Mercedes Morán abrió su corazón en un reportaje y se sinceró sobre un sobrenatural acontecimiento que vivió en el parto de su segunda hija. Según su relato, en medio del momento, se desvaneció y, cuando regresó a su conciencia, tuvo extraños comportamientos, que ni ella ni los que la rodeaban pudieron explicar con lógica.
“A mí primera hija, ya te digo, tenía 19 años, era muy hippie. Quería tenerla por parto natural sin anestesia ni nada, pero me indujeron tanto que tenía unas contracciones insoportables. Les pedí la peridural pero no llegó, así que me durmieron directamente y me perdí lo que más quería, que era estar presente. En el parto de mi segunda hija, pedí directamente la anestesia y me la dieron”, comenzó su historia Morán, en diálogo con Julio Leiva en Caja Negra.
“Hice un pujo o dos pujos, al tercer pujo me desvanecí. Y cuando me desperté me hicieron las preguntitas: ¿Quién sos? ¿Cómo te llamas? Bueno, las contesté. Y tres días después, cuando ya estaba por salir de la clínica con mi beba, aparecen el médico, el partero, mi marido y mi terapeuta”, continuó su descargo la estrella de El Reino y agregó: “Bueno, queremos contarte una cosa, no te asustes. Pero el otro día, cuando estábamos preguntándote contestaste, hablaste en inglés fluido, francés fluido y esperanto. Yo no hablo ni francés, ni en inglés”.
Luego, la actriz de Gasoleros continuó su relato, que cada vez se tornaba más místico, y lanzó: “¿Y qué ese esperanto? Ahí me enteré que una lengua muerta, qué sé yo. Hablé tres idiomas. Y lo supieron porque uno de los de las personas que estaba en la sala asistiendo los hablaba. A mi marido le preguntaban cosas como '¿ella lee mucha literatura de ficción o ve muchas películas? No. Así que bueno, son experiencias de una conciencia alterada”.
Divertida anécdota
En la misma entrevista, Morán relató una impensada anécdota que vivió en una de las obras teatrales que protagonizó: “Teníamos que cambiar en la oscuridad del lugar. Había unas marcas fosforescentes. Un segundo duraba. Nos cambiábamos de marcas. Si se prendía la luz, sonaba un tango. Caminábamos al centro del escenario y bailábamos un tango con Oscar Martínez. Y así era el final de la obra”.
“Se apaga la luz. Busco la marca. No estaba. Me caigo con el tutú. Oh, yo le digo perdón, señora. No se asuste. Soy yo la actriz que se cayó del escenario y empiezo a manotear el escenario para subirme. Cuando vuelve la luz, yo estoy con el culo hacia la platea, el tutú y Martínez, me mira como diciendo '¿Qué haces ahí?'. Me hice bosta la pierna. Entonces me levanto el tobillo y se me empezó a hinchar. Bailo el tango como puedo y final de obra", remató la graciosa historia.