La historia del divorcio en Argentina experimentó una evolución significativa a lo largo del tiempo, pasando de ser controlada por el derecho canónico y la Iglesia a ser regulada por el Estado. Durante gran parte de la historia del país, obtener un divorcio era extremadamente difícil y, en la mayoría de los casos, solo se permitía en situaciones en las que uno de los cónyuges había incumplido alguna de las obligaciones matrimoniales, como la fidelidad o la convivencia .
En el año 1888, la ley 2393 establece que el matrimonio y el divorcio en Argentina estarían bajo el control del Estado, poniendo fin a la influencia de la Iglesia en estos asuntos. Sin embargo, no se permitió a los divorciados volver a casarse, lo que limitó significativamente sus posibilidades de rehacer sus vidas. La ley 14.394 de 1954 introdujo un cambio al permitir que los divorciados pudieran casarse nuevamente, pero este cambio no tuvo un impacto significativo en la sociedad.
Desafortunadamente, este primer antecedente de divorcio vincular fue revocado tras la caída del gobierno de Perón en 1955. Sin embargo, la mentalidad y las leyes en torno al divorcio comenzaron a cambiar pronto. A partir de 1968, ya no era necesario demostrar la culpabilidad de alguna de las partes para obtener el divorcio. Aunque se produjeron algunos avances, la realidad en Argentina en 1985 era que, al igual que en solo otros tres países del mundo, aún estaba prohibido volver a casarse después de un divorcio.
El amor que lo cambió todo
Fue en este contexto que Juan y Alicia, una pareja de Buenos Aires, protagonizaron una historia de amor que desafió los prejuicios y las restricciones legales de la época. En 1978, Juan Bautista Sejean, un juez de instrucción de 42 años y divorciado con dos hijos, conoció a Alicia Kuliba, una mujer de 27 años que trabajaba en la Cámara del fuero Contencioso Administrativo y también estaba divorciada. A pesar de los obstáculos y los tabúes sociales, decidir embarcarse en una relación.
La situación empeoró cuando en 1984 nació su hija Natalia, ya que la ley aún les prohibía a los divorciados tener una nueva oportunidad en el matrimonio. Fue en ese momento cuando Juan y Alicia tomaron la valiente decisión de desafiar la norma establecida y luchar por un cambio en la ley. Su lucha y perseverancia dieron sus frutos el 3 de junio de 1987, cuando el Congreso de la Nación celebró una ley que permitía a los divorciados volver a contraer matrimonio.
Ocho meses después de que la Corte Suprema fallara a favor de Juan y Alicia, ya solo tres meses de que ellos mismos se volvieran a casar, se produjo un cambio significativo en la legislación argentina. Esta nueva ley marcó un hito en la historia del divorcio en el país, ya que no solo permitió que ellos dos tuvieran una segunda oportunidad en el matrimonio, sino que también abrió la puerta para que aproximadamente 2 millones de personas en ese momento pudieran rehacer sus vidas legalmente.