El 9 de noviembre de 1934 marcó un hito en la historia del transporte urbano de Buenos Aires con la inauguración de la línea C del subte. Y entre el bullicio y la prisa cotidiana de una estación que recibe millones de personas todas las semanas, se teje uno de los mitos más intrigantes de la ciudad: la presencia de una estación fantasma, un espacio que, si bien fue planeado y construido, permanece oculto a los ojos de los miles de pasajeros que diariamente recorren la línea.
Por eso en este artículo no sólo te contamos toda la historia de la Línea C, una de las más importantes en la conexión urbana del ámbito metropolitano, sino en especial la estación fantasma que todavía sigue en pie.
Historia de la Línea C del subte
La línea C del subte de Buenos Aires, conocida por su característico color azul, es una arteria subterránea que conecta las estaciones ferroviarias de Retiro y Constitución. Su trayecto de 4,4 km, inaugurado en 1934, fue el tercero en sumarse a la red de subtes de la ciudad y el primero en ofrecer un recorrido transversal, facilitando el desplazamiento entre dos de las terminales ferroviarias más importantes.
La construcción de la línea C fue un proyecto ambicioso que comenzó en la década de 1930 bajo la dirección de la Compañía Hispano Argentina de Obras Públicas y Finanzas (CHADOPyF). Esta empresa, liderada por el conde de Guadalhorce, se encargó de dar vida a un diseño que reflejaba la influencia española en la arquitectura y el arte, como se evidencia en las mayólicas y azulejos que decoran sus estaciones.
A lo largo de los años, la línea C ha sido testigo de cambios significativos. Desde su gestión inicial por parte de la CHADOPyF hasta su transferencia a la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires en 1939, y más tarde, su administración por la Administración General de Transportes de Buenos Aires (AGTBA) y Subterráneos de Buenos Aires, la línea ha mantenido su esencia y servicio a pesar de las adversidades económicas y políticas.
¿Cuál es la estación fantasma de la Línea C?
El subte de Buenos Aires guarda en su red subterránea historias de estaciones que, aunque construidas, nunca fueron abiertas al público o fueron clausuradas, convirtiéndose en lo que popularmente se conoce como "estaciones fantasma". Estos espacios abandonados, que alguna vez estuvieron llenos de vida, hoy son cápsulas del tiempo que despiertan la curiosidad y el asombro de quienes conocen su existencia. La línea E alberga una de estas estaciones fantasma: la estación de Constitución, pegada a la de la C.
Diseñada originalmente para ser un punto de conexión, esta estación quedó en el olvido tras decisiones operativas y urbanísticas. A pesar de su inactividad, la estación de Constitución de la línea E sigue presente, escondida tras las paredes de la estación activa, como un secreto que aguarda ser descubierto.