años trabajen. Tienen que estar estudiando a esa edad.
Yo era feliz. Tenía compañeros que admiraban mi actitud. Dos trabajos, llegar a casa de noche, hacer los deberes y levantarme a las 7 de la mañana del día siguiente para ir nuevamente a la escuela. Siempre fui resiliente en la vida, nunca elegí el camino de los vagos.
"No era un jurado ortiva"
- En la televisión y la farándula no hay tanta ética, valor que te inculcó tu papá. ¿Cómo hacés para que el sistema no te deforme?
A decir verdad me golpeó varias veces el sistema, aunque yo también entré en un circuito mediático. Pero ojo, soy un señor inteligente. Esa faceta sirvió para aplicar marketing en mi imagen y carrera. Es trabajo; considero que aproveché muy bien esos 15 minutos de televisión. Si no, probablemente, no estaríamos hablando vos y yo. La base está en buscar oportunidades y querer superarse. No hay otra manera de vivir. El mundo no te toca con varitas mágicas al azar, uno se genera las circunstancias.
- Por circunstancias de tu carrera llegaste a ShowMatch, donde te desempeñaste como jurado. ¿Cuánto de los escándalos, cruces y peleas era cierto, y cuánto mentira?
Sin dudas, el episodio más desagradable que tuve fue totalmente real. Es una persona que no va a estar nunca más en mi vida, en ninguna situación. Es una señora que dice ser determinadas cosas, pero que me ne frega.
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- ¿Es la señora que pienso que es (Graciela Alfano)?
Sí. Esa misma. Cuando ella declara públicamente sin mi autorización que yo era portador de VIH se generó un doble mensaje: primero, el dolor de que alguien a quien considerabas de tu confianza, cuente algo tan personal, y segundo, la posibilidad de comunicarle a la gente lo que mi familia y amigos siempre supieron –a disgusto de esta mujer- y tratar de concientizar, llevar un mensaje positivo. La cuestión es que se formó un puterío televisivo increíble y esta mujer se llenó bien los bolsillos. Yo, en cambio, me llené de amor y del respeto de la gente.
- Fuiste un gran personaje de ShowMatch. ¿Te pedían que seas el jurado ortiva?
(Risas) ¡No era ortiva! Sí el más serio y el que ponía la nota más baja. En todos los realities hay funciones que cada uno cumple. Era rígido por toda mi trayectoria en el baile. Sabía de lo que hablaba y transmitía desde ahí. Siempre tuve la palabra autorizada para mediatizar las situaciones que no me gustaban, fui funcional al programa. Eso permitió que se forme un lindo juego: al principio me odiaban, después me amaban. Traspasé la pantalla. Pocas personas lo logran.
- La fama y el prestigio construyen el ego. ¿Cómo te llevás con el tuyo?
Entre el 2010 y el 2012 estaba en la cresta de la ola. Recuerdo un verano en el que empecé a sentir que me había comprado la cámara. Me iba de los móviles, bailaba como un loco, me sacaba los pantalones, me enojaba.
- Eras un divo.
Claro. Y todo eso lo vi resumido en un informe de Bendita TV. Quedé shockeado. Dije: “Esto es una locura, un mamarracho”. Lo mismo que le criticaba a lo demás, lo veía trasladado a mi persona. ‘¿De dónde sacaron a este paranoico que está haciendo pavada tras pavada?’ Era tremendo verme así. Ahí bajé un cambio con el perfil mediático.
La gente se cree que soy un egocéntrico total, pero cuando ando por la calle o en mi casa, soy un tipo común y corriente. Mi ego lo uso únicamente para hacerme respetar. En eso soy intachable. Podrán no estar de acuerdo con mi ideología política pero nadie puede decir que Pachano es un cagador.
- ¿Te gustaría meterte en política?
Solamente en el área de Cultura o en Salud, en algún departamento que tenga que ver con la prevención y el cuidado de personas con VIH y el cáncer. Ser candidato, jamás.
Pachano, el luchador: La enfermedad y los aprendizajes
- Hace poco hablaste sobre los tumores que estás tratándote. ¿Cómo venís de salud?
El cáncer que empezó en el pulmón y terminó con metástasis de seis tumores en el cerebro está bastante controlado. Me operaron uno y quedaron cinco. Ahora volvió a aparecer otro chiquito, en el lado izquierdo de la cabeza. Cuando me dijeron que tenía seis tumores lo tomé con humor, no podía creerlo. Pensé que iba a estallar en cualquier momento. De la misma manera que me pasó con el VIH, siempre me mentalicé en revertir y superar las adversidades para vivir mejor. Ocuparme y no preocuparme.
- No sos un tipo temeroso ante la enfermedad.
No. A lo que le tengo terror es a la muerte. Es un estadio triste el sufrimiento. Por eso trato de ir con buena onda y pensamientos positivos por la vida. En este momento estoy en la tercera etapa de un tratamiento en Oncología, porque se me inflamó un tumor del lado izquierdo. Lo estamos tratando con un desinflamatorio y con quimio.
- ¿Cómo te gustaría que te recuerden, Aníbal?
Cuando mi yo físico no esté más acá me encantaría que digan ‘se fue un buen tipo’. Fui buen padre, buen papá, buen amigo. Me llevaré a mi mundo posterior cosas maravillosas. No me arrepiento de nada. La autenticidad es mi sello. Me comí todos los quilombos, los resolví, lloré en cámara, me enojé, me reconcilié, conseguí una casa, tuve una hija hermosa, pagué mis cagadas. No me quiero hacer más el canchero. Ahora entré a una fase de aprender de mi hija Sofía.
- ¿Qué te enseña?
A reciclar, por ejemplo. Las tapitas, bolsitas, todo. Ella es una mujer muy metódica. También intenta cambiar algunas conductas alimenticias en mí, pero es bastante difícil.
- Al principio de la entrevista dijiste que querías hacer cine, ¿te ves en un rol serio?
Sí, en un drama o como villano. Solo una vez me llegó un proyecto, una ópera prima. Por soberbio no le di bola y me perdí una increíble oportunidad. Si la hubiese filmado, quizás me convertía en estrella de películas.