Un estudio reveló que el pequeño asteroide que impactó en Botswana, África, en 2018, probablemente vino de Vesta, el segundo asteroide más grande de nuestro sistema solar y objetivo de la misión Dawn de la NASA. Peter Jenniskens, astrónomo de meteoritos del Instituto SETI, junto a un grupo internacional encontró recientemente 23 meteoritos en las profundidades de la Reserva de Caza del Kalahari Central tras el impacto. El científico encontró una relación y sacó sus conclusiones
Según dijo Jenniskens en un comunicado, la combinación de las observaciones del pequeño asteroide en el espacio con la información obtenida de los meteoritos “muestra que probablemente provino de Vesta”.
"Hace miles de millones de años, dos impactos gigantes en Vesta crearon una familia de asteroides más grandes y peligrosos. Los meteoritos recién recuperados nos dieron una pista sobre cuándo podrían haber ocurrido esos impactos”, agregó. La pequeña roca en cuestión había sido descubierto por primera vez por el programa Catalina Sky Survey de la Universidad de Arizona, que busca asteroides que crucen la Tierra, como parte del programa de Defensa Planetaria de la NASA.
El programa había identificado a ese asteroide como un punto débil de luz que se movía entre las estrellas. Eric Christensen, director del programa Catalina Sky Survey, aseguró: “Los asteroides del tamaño de un metro pequeño no son un peligro para nosotros, pero perfeccionan nuestras habilidades para detectar asteroides que se acercan”.
Gracias a los datos de archivo del programa SkyMapper Southern Survey, el equipo pudo llegar a la conclusión de que asteroide “giraba en el espacio, una vez cada cuatro minutos, presentando alternativamente un lado ancho y uno estrecho mientras reflejaba la luz del sol”. Jenniskens aseguró que “esta es solo la segunda vez que detectamos un asteroide en el espacio antes de que choca contra la Tierra. El primero fue el asteroide 2008 TC3 en Sudán diez años antes”.
En conclusión, durante el viaje de este asteroide a la Tierra, los rayos cósmicos lo bombardearon y crearon isótopos radiactivos. Por ello, al analizar esos isótopos, se determinó que 2018 LA, como se la denominó, era una roca sólida de aproximadamente 1,5 metros de tamaño, que reflejaba cerca del 25% de la luz solar.