En Luces Azules, la nueva película de Lucas Santa Ana (Como una novia sin sexo, El puto inolvidable), un grupo de maricas veteranas, dos parejas de jóvenes gays y lesbianas y un matrimonio heterosexual se reúnen con motivo de una cena especial que termina desmadrándose por los desastres amorosos que carga cada vínculo, abordados desde una mirada telenovelesca. En el grupo de las locas +50 sobresale un personaje, encarnado por Osmar Núñez, que representa una época de nostalgia y fantasmas para la comunidad LGBT+: la del yire callejero en la Avenida Santa Fe y los intercambios de miradas picarescas en los baños públicos, en busca de sexo.
En diálogo con El Destape, el reconocido actor de cine, teatro y televisión habló de los motivos que lo llevaron a involucrarse en una historia -que además es la última aparición de Claudio Da Passano en la pantalla grande- de amor y deseo, a la par que repasó momentos de éxitos y turbulencias en su extensa trayectoria en cine, teatro y televisión. “Me entusiasmó la posibilidad de explorar los vínculos que tiene mi personaje, un testigo de una época que ya pasó. Cuando vi la película terminada sentí que estaba contando algo mío y de mi juventud en los ‘80”, remarcó Osmar.
- Tu personaje se aferra a los modos de vincularse de los '80, le cuesta adaptarse a la modernidad. Pienso en la escena de los baños...
Esa imagen de los baños la conocemos todos, siempre hay alguien mirando. Quizás ahora sucede menos porque la gente tiene más miedo. Esa escena me parece clave para entender lo que pasa con mi personaje porque se ríe de sí mismo al intentar levantarse a un pendejo en un bar tan emblemático para los gays como lo fue El Olmo. Esa soledad que tiene por la pérdida de su pareja es muy profunda y está intentando ir por otro lado. Al final, todos en la historia van decantando en un grito desesperado por compañía amorosa, afectiva y sexual.
- ¿Cómo era vivir y ligar en los ‘80?
En mi vida particular he tenido diferentes formas para conocer gente, casi todas a través de conocidos. Aún así creo que tanto el mundo gay como el hetero son muy parecidos y hablo de la necesidad y el deseo, sobre todo. Lo que marca la diferencia es la marginalidad que bordea a las minorías y sus formas de relacionarse con otros. Y ahora se sumaron las formas de llegar a un vínculo, es todo más digital.
- ¿Usas aplicaciones de citas?
Estoy soltero y no uso ninguna de las aplicaciones de citas. No me seduce mucho la cibernética (risas). Soy cada vez más parco, lo único que posteo en mis redes sociales son cosas de laburo y menos las usaría para acercarme a otros que no conozco…creo que tiene que ver con mi edad.
- Aún así seguís siendo un sujeto que desea…
Sí, y ojalá que sea deseable para el otro. Creo que el deseo es lo contrario a la muerte, como marcaba Tennesse Williams. Yo deseo pero de otras formas… con el contacto real y no por un aparatito.
- ¿Tuviste grandes amores?
Sí, he tenido tres grandes amores que han estado en otros momentos de mi vida. Fueron amores difíciles, conflictuados, sobre todo al principio de las relaciones ya que siempre me costó mucho entregarme a los vínculos. A medida que pasan los años es cada vez más difícil. En esta etapa me encuentro solo. No estoy obsesionado con estar acompañado y creo que la soledad no es mala sino que tiene que ver con seguir buscando e intentando.
- La soledad no es mala, pero en algunos círculos puede ser considerada tabú.
Es cierto. Yo disfruto mucho hacer cosas solo. Cuando era chico iba al cine y a bailar solo y la experiencia era fantástica. Después obvio que están los amigos, soy un ser muy sociable, pero nunca dejé de hacer cosas o proyectar porque estaba solo. No lo veo como una necesidad imperiosa el estar acompañado, como le sucede a muchas personas.
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El recuerdo de Claudio Da Passano y su admiración por Ingmar Bergman
- Luces Azules es la película póstuma de Claudio Da Passano. ¿Qué recuerdos te quedan de tu último tiempo juntos?
Claudio, gran amigo… estaba enfermo cuando rodamos la película. Nos une una gran amistad de muchos años, lo digo en presente porque si bien murió todavía siento mucho su presencia. Fue muy duro enterarme de su muerte, no pensé que iba a tener ese desenlace. Nunca pregunté detalles de su enfermedad porque me parece muy delicado, pero sigue siendo muy doloroso. Era muy joven…
Me costó mucho ver la película. Hay una escena que tenemos con Claudio en la que le pregunto: “¿tenés miedo de morirte?”. Y él responde “no”. Me quebré todo en ese momento, fue una catarsis. En ese sentido no creo que el dolor sea malo, simplemente es un canalizador para encarar la tarea del artista.
- ¿Cómo hacés para trabajar con el dolor?
No dejo que desaparezca. Me acuerdo que cuando estudiaba teatro el maestro te decía “hay que dejar todos los problemas afuera” y yo nunca estuve muy de acuerdo con eso. Creo que el dolor es parte de uno y no por eso tiene que molestar en el trabajo. El dolor, así como la alegría, se incluye en el trabajo. Justamente, en la obra de Bergman (Ingmar) que estoy haciendo hablo de la presencia de los muertos. “Los muertos no están muertos y los vivos se comportan como fantasmas”, decía el autor.
- Hablemos de tu investigación sobre Ingmar Bergman. Sé que viene desde hace varios años.
Amo a Bergman. A los 16 años vi Gritos y Susurros, mi primera película de Bergman, y no entendí mucho lo que sucedía porque era muy chico pero me encantó. De grande volví a verla y comprendí que es una de las personas que más sabe sobre las luces y sombras del ser humano.
Después del ensayo, la obra que estoy haciendo en el Picadero, es una tesis de su propia vida, va más allá de lo teatral. Se trata de un hombre de teatro que habla de nosotros. Es un director que toca mi núcleo duro, como humano y como artista, y me fascinan todas sus etapas: las más oscuras, las menos oscuras, las filosóficas, ecológicas, realistas y menos realistas. Es bastante variado en su registro.
“La televisión me parece un medio maravilloso utilizado para la mierda”
“No tengo televisión desde hace un montón de años. Me parece un medio maravilloso que se está utilizando para la mierda, hace mucho tiempo que dejé de verla porque es un asco”, sentenció Osmar, quien se lamenta por la nula oferta de ficción que hay en los medios en un momento político negro para los artistas, “una democracria fascista” en sus palabras.
- Sos un actor que no se calla lo que piensa. ¿Has tenido problemas por ello?
¡Amenazas en las redes! Siguen llegando algunas… Una vez una mujer, con el tema del conflicto en Gaza, me empezó a decir cosas horribles en las redes y la expuse logrando algo maravilloso. No le alcanzaron las palabras para pedirme disculpas, pero nunca las va a tener. Jamás perdonaría a alguien que me amenaza porque yo no sería capaz de hacer algo tan espantoso que, encima, no va de frente.
- Otra violencia que no fue de frente es la que sufriste en el Teatro Regio cuando hacías Relojero.
Sí, los piedrazos. Eso fue espantoso, la pasé mal, pero sé quién fue. No lo puedo decir porque no tengo pruebas, pero es alguien de ahí adentro. No todo el mundo tiene acceso a las parrillas del teatro… fue alguien con quien tenía un vínculo cordial. Lo más triste es que he trabajado otras veces en el Regio y jamás hubiese imaginado que algo así podía pasarme. Quien lo hizo es una persona que no está bien. Dos de las tantas veces que tiraron piedras estaban dos amigos en la platea y vieron el momento previo de esa persona entrando a la parrilla del escenario.
- ¿Y el teatro cómo actuó? Recuerdo la noticia, pero la resolución no trascendió en los medios.
Porque nadie hizo mucho nada… Tengo un gran instinto de preservación y ese es un teatro peligroso para mí. Luego de lo que me pasó me enteré de otros casos parecidos que también ocurrieron en el Regio, como la vez que a una actriz le pusieron vidrios en el agua. En ese teatro hay un muñeco maldito, no volveré jamás a trabajar ahí.
- Luces Azules puede verse en el Cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1635, CABA).