La presencia de la cotorra argentina en ciudades de Chile genera preocupación, ya que esta ave similar al loro fue introducida como mascota y podría representar un peligro potencial para la fauna silvestre y la salud de los humanos.
De acuerdo con registros históricos, la cotorra argentina ingresó en Chile durante la década de 1970 y marcó el inicio de una problemática que incluso alcanza a otros países. Considerada una especie invasora, desde entonces, su impacto en el ecosistema y la fauna nativa genera preocupación en Chile y también en reconocidas capitales internacionales como Madrid y Tel Aviv, donde se convirtió en un complejo tema sanitario.
Desde su hábitat natural en Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, la cotorra argentina cruzó fronteras de manera artificial, convirtiéndose en una presencia inesperada en numerosos países de América, Europa, Asia y África. La compra y posterior liberación por parte del ser humano desencadenó un fenómeno preocupante, permitiendo que esta especie se reproduzca sin restricciones gracias a su asombrosa capacidad de adaptación a diversos entornos.
Este desplazamiento humano transformó a la cotorra argentina en un fenómeno global, desafiando ecosistemas en regiones donde inicialmente no estaba presente de manera natural. Su adaptabilidad excepcional facilitó su establecimiento en nuevos territorios, generando preocupación por las consecuencias ambientales y ecológicas que esto conlleva.
“Las especies invasoras son una de las amenazas más importantes a la biodiversidad. Desde la medicina veterinaria, estamos preocupados por un aspecto menos estudiado, que es el impacto en la salud animal y pública", advirtió tiempo atrás Cristóbal Briceño, académico del Departamento de Medicina Preventiva Animal y especialista en conservación de la Universidad de Chile.
En ese sentido, señaló que la cotorra "puede representar un riesgo a la salud pública en nuestra ciudad". "Hemos estudiado la presencia del parásito Ornythonissus bursa que afecta a otras aves, especialmente a los pichones, aumentado su riesgo de muerte joven, y que, a su vez, representa un riesgo para la población, pues se trata de un parásito zoonótico”, añdió.
Las cotorras argentinas ya generaron preocupación tanto en Santiago de Chile como en la región de Antofagasta, ciudades donde son vistas en gran cantidad y se las reconoce por su ruido y territorialidad. Uno de los principales riesgos para la salud humana está relacionado con el peso de sus nidos, que pueden provocar la caída de ramas grandes y generar traumatismos o accidentes.
Mientras que para otras aves, el principal problema es la falta de comida. “El problema con las cotorras argentinas es que viven en grupos sociales muy grandes. Consumen mucho alimento. Un ave que no circula en grupos tan grandes de las que habitan en la ciudad se siente desplazada; les quitan sus espacios, sus alimentos y, efectivamente, lo que hacen es desplazar a otras especies de la ciudad”, dijo el año pasado al medio Voz de América Nelida Pohl, directora de comunicación del Instituto de Ecología y Biodiversidad.