Cuando se supo que Hasbulla Magomedov vendría a la Argentina, una duda carcomía a sus seguidores y, también, a quienes no lo eran: ¿qué va a hacer? La pregunta era válida, ya que es sabido que no habla inglés y mucho menos español. En la previa del show en el Gran Rex, sus fanáticos se la jugaban. “Me gustaría que suba gente, que haya algún sorteo y que haga alguna maldad”, decía uno, mientras que otro agregaba que “se va a sentar en el escenario, va a estar comiendo helado media hora, hablando ruso otra media hora y, los últimos 15 minutos, haciendo chistes que solo él va a entender”.
Hasbulla nació en Daguestán, Rusia, el 7 de julio de 2002, con acondroplasia, trastorno que genera el tipo más común de enanismo. Sus videos son furor en TikTok, Instagram y Twitter, redes sociales en las que acumula cientos de miles de seguidores que comparten sus videos.
MÁS INFO
El show arrancó con una presentación de Luquita Rodríguez y Rober Galati, humoristas y streamers que entendieron al público a la perfección. Hicieron chistes, se metieron en clima y, después de unos diez minutos, introdujeron al joven ruso en el escenario. Meses atrás, Luquita había hecho una transmisión por Twitch con Hasbulla que había culminado con la promesa de que pisaría suelo argentino: el 7 de noviembre de 2022 quedó saldada.
Más allá de algunos ítems preparados, el show pareció ser una constante improvisación. Lejos de ser algo malo, lo incierto del evento hizo que los humoristas sacaran a la superficie todo su talento para sobrellevar algo realmente complicado. Parecía imposible que fluyera, pero a base de preguntas del público, juegos y pruebas de comida argentina, terminó siendo un éxito. Las consultas fueron variadas, desde quién creía que iba a salir campeón en el Mundial de Qatar 2022 hasta si había probado las frutillas con dulce de leche: las probó en vivo y le encantaron.
“Vine a Argentina porque me invitaron amigos y porque sé que hay mucho fanatismo acá, entonces quise verlo con mis propios ojos”, dijo Hasbulla sobre el final del show. Se puso una camiseta de Boca que le regalaron, pateó unos penales más contra Luquita con el arco improvisado con dos botellas de plástico y, con una sonrisa de oreja a oreja, se fue del escenario tras una ovación de todo el teatro.